Capítulo 19: Travieso tiempo

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Gregory se pegó a la pared, se asomó a la esquina. Un carro pasó, así que se abalanzó sobre Dominic, que caminaba tranquilamente por la calle desierta, ambos rodaron por el suelo hasta quedar ocultos por un basurero.

—Eso estuvo muy cerca —murmuró Greg con su voz de súper espía. Dominic se sobó la cabeza, se había golpeado con el basurero—. Tendremos que tener más cuidado o podrían descubrirnos —musitó muy bajo. Dominic rodó los ojos, se sacudió la ropa y se levantó, empezó a caminar como si nada por la acera—. ¡Dom, ¿qué acaso estás loco?! Nos descubrirán —protestó jalándolo para que se pegara a las paredes como él estaba haciendo. Miró para todos lados, fijándose en que nadie los estuviese siguiendo.

Un perro, que llevaba un buen rato emitiendo gemiditos tristes  mientras veía a los niños, se salió del jardín de sus dueños, fue tras los niños y empezó a ladrar.

—¡Oh, no! Nos han descubierto ¡Retirada! —exclamó Gregory muy alto y le agarró la mano para correr.

El cachorro creyó que estaban jugando, así que corrió tras ellos.

—¡Vete a casa! —espetó Dominic deteniéndose. Gregory siguió jalándolo. El cachorro ladró de nuevo a modo de protesta, se movió a un lado a otro, invitándolos a jugar—.  ¡Vete! —repitió, el perro bajo la cola y dio media vuelta, a medio camino volvió la cabeza y agachó las orejas. Dominic se cruzó de brazos y el perro corrió a su casa de nuevo.

—Hubieras dejado que nos persiguiera, era más divertido creer que los perros de nuestros enemigos nos seguía —refunfuñó Gregory cruzándose de brazos. Dominic negó con la cabeza y siguió caminando.

—No importa, igual ya llegamos —replicó mirando a través de las rejas.

Al no ver a ninguno de los jardineros o vigilantes se escurrió entre los barrotes.

—Parece una cárcel muy sofisticada —comentó Gregory siguiéndolo—. Yo no podría vivir en un lugar así. Mamá quería comprar una casa en este barrio, pero entonces yo le dije que no quería, le hice una pataleta y hablé con papá, ambos se pasaron un buen rato hablando en la oficina de mi padre mientras yo jugaba a matar aliens, aunque si escuche un par de cosas y… —Dom le tapó la boca al ver uno de los vigilantes, de igual forma no sirvió de mucho, porque Gregory siguió hablando, aunque sus palabras no eran más que balbuceos incomprensibles.

Evangeline miraba el cielo mientras Paloma tocaba la guitarra, la música de ella siempre la envolvía en una nube de ensueño, la tonada era suave y de repente tomaba fuerza para volver a caer, pero casi siempre terminaba con un «sol» como se supone que terminaba la vida, recordando los días sencillos, al menos eso era lo que pensaba Paloma.

—¿Dónde está Dominic? —interrogó Paloma apareciéndose frente a ella. Evangeline parpadeó confusa, preguntándose desde hace cuanto su amiga estaba allí.

—En la fiesta de un amiguito —contestó revolviendo la poca gaseosa que quedaba en su vaso—. Voy a recogerlo en un rato y luego iremos al parque —balbuceó.

—¿Te pasa algo? Te ves desanimada y cansada ¿hace cuánto que no duermes? —preguntó cogiéndola por las mejilla y mirándole los ojos demasiado fijo

Evangeline trato de rehuirle la mirada, pero era demasiado difícil.

—Siempre te pasa en esta fecha ¿por qué? —Evangeline se quedo callada y su mirada se torno un tanto oscura y triste. Hizo una mueca al sentir el celular vibrar, pero lo agradeció porque al menos tenía una excusa para evadir a Paloma—.  Hola… ¿Qué Dominic qué? —exclamó atónita y se levantó como si la hubieran pinchado, pero palideció en un instante y estuvo a punto de caerse al suelo.

El problema eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora