Capitulo Once.

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Amy

« Aaron, Aaron, Aaron » Era justo el mismo nombre del chico molesto que había escuchado esta mañana. Sin embargo el nombre no dejaba de darme vueltas por la cabeza, Aaron. Ese nombre me era familiar, pero no sabía en donde lo había escuchado. El chico, o en ese caso Aaron, me miraba atentamente, con los ojos demasiado alertas, observando cada movimiento que hacía.

-Un gusto Aaron – Al decir ese nombre en voz alta algo retumbó dentro de mi pecho. Intenté sonreír.

Me observó por un momento mas, después suspiró y bajó la cabeza, para después volver a levantarla con una sonrisa forzada.

-Es un placer poder presentarnos normalmente. –Habló con la voz demasiado ronca.

Asentí y mire al frente. Aaron me inquietaba de una manera demasiado extraña. Quería tenerlo lejos por que de una forma me aterraba, algo en el no me daba demasiada confianza, y por otra parte quería estar cerca de el, quería conocerlo mas de lo que tenía permitido, escarbar sus secretos, algo en el atraía mi atención y no sabía que.

Arrancó la camioneta y avanzó, pero esta vez su manera de conducir era normal o incluso un poco más lenta. En todo el transcurso desde el instituto hasta mi casa me dedique a observar por la ventana, una que otra vez pillé al chico observándome.

-¿Por qué me observas tanto? –Me atreví a preguntar. La verdad es que ya había llegado al grado de incomodarme, nunca me había gustado ser observada.

-¿Qué tiene de malo en que te mire? –preguntó apartando la vista de la carretera y mirándome, para después volverla al frente.

-Me… me incomoda –Me mordí el labio al decir aquello.

-Quiero conservar la imagen de este momento para después.

Después de decir aquello no volví a comentar nada. Me quede pensando en lo que había dicho Aaron. Me confundía demasiado. ¿Conservar este momento para después? Decidí ignorar las miradas que me lanzaba y a seguir observando el paisaje que tenía fuera.

-No me has dicho en donde vives –Su gruesa voz interrumpió mis pensamientos. Volví a girarme hacía el y vi que la sonrisa traviesa había regresado de nuevo a su rostro.

-No tienes que dejarme hasta mi casa. Puedes dejarme cerca de la parada de autobús, no quiero darte problemas.

-¿Problemas? Amy, me encanta que estés aquí –Dijo y colocó la mano a su costado, cerca de la palanca de cambios, casi tocando la mía que también estaba posada ahí. Sentí un escalofrió cuando sus dedos rozaron los míos. No supe como responder a lo que acababa de decirme. Mi corazón comenzó a latir demasiado rápido. Estar con el comenzaba a sentirse agradable. Le regalé una sonrisa como respuesta y me recargue en el respaldo del asiento. Le dije la dirección de casa y el obedeció a todas las ordenes que le daba.

-Para, es aquí –Dije cuando Aaron ya había llegado a casa. Estacionó la camioneta en frente y bajó. Antes de que pudiera desabrocharme el cinturón de seguridad el ya se encontraba a mi lado abriendo la puerta. ¿Qué demonios? No fueron ni tres segundos lo que tardo en rodear la camioneta. Me tendió la mano y yo la tomé. Con un suave apretón me ayudó a bajar.

-Gracias por traerme –Agradecí parada frente a el, cambiando de pie incómodamente. Estaba nerviosa, normalmente no se me daban bien las despedidas, por  tan cortas que fueran se me daban fatal.

-Me agradas mucho, Amy –Dijo mirándome con sus penetrantes ojos verdes.

Mi estomago dio un vuelvo, la misma sensación que sentí cuando el entró en mi clase de español esta mañana se repitió por todo mi cuerpo. ¿Por qué me decía esas cosas? ¿A caso no miraba que estaba incomoda y exageradamente nerviosa? Estaba a punto de responderle cuando el auto de Brent estacionándose a unos cuantos metros lejos de casa captó mi atención. Aaron se dio cuenta de que ya no lo observaba a el y se giró para ver en la misma dirección que yo. Un Brent muy preocupado y con el ceño fruncido se acercaba hacia nosotros.

-Amy, estaba muy preocupado por ti –Habló al llegar a mi lado, me estrechó en un fuerte abrazo y duró mas tiempo del necesario.

-Estoy bien –Respondí, intentando liberarme de su abrazo, Miré a Aaron de soslayo: Tenía los labios apretados y sus cejas se había unido en una línea. –No es para tanto, Aaron me ayudó, si no fuera por el hubiera regresado caminando sola a casa.

-Por eso estaba preocupado, no quería que regresaras sola a casa. –Brent me soltó y me miró a los ojos mientras decía aquello.

-Si en realidad te preocupara su bienestar no hubieras permitido que se fuera sola del instituto –Interrumpió Aaron con los dientes apretados.

Brent fulminó a Aaron con la mirada y este levantó ambas cejas, retante.

-¿Y tu eres? –Preguntó Brent dirigiéndose cortantemente a Aaron.

-Alguien que puede partirte la cara si te metes en su camino.

¿Desde cuando había comenzado este pleito? Decidí interferir antes de que llegaran a niveles extremos. Parecía que de ambos saltaban chispas de rabia. ¿Por qué se comportaban de esa manera?

-Creo que es momento de que te vayas, Aaron –Me coloqué enfrente de el, intentando ocultar a Brent de su vista, pero sabía que sería en vano, ya que Brent era mucho mas alto que yo. Apartó lentamente la oscura mirada que le dirigía a Brent y me miró, muchas emociones cruzaron por su rostro: primero parecía molesto, después me observó mejor y su rostro se suavizo, para al final mirarme con sufrimiento y traición.

-Cuídate, Amy –Fue lo único que dijo, antes de darse media vuelta y dirigirse a su camioneta, no sin antes dirigirle una mirada asesina a Brent y una mirada de disculpa hacia mi.

-Eso fue bastante extraño –Dijo Brent cuando la camioneta arrancó estruendosamente, dejando marcadas las huellas de los neumáticos en el suelo.

-¿Por qué te fuiste sin siquiera avisármelo? –Pregunte, intentando cambiar de tema.

-Te deje un mensaje de texto. –Se defendió el.

-¡Cuando ya te habías ido! No sabía como iba a regresar, y si mi madre se enteraba de que había llegado caminando del instituto se molestaría conmigo.

-Lo siento, recibí un mensaje del celular de mi padre, diciendo que necesitaba mi ayuda urgentemente y cuando llegué a la casa estaba vacía. Lo llamé por teléfono y le pregunté que para que me había llamado si ni siquiera estaba en casa y resultó que el nunca me había dejado un mensaje. Te llamé por teléfono para saber si ya estabas en casa y resulta que seguías en el instituto, te oí demasiado alterada y me preocupe, para que después colgaras de la nada. Al final fui al instituto y tú ya no estaba ahí, pensé que iba a enloquecer, vine a tu casa y aquí estabas. Me pegaste un susto de muerte, Amy… en serio significas mucho para mí.

-Hay Brent, no tienes que preocuparte mucho por mí, lo bueno es que estoy bien y te colgué por que la batería del celular se había acabado.

-Entonces ¿Ya no estas enojada conmigo? –Una chispa de esperanza cruzó por sus celestes ojos.

-Por supuesto que no, tonto  –Le sonreí para intentar que se relajara y lo logré.



~~~



Toda la tarde del lunes me la pasé acostada en el sillón viendo películas de terror. Con un cuenco lleno de palomitas y un zumo de naranja. La lluvia había comenzado de nuevo hace unas horas y a cada rato caían truenos que me sobresaltaban haciendo que derramara palomitas en el suelo. Mi madre había regresado temprano de su trabajo, estaba en el pequeño despacho que tenía al lado de su habitación y no había salido de ahí desde hace una hora, tal vez estaba muy ocupada en su trabajo. La mañana que había pasado con Aaron no paraba de repetirse en mi cabeza. ¿Por qué se había comportado tan cortante con Brent? Ni siquiera se conocían. Llamaron a la puerta y suspiré. ¿Quién sería en lunes? Me levanté perezosamente del sillón y fui a abrir la puerta. Ian estaba en el pórtico, con la cabeza y sudadera mojada por las gotas de lluvia que lo habían salpicado desde el transcurso de su casa a la mía.

-¡Ian! Que grata sorpresa, adelante. –Dije y me hice a un lado para que pudiera pasar. Entró y se quitó la sudadera mojada quedando solo en una camiseta gris de manga corta.

-Vine por ti ¿Quieres ir a una parte? –preguntó mientras se secaba las gotitas de los brazos con la misma sudadera.

-Creo que no es un buen día para salir… -Arrastre las palabras y me cruce de brazos, mirando por la ventana la lluvia caer fuera.

-Todos los días son buenos para jugar bolos. –Dijo con una sonrisa en su rostro. Me reí.

-No se jugar bolos.

-Vamos Amy, quiero salir un día con mi estresante vecina. Anda di que si. –Insistió y me dio un codazo juguetón en el costado.

-De acuerdo… iré.




Llegamos al local de boliche en menos de media hora. La lluvia había parado un poco, pero todavía caían pequeñas gotas haciendo que se mojara el suéter de lana que traía puesto esta tarde. Corrimos al pequeño edificio pintoresco y nos adentramos para no empaparnos más de lo que estábamos. Dentro había unas estrechas escaleras que claramente se dirijan a la zona de juego. Cuando subí el ultimo escalón Ian me tomo de la mano y me condujo a un lugar estrecho, me senté en un banco y el desapareció de mi vista, después lo vi regresar con dos pares de zapatos. Me entregó unos.

-¿Cómo sabes mi talla de zapatos? –Pregunté mientras me colocaba uno y me abrochaba las cintas.

-Es por que soy un acosador y me paso todos los días observándote con unos binoculares desde la ventana trasera de mi casa. –Bromeó y juntó las manos estruendosamente frotándoselas. - Ahora empecemos

-Pero no se me da bien nada de esto… ni siquiera se como tomar bien una bola.

-Es muy sencillo, yo puedo enseñarte.

Los primeros diez minutos Ian estuvo lanzando y por lo que veía era un experto en este juego. La primera vez que lanzó logro derribar los diez  pinos, haciendo una chuza. Me encontraba sentada observándolo cuando vi que me llamaba.

-Tú turno –Dijo y me tocó un hombro, alentándome. –Elije una bola-. Tomé la primera que se cruzó por mi vista, era de un color rosa fuerte. La bola no era tan pesada, metí tres dedos en los pequeños agujeros que tenía en ella. Ian se rio de mi.

-¿Qué? –Pregunté y enarqué una ceja.

-La estas tomando mal –lanzó una carcajada y se cubrió los ojos con una mano, riéndose aun más.

Rodé los ojos y tomé la bola con ambas manos. Ian Se acercó a mi en tres zancadas, me cogió la mano y me dio instrucciones de cómo iba a jugar. Ya cuando el dedo anular, el dedo medio y el dedo índice estuvieran en su lugar tomé aire y me preparé para lanzar, no sabía nada de boliche y esto por una extraña razón me causaba nervios y diversión al mismo tiempo. Me coloqué cerca del carril de bolos y lance la bola, vi como tomaba rumbo ligeramente hacia el lado izquierdo del carril. Mierda. Mi primer tiro y fallaría. Sin embargo no fue así, la bola se proyecto solo contra tres pinos, derribándolos.

-Nada mal para un principiante. –Escuché la voz de Ian detrás de mí. Sabía que estuve demasiado mal y sabía que no se atrevería a decírmelo.

-Se que mientes, te dije que no sabía jugar.

-Todos empiezan así Amy, es solo un juego, diviértete. Por mi puedes hasta sacar la bola del carril y te diría que es la mejor jugada que he visto. –Sonreí.

De un momento a otro Ian dejó de reírse y se puso tenso, lo miré extrañada. El observó en todas direcciones y por fin se giró de nuevo hacia mí.

-¿Pasa algo? –Pregunté, comenzaba a preocuparme ¿Por qué se había puesto tan raro de un momento a otro?

-Espera un momento, Amy. Olvide algo en mi auto –Dijo y asentí. Se alejó rápidamente, zigzagueando las mesas y sillones que había detrás de nosotros, en dirección a la salida.

Volví a tirar, intentando pasar el tiempo mientras lo esperaba, los primeros cinco minutos me fue demasiado mal en las tiradas, pero al pasar los diez fui mejorando. Miré mi reloj. ¿Por qué todavía no regresaba Ian? Me giré hacía el estante de bolas para tomar una, cuando sentí un escalofrió. Un hormigueo creció en mi espalda. Voltee hacia atrás, mirando hacía la entrada y lo que vi me dejó con la boca abierta. No podía ser de nuevo el. Aaron estaba entrando, llevaba una camiseta negra y unos jeans de mezclilla, su cabello ligeramente despeinado y al lado suyo iba su amigo, el otro chico nuevo del instituto. El me observó al mismo tiempo que yo me giraba completamente hacía el y cuando nuestras miradas se cruzaron sonrió. Sin duda esta sería una tarde larga. 


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¡HOLA! LOSE... ME PASÉ POR DOS DIAS D: EL TIEMPO SE ME VA VOLANDO Y CUANDO ME DOY CUENTA YA SE LLEGÓ EL DIA DE SUBIR. ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO EL CAP, CHICAS. 

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