Narra Annika.
Intentaba dormir.
Hacía frío, estaba nadando en la oscuridad pura y quería invernar al igual que un oso lo haría.
¿Por qué no se callaban?
Podía escuchar el murmullo de varias personas. Abrí mis ojos sólo un poco para volver a cerrarlos en el momento en el que una luz blanca e irritante ocupó mi vista.
Sentía como si estuviese flotando sobre algo cómodo y suave. ¿Acaso estaba volando en la alfombra mágica de Aladdin?
No.
Estaba acostada en una camilla, y ésta a su vez, era empujada por dos hombres vestidos de enfermeros. El pasillo por donde me dirigían era completamente blanco, brillante, y limpio... Todo lo contrario a mi habitación.
- ¡Cállense! ¡Intento dormir! - grité sentándome en la camilla.
Entonces me di cuenta: estaba en un hospital.
¿Era un hospital mental? ¿Me había vuelto loca? ¿Estaba en un hospital mental porque me había vuelto loca?
Intenté en vano bajarme de aquella camilla, y digo "en vano" porque en el momento en el que intenté poner mis pies en el suelo, fui empujada por un bonito enfermero de ojos azules como el cielo, y terminé acostada nuevamente.
- Tranquilícese, señorita. - ay pero si era todo un caballero.
- No lo entiende. Yo no estoy loca, parezco, pero no lo estoy. - intenté convencerlo mientras intentaba bajarme nuevamente de aquella camilla.
- Señorita, no debe moverse. Pronto le haremos un lavado gástrico y...
- ¡¿Un lavado qué?! ¿Qué rayos es eso? Yo estoy bien, no necesito que... - me quedé callada cuando comencé a sentir las mismas náuseas que había sentido antes de despertar en donde estaba ahora.
¿Acaso estaba embarazada?
No, definitivamente no estaba embarazada.
- Señorita, debe calmarse. - avisó otro bonito enfermero, éste, de ojos verdes como las hojas de un árbol.
¿Por qué en la preparatoria no habían tantos chicos bonitos?
Bueno, estaba Ashton, que era un dios griego para muchas, aunque para mí sólo era una cucaracha fea. También estaba Zack, el mejor amigo del Sr. Amargado, pero él definitivamente no era mi tipo. Luego estaba Leopardo, sólo de pensarlo me daban escalofríos. Él era horrible, gruñón, amargado, despreciable... y él era el enemigo, mi enemigo. Jamás en mi vida tendría una relación con él que no fuese de enemistad o rivalidad, definitivamente me rehusaba.
- Parece que la comida que comió estaba intoxicada. - explicó el de ojos verdes, mientras que el de ojos azules abría una puerta y nuevamente era empujada hasta entrar completamente a la habitación de cortinas pálidas.
Intoxicada...
¡Las lombrices! ¡Leopardo me había hecho comer parte de una de esas lombrices! Y yo... yo lo había engañado y lo había visto comerse a varias de ellas. ¡Oh por Dios! Si el Sr. Amargado moría sería mi culpa. No podría vivir sabiendo que había matado a una persona, aunque esa persona fuese mi enemigo de muerte.
- ¡Ay, no puede ser! - grité de repente y los dos jóvenes enfermeros que me acompañaban en aquella habitación me observaron raro. - ¿Dónde está Leopardo? ¿Él está bien? Tengo que ir a buscarlo. - exclamé bajando de la camilla.
Mis pies hicieron contacto con el piso frío y me estremecí. Le eché un vistazo a mis fachas, encontrándome con la misma ropa manchada de salsa de espaguetis. Incluso podría jurar que aún habían lombrices aventurándose entre mi cabello.
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Señorita Disney
HumorAnnika Scott, mejor conocida como Señorita Disney. Definitivamente ama Disney. Bromista. Infantil. Habladora. Leonardo Jones, mejor conocido como Señor Amargado. Definitivamente no es un príncipe. Gruñón. Aguafiestas. Bromista encubierto. Annika...