Capítulo 18: Niñerías

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—¿Qué haces aquí? —preguntó Anthony riendo al ver a su mejor amigo entrar con una mueca molesta y la mejilla roja. Evangeline salió de detrás de Jared, Anthony esbozó su sonrisa más encantadora, pero ella solo frunció el ceño,  así que dejó de sonreír e imitó su expresión.

Evangeline alzó la mano dispuesta a golpearlo, por su culpa no tenía trabajo, pero Jared la detuvo en el aire con un suspiró.

—Se lo merece —masculló enfadada sin bajar la mano. Anthony los observó muy tranquilo, volviendo a sonreír.

—Créeme, lo sé mejor que nadie, pero no vinimos a eso sino a que te revise la mano –explicó. 

—¿Qué tiene tu mano? —interrogó Anthony acercándose, colocándose en su faceta de doctor.

—Nada, y mucho menos que a ti te importe —espetó Evangeline soltándose de Jared. Se alejó de Anthony como si fuera el mismísimo demonio. Jared le agarró el brazo cuando ella quiso salir, quería irse a casa y dormir, le empezaba a desesperar la actitud de ella.

—Deja de ser tan infantil y orgullosa. Anthony te revisará, no te dejaré salir de aquí hasta que lo haga —masculló enfadado.

—Uy, alguien está enojado —comentó Anthony risueño, ambos voltearon a verlo con miradas asesinas y él se limitó a alzar la mano y hacer un símbolo de paz y amor—. Deberías hacer lo que dice, cuando se pone así ni yo lo contradigo.

—Pues no soy tú —replicó enfadada—. No quiero que me revises la mano, además no tengo nada.

Jared entrecerró los ojos, ella lo observó desafiante.

Jared miraba por la ventana mientras Anthony le terminaba de vendar la mano a Evangeline. Él estaba muy sonriente mientras ponía el broche para que la venda se quedara en su lugar, había sido divertidísimo escuchar la discusión de esos dos y ver las miradas que se lanzaban.

—¿Ves? No dolió nada —dijo como con una sonrisa burlona hablándole como si fuese una niña pequeña. Ella contestó con una mirada fría, se levantó del asiento mascullando un «gracias», dispuesta a irse.

—Hoy no almorzaré contigo —murmuró Jared saliendo detrás de Evangeline. Ella caminaba rápido por los pasillos, claro que no lo suficiente, pues Jared la alcanzó al llegar a la salida—. ¿Dominic ya casi sale, verdad?

—Sí —asintió ella suspirando con desasosiego cuando él la dirigió de nuevo al auto—. ¿Por qué no me dejas en paz? —preguntó subiendo al auto y abrochándose el cinturón—. Tú por tú lado y yo por el mío, ambos felices —murmuró.

—El problema es que estamos casados y francamente estoy aburrido de este jueguecito.

—No sé de qué hablas —replicó ella pasivamente mirando por la ventana.

—No soy estúpido, Evangeline. No me casé contigo por la empresa de tu padre, no soy tan avaricioso para unir mi vida a la de alguien por dinero, hay cosas más importantes.

—¿Cómo qué? —interrogó mirándolo con curiosidad fingida, pero sus ojos delataban la burla.

—El amor —respondió muy serio. Ella enarcó una ceja.

—¿Ahora vas a decirme que te enamoraste de mí? —bufó—. Además ¿sabes los índices de divorcio que hay? —replicó ella incrédula cruzándose de brazos—. Las personas que un día se aman, al otro se odian, se engañan, se enamoran de otros y a esos también terminan odiándolos. Es ridículo. —Jared suspiró, puede que aquello fuera verdad, pero no para todo el mundo, desde su punto de vista habían personas a las que si les funcionaba—. El único amor real es el de la familia, si es que le importas a tu familia —masculló por lo bajo, 

El problema eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora