Capitulo Uno.

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Amy


Oscuridad, demasiada oscuridad. La niebla no me dejaba ver lo que había más allá de mis ojos. El bosque estaba demasiado oscuro y la neblina lo empeoraba aún más.
Intenté caminar a ciegas, tocando los arboles con las manos, pero eso solo servía para raspármelas y encajarme astillas que sobresalían de ellos. No sabía a donde me dirigía ¿En que parte del bosque estaba? ¿Dónde estaba el camino a casa? ¿Dónde estaba el pueblo? Intenté no desesperarme demasiado rápido, encontraría el camino, claro que lo haría.

Unos ruidos que provenían del fondo del bosque me sobresaltaron. Alguien se acercaba.
¿Qué podía hacer? ¿Correr? ¿Esconderme? Me decidí por lo segundo, me escondí detrás de un gran árbol. Los pasos se acercaban y eso solo servía para aumentar mi ansiedad. Una silueta se desplazo entre los arboles, caminaba de un lado a otro. No podía distinguir quien era aquella persona, por la forma en la que tenía la espalda y hombros anchos percibí que se trataba de un hombre.

Me removí en el lugar en donde me encontraba y una rama se partió por la mitad al pisarla. Maldije por lo bajo. Regresé mi atención hacia el hombre, al mismo tiempo en que el volteaba hacia mi. Solo podía distinguir de entre toda esa oscuridad sus deslumbrantes ojos verdes.

El hombre comenzó a caminar hacia donde yo me encontraba, su figura  no tenia forma de hombre, más bien se trataba de un chico.
Me quede helada en donde estaba parada, ¿Por qué no corres? –Me pregunté mentalmente-  Mis pies no respondían a mis indicaciones, como si me tuvieran amarrada. Estaba paralizada.

El chico llegó hacia mí, pero algo andaba mal, todavía no podía verle la cara, solo sus ojos, esos penetrantes ojos verdes. Tal vez se trataba de la oscuridad.
Estaba parado en frente de mí, una sonrisa apareció en su rostro, nada más, no dijo ni una sola palabra. Me tomó la cara entre sus manos, tomándome por sorpresa y me besó. ¿Quién diablos era este chico? Sus labios se movían ansiosos sobre los míos. Intenté zafarme, tal vez si conseguía liberarme de el, podría golpearlo y correr por la oscuridad hasta llegar a alguna parte segura. Pero eso era lo escalofriante de este bosque, nada era seguro, podría haber lobos o algún animal hambriento por allí. Sentí una oleada de terror, no podía moverme, no podía mover ni una mano.

-Amy… -susurró aquel chico.

Dirigí de nuevo mi mirada a sus ojos. El  iris color verde de sus ojos fue remplazado por uno negro, casi cubriéndole todo el ojo.

Grité.

Me desperté de golpe, mi respiración era agitada y el corazón me latía con demasiada rapidez, como si quisiera salirse de mi pecho. Sentí un fuerte dolor de cabeza. Fue una pesadilla, solo eso. Me senté en la cama y me toqué el rostro, estaba sudando. Intenté aclarar mi mente, pero el dolor seguía allí. Me llevé los dedos a los labios, ese beso se sintió tan real, como si en realidad hubiera sucedido, me limpié los labios con terror. Esos ojos, esos ojos tan verdes y perfectos se convirtieron en dos esferas negras. Me estremecí.  Intenté recordar lo que había hecho la noche anterior, pero no lograba recordarlo. No sabía que hora era, ni a que día me encontraba, solo recordaba haberme levantado e ido al instituto el día anterior, después de ahí nada… Y aun más extraño, tampoco recordaba varias cosas de las últimas semanas, o quizá hasta meses. Rebusqué en mi mente, pero no venía nada a mi. Era muy desconcertante, empecé a asustarme.
Respire varias veces e intente relajarme, tal vez todavía estaba afectada por aquella pesadilla y por eso no podía pensar con claridad lo que hice anoche… y las ultimas semanas.

Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de mi madre.
Ella seguía durmiendo profundamente. Suspiré y regresé a mi habitación.

Revisé la hora. Eran las seis y media de la mañana. Me había levantado mas temprano esta mañana. Tomé una ducha, la cual no duro mucho tiempo, el agua era caliente y yo seguía medio dormida, sin embargo no quería volver a acostarme. Salí del baño y rebusqué en mi armario. Estábamos en invierno, lo supe por la nieve que cubría la ventana de mi habitación.  Así que tenia que buscarme una ropa calientita, claro, si no quería congelarme allá afuera. Por fin, decidí por llevar unos jeans ajustados y mi blusa favorita con las finas letras negras tatuadas en la parte delantera  “The Beatles”, mi banda favorita. Mi padre me la había traído de Londres hace más de tres años. Por lo que esa blusa era mi favorita. Mi padre murió hace menos de dos años, su avión se estrelló cuando iba a un viaje de negocios. Recuerdo que estuve en depresión los primeros cinco meses de su muerte, mi madre también sufrió mucho, pero yo fui la mas afectada. Nunca salía de mi habitación, no quería comer, dejé de juntarme con mis mejores amigos y por esa razón mi madre tuvo la idea de regresar al pueblo donde ella había crecido y donde yo había tenido la mayor parte de mi infancia. … en fin, los primeros meses que pasé después de la muerte de mi padre fueron los momentos mas tristes y aterradores de mi vida que no quiero recordar, no quiero recordar su muerte, quiero recordar como era el antes, su sonrisa tranquilizadora, el brillo en sus ojos color miel, igual que los míos. Una lagrima bajo por mi mejilla. A veces era imposible detenerlas, no siempre podía ser fuerte. Todo el mundo tiene una parte vulnerable dentro de si, aunque la ocultaran.

Me observé en el espejo de cuerpo entero que estaba en la esquina de la habitación, examinándome. Tenía una figura delgada, unas largas hondas castañas caían a mis  costados, llegándome casi a la cintura. No era demasiado alta, estaba por el metro uno sesenta. Tenía unos grandes ojos color miel, y una nariz recta. Sonreí a mi reflejo y un pequeño hoyuelo apareció en mi mejilla derecha.

Dark NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora