Dos semanas habían pasado. Los padres de Leonardo habían ayudado a los padres de Annika, y su casa se había salvado. Leonardo había hecho su obra de caridad realmente.
Annika trabajaba en aquella tienda de mascotas y de vez en cuando dejaba escapar a algunos animales, sin querer. Leonardo trabajó de gratis para el señor Scott en su ferretería durante un buen tiempo.
Las vacaciones de invierno habían acabado, y las clases habían iniciado con regularidad. No era una sorpresa para nadie la nueva relación que existía entre Annika y Leonardo. Eso no significaba que ellos hubiesen dejado de hacerse bromas, porque ¿qué más se podía esperar de la señorita Disney y del príncipe de las bromas?
Era el último día de clases nuevamente, a sólo horas para que las vacaciones de verano iniciarán.
Annika se despedía de todos sus amigos: Abril, Ashton, Zack, y Nash, con una radiante sonrisa, mientras que Leonardo asentía a modo de despedida con su típica actitud seria, sin hablar con nadie.
- Te amo más que a Disney. - dijo ella.
- Entonces supongo que nuestro amor es infinito. - dijo él guiñándole un ojo.
Él, tan caballeroso como siempre, la había llevado a su casa en su costoso vehículo víctima de tantas bromas.
- Tengo un regalo para ti. - habló Leonardo sonriendo dramáticamente feliz, sonriendo como sólo sonreía cuando estaba con ella. Porque él podía ser serio y amargado con todos pero ella hacía que la parte tierna que el chico siempre mantenía oculta saliese a flote. - Quiero que te lo pongas, vendré por ti a las seis de la tarde.
- Te estaré esperando. - respondió Annika arrebatándole torpemente el regalo de las manos, antes de besar la mejilla del chico y entrar a su casa.
Cuando el reloj dio las seis de la tarde, Annika salió de su habitación. Aún no podía creer que Leonardo le hubiese regalado un hermoso vestido a juego con unas lindas zapatillas. Tocaron la puerta y ella la abrió torpemente, provocando que el chico cayera al suelo junto al enorme ramo de flores coloridas que cargaba.
- Lo siento. - se disculpó apenada.
El chico bufó y puso los ojos en blanco, mas sonrió de lado.
Ella tomó el ramo de flores que el chico le ofrecía y saltó sobre él murmurando repetidos gracias, mientras el chico murmuraba repetidas quejas sobre cómo podía contagiarse con su dramática alegría.
Caminaron tranquilamente por las bonitas y tranquilas calles de Levonville. Admirando la puesta del sol, y disfrutando de la cálida brisa de verano.
Las manos de Leonardo y Annika estuvieron unidas durante todo el camino.
Era sorprendente. Ellos habían cambiado todo y nada a la vez. Ambos habían cambiado su relación de odio por una de inocente amor. Pero ninguno había cambiado su personalidad. Ella seguía tan alegre e infantil como siempre, vistiendo sus coloridos vestidos, y él seguía tan serio como la primera vez que lo había conocido, vistiendo su típica chaqueta oscura. Claro que eso no había impedido que su romanticismo saliese a flote.
- Te ves... demasiado bonita con ese vestido. Digo, te ves bonita siempre. - dijo él caballerosamente, en un intento de ser romántico y casi fracasando en el intento.
- Pensé que no te gustaban los vestidos. - admitió ella.
- No me gustaban... Hasta que te conocí.
Una persona no tiene que cambiar para agradarle a otra, porque todos somos tan diferentes como iguales. Porque no somos perfectos, y siempre habrá alguien cuya imperfección nos resulte irresistible. Porque aveces el sol y la luna se encuentran, formando el más bello de los eclipses. Porque algunas veces llueve cuando hay sol. Y porque en toda oscuridad, siempre brillará una luz.
Fin.
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Señorita Disney
HumorAnnika Scott, mejor conocida como Señorita Disney. Definitivamente ama Disney. Bromista. Infantil. Habladora. Leonardo Jones, mejor conocido como Señor Amargado. Definitivamente no es un príncipe. Gruñón. Aguafiestas. Bromista encubierto. Annika...