Capitulo Trece.

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Amy.



La luz de exterior entraba por la ventana de la habitación cuando desperté. Los leves rayos del sol daban directamente a mis ojos, haciendo que los entrecerrara. Me incorporé lentamente para evitar un mareo. Sentía que la cabeza iba a explotarme. Pestañeé varías veces y me percaté de que me encontraba en mi habitación y de un momento a otro los sucesos de la noche anterior llegaron a mi cabeza. Tan rápido que fue difícil enfocarlos todos con determinación. ¿Cómo había llegado a casa? Fue entonces cuando me di cuenta de que solo tenía una camiseta puesta y mis shorts cortos de dormir. Yo no había cambiado mi atuendo. ¿Qué había pasado la noche anterior? ¿Por qué no recordaba nada más? Después de desmayarme desperté aquí: en la cama de mi habitación, con un fuerte dolor de cabeza, demasiado confundida y con mi ropa de dormir puesta, la cual era muy poca. Todo era un lio dentro de mí. La imagen de Aaron con los ojos demasiado oscuros: completamente vacíos, llegó a mi cabeza. Un escalofrió nada agradable me recorrió el cuerpo entero. ¿Cómo había sucedido aquello? Era algo imposible. El carro estrellándose contra una barrera invisible frente a nosotros se repitió varias veces por mi cabeza. Es imposible, volví a decirme. Como si un muro invisible nos protegiera en ese momento. Entonces comencé a dudar. ¿En realidad había sucedido aquello? Si, claro que había sucedido, yo lo había vivido, no era ninguna pesadilla. Sin embargo lo que había pasado no era un caso que sucediera en la vida real. Me sentía como en una de esas películas de miedo, en las que no podías creerte si lo que estabas viendo era real o no. Intenté no desesperarme. Miré mis uñas, las cuales tenían un aspecto horrible. Al parecer había estado mordiéndomelas en la noche, cuando estaba dormida. Los nervios y el terror me comían por dentro. Noté que mis rodillas temblaban así que volví a recostarme en la cama. Miré el despertador que estaba sobre la mesilla de noche, este marcaba las seis de la mañana. Una nota se encontraba doblada por la mitad debajo de este. Estiré la mano y la tomé. Era de mi madre, y rodé los ojos al pensar que podría haber sido dejada por otra persona. Que irónico, solo vivía con ella y estaba pensando aquella barbaridad. Leí lo que decía en ella, batallando un poco por la desalineada e  inentendible letra, se notaba a kilómetros que la había escrito con demasiada prisa.


“Me hablaron de la oficina demasiado temprano, no quise despertarte por que estabas profundamente dormida. No olvides desayunar. Compré algo de despensa la noche anterior así que encontraras tus cereales en la lacena. Llegaré mas tarde de lo normal este día, así que no me esperes despierta.
Cuídate mucho, Amy. Te quiere, mamá.”



Al parecer mi madre tendría una tarde demasiado larga el día de hoy. Mi madre trabajaba de asistente en una pequeña empresa del negocio más grande y adinerado que estaba fuera de los límites del pueblo. Su trabajo la tenía algo distanciada de mí y yo ya estaba acostumbrada a quedarme hasta tarde sola. El primer año desde que encontró el trabajo me daba demasiado terror quedarme sola en casa, pero conforme pasó el tiempo el terror y la paranoia se fue desvaneciendo y me acostumbré.

La imagen de Aaron volvió a cruzarse por mi cabeza, no podía dejar de pensar en él. Decidí meterme a  la ducha, eso alejaría los sucesos de la noche anterior y me relajaría un poco. Y justo como pensé, sucedió. Mientras el agua caía desde la regadera, todo lo terrorífico, extraño y anormal fue abandonado de mi mente, como si el agua se lo hubiera llevado y lo hubiera desechado por el resumidero. Mi cuerpo se fue relajando y mi mente se despejaba lentamente. Perdí la noción del tiempo y me di cuenta de la hora que era cuando las campanadas del reloj de la sala retumbaron por toda la casa, anunciando que casi eran las siete de la mañana. Salí del cuarto de baño y me dirigí al grande armario de mi habitación. Tomé las primeras prendas que mis manos lograron alcanzar, ignorando si el conjunto quedaba o no. Me vestí desganadamente y cuando estuve lista, pasé el cepillo sobre mi enredada melena castaña y la peiné. Me acerqué al gran espejo de cuerpo completo que estaba en la esquina de la habitación y miré con detenimiento mi imagen: Esa no parecía yo, era como si estuviera viendo a una completa extraña. Unas ojeras demasiado grandes se tendían debajo de mis ojos color miel. Dándole un aspecto cansado y terrible a mi rostro y noté un leve rasguño un poco mas arriba de mi ceja derecha, era apenas notable pero estaba ahí, tal vez había nacido del “accidente” de ayer. Intenté formar una sonrisa en mi rostro pero mis labios se resistían a elevarse. Entonces mis ojos se toparon por el espejo con una pequeña tela oscura cerca de mi cama. Una prenda muy diferente a las que yo acostumbraba a usar. Una chaqueta negra de cuero estaba colgada en la silla que estaba al lado de mi cama desordenada. Recordé cuando Aaron la había colocado sobre mis hombros, cubriendo con ella una parte de mi cuerpo que temblaba de frío. Ese recuerdo me hizo sonreír un poco y después de un momento la sonrisa volvió a desaparecer de mi rostro cuando recordé el aspecto terrorífico y demencial de Aaron en la camioneta. Me estremecí. Los nervios no podían ser más notables dentro de mí. Hoy vería a Aaron. Hiciera lo que hiciera no podría evitar encontrarme con el en aquél día. Las clase de Español e Historia nos aguardaban y por mas que quisiera evitarlo hablaría con el. Por un lado quería preguntarle todo lo que había pasado el día anterior, como era posible que hubiera sucedido todo aquello que era tan irreal y por otro lado quería alejarme de el y hacer como si nunca hubiera existido. Una voz dentro de mí decía que tenía que alejarme de él antes de que algo saliera mal, pero había una voz más alta que lograba acallar a la otra, y decía que yo necesitaba a ese chico. Era demasiado extraño ya que apenas lo conocía. Dejé de pensar y me acerqué a la silla que tenía sobre ella la chaqueta. La tomé con manos temblorosas y la acerqué a mi nariz. Extrañamente el olor del perfume de Aaron no había desaparecido de la chaqueta, seguía impregnado en ella, alentándome a pegarme la chaqueta al rostro. Parecía como si Aaron se encontrara al lado de mí en ese momento. Las mismas preguntas brotaron de mi mente. ¿Quién me había dejado en la habitación de mi casa? ¿Por qué había despertado con una ropa diferente? ¿Por qué la chaqueta de Aaron estaba colgada al lado de mi cama? Eso solo podía indicar dos cosas: O me había vuelto demasiado loca al grado de olvidar lo que hacía, -esa opción hizo que me aterrara demasiado-  O Aaron me había traído a casa, había entrado y me había recostado sobre la cama. Decidí omitir lo del cambio de vestuario. Ninguna de las dos me parecía demasiado probable. La angustia no tardó en golpearme. Tendría que hablar con Aaron, ya. Bajé corriendo las escaleras, ya que probablemente faltara poco para la entrada al instituto. Me detuve en la cocina y me serví un zumo de naranja, como solía acostumbrar. Hoy mi estomago estaba hecho un lio, si comía aunque fuera algo ligero podría devolver la comida de la noche anterior. Pensé un momento en eso y recordé que no había comido nada desde la tarde del día anterior. Algo muy extraño sin duda, ya que debería estar muerta de hambre y sin embargo era todo lo contrario. Me dije que tal vez era por el nerviosismo y por que todavía estaba aterrada por lo que pasó con Aaron.




El autobús me dejó justamente en la entrada del edificio de Bennington High School. Caminé con pasos rápidos, y me adentré al edificio. Dentro era como siempre: estudiantes hablando de lo que habían hecho el día anterior, platicas sobre rupturas y engaños. En fin. Entré en el salón de la primera clase, Química. Esta clase era sin duda una de las más aburridas. Brent no había aparecido en la entrada y eso fue demasiado extraño. Normalmente cuando el no pasaba a mi casa en su auto, siempre me esperaba con una radiante sonrisa en las puertas de entrada, sin embargo este día había sido diferente.  
 
La clase pasó demasiado lenta para mi gusto, los minutos que transcurrían parecían horas y no me encontraba demasiado bien, mi ánimo bajaba con cada minuto que pasaba. Cuando salí de la clase una oleada de ansiedad me inundó completamente.

Seguía la clase de español.

La clase que compartía con Aaron.

Me encaminé con pasos lentos, pensando en como iba a comenzar la conversación, pensando en cual sería la primer pregunta. Sin embargo cuando entré, Aaron no apareció en la clase. Los primeros minutos había algo de esperanza dentro de mi en que todavía aparecería en el umbral de la puerta. Cuando la clase terminó me quedé decepcionada e intrigada. ¿Cómo podía hacerme cosa semejante? ¿Cómo podía faltar al instituto y dejarme intrigada? La conclusión de que Aaron había faltado para evitarme saltó en mi cabeza. Sin duda esta mañana sería peor que ninguna otra.

Cuando terminó la hora del almuerzo confirmé que Brent no había venido hoy al instituto. Tendría que irme en el autobús a casa. Sean tampoco había aparecido por ninguna parte y eso significaba que tampoco había venido. Estaba sola.

Dark NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora