Capítulo 19: "La guerra acaba de comenzar" (Parte II)

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Narra Leonardo.

Me esperaba un "gracias" como mínimo, pero ni eso obtuve. Obtuve un ataque de manotazos cuando la atrapé evitando que se le rompieran cada uno de sus dientes.

Para la próxima dejaría que se le rompieran las piernas.

- Cállate. - dijo la zanahoria con patas luego de que me burlara de su humillante caída.

Era maravilloso verla enojada, era realmente gracioso ver como se ponía roja como un tomate, sus pecas resaltaban más de esa manera.

Me vi tentado a seguirla molestando, pues molestarla se había convertido en mi deporte personal, mi actividad favorita. Pero luego la miré y recordé que no tenía puesto ningún ridículo vestido del que pudiera burlarme.

Suspiré desesperado.

Se veía horrible con esa ropa tan reveladora. ¡Incluso se había maquillado! ¡Parecía un payaso! Era realmente una desgracia. En el momento en el que la vi así, deseé momificarla. Ella no debía vestirse así. Mira que la preparatoria estaba llena de chicos sin vergüenza, y yo no podía estar siempre ahí para defenderla. Aunque no es como que me importara lo que le pasara. Yo la odiaba por todo lo que me había hecho, y mi forma de vengarme era molestándola.

Comencé a caminar alejándome de ella, dirigiéndome al comedor escolar para alimentar mi hambriento estomago.

Maldije por lo bajo cuando la escuché caminar detrás de mí a una distancia considerada.

Había perdido mi imagen de chico solitario, pues desde que la conocí venía pisándome los talones. Era una terrible desgracia. La peor pesadilla de todas, y por más que intentará evadirla o deshacerme de ella, nunca lo lograba. Que Zack se hubiese vuelto su amigo empeoraba las cosas, y lo convertía en un traidor de primera. ¿Cómo podía ser amigo de la enemiga? ¡De la enemiga!

- Es un buen día para comer espaguetis, ¿no te parece? - la escuché hablar nuevamente y puse los ojos en blanco.

Ella y su capacidad para no parar de hablar iban a terminar haciendo que me arrancase los oídos.

La miré durante varios segundo con el ceño fruncido. ¿De qué rayos hablaba ahora?

La ignoré como de costumbre y seguí caminando, acelerando mis pasos para deshacerme de la plaga anaranjada.

Justo cuando estaba a punto de entrar al comedor escolar la escuché hablar, otra vez:

- Buen provecho, Leopardo.

Ignoré su tono malévolo, ya estaba acostumbrado a sus ataques de malicia repentina. Lo más seguro era algún problema de nacimiento.

Entré al comedor y los murmullos de las decenas de estudiantes que allí almorzaban, me invadieron. Observé la comida que las empleadas echaban sobre las bandejas de los alumnos, y no tardé en darme cuenta de que eran espaguetis. Divinos, deliciosos y exquisitos espaguetis. No era normal en mí, pero sonreí ante el delicioso aroma. Ahora que lo pienso, últimamente estaba sonriendo mucho, y eso era un problema que podría traer consecuencias futuras. Caminé rápidamente hacia la fila, y esperé ancioso mi turno. Mientras lo hacía, sentí una mirada quemarme la nuca. Familiarizado ya con esa sensación, me giré para ver a Annika observandome. Fruncí el ceño, asqueado por su felicidad. Me saludó energéticamente con su mano y su sonrisa se ensanchó. A su lado estaban sus dos amigos. Ashton decoraba el cabello de Abril con  espaguetis y ésta intentaba pincharle un ojo con un tenedor.

Volteé para recoger la comida puesto que mi turno había llegado, y me sorprendí al ver que no me daban espaguetis de la bandeja normal a la que le habían dado a los chicos antes de mí.

Señorita DisneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora