Capítulo 18

900 57 2
                                    

- No tienes el valor para irte. Y menos en tu estado - la mirada inquisidora de Azael no parecia desaparecer ni lo más mínimo.

- Deja de mentir, es esto lo que más quieres. Solo soy una carga para ti. Ya has conseguido tu objetivo. Querías ser rey y ya lo eres, no hay motivos para que yo siga aquí aguantando una historia falsa y lo que pretende ser una relación interesada y mentirosa - 

Intentando controlar las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, me encaminé hacia la puerta que Azael mantenia abierta.

- ¿No piensas coger nada? -

- No quiero nada que te pertenezca, nada es mio aquí así que me voy como vine, sin nada -  dicho esto, crucé el umbral de la puerta para dirigirme a las escaleras. Un dolor agudo oprimía mi pecho. Oía sus pasos, me seguía, seguramente para cerciorarse de que en verdad me iba. Yo no me iba a echar atrás.

Poco después de bajar las escaleras me encontré con el gran portón de madera maciza de la entrada., ahora abierto. Estaba anocheciendo y comenzaba a hacer frio. Como todas las noches. Di un paso fuera del castillo y la fria brisa acarició mi cuerpo haciéndome estremecer.

-  ¿No quisieras estar por siempre junto a mí? - 

La voz de Azael sonó a mi espalda, haciéndome parar en seco mi caminar. Las lágrimas cayeron por mis mejillas y no me giré a mirarle.

- Si, si me gustaria - 

Pero nunca lo sabrás por que me voy. No quiero volver a verte ni a sufrir por tu amor no correspondido. Por amar el amor irreal que me ofrece. Por que no puedo seguir engañandome más. No me amas y me lo estás demostrando.

Mis piernas corrieron lo más que me permitia mi cansado cuerpo, alejándome todo lo posible de aquel castillo y de él. Y sin saber como ya no sabía donde estaba, ni reconocia nada a mi alrededor. Quizás me haya desviado del camino principal y ahora este en uno secundario y por es no ubico donde estoy. Decidí andar un poco más para poder encontrar el sendero que me llevara al mercado, pero la noche ya habia caido y el frio era insoportable. El dolor de cabeza y las nauseas habian vuelto, y yo no podia aguantar más de pie. Me senté bajo la copa de un gran árbol e intenté darme calor con las manos pero era imposible. Mis párpados pesaban haciendo que mis ojos se cerraran. Estaba tan cansada que no pude evitar caer rendida al frio suelo.

AZAEL P.O.V

Se habia ido. De verdad se habia ido. Sin dudar, sin mirar atrás, incluso cuando le pregunté si querría quedarse junto a mi. Salió corriendo sin contestar. ¿Me había excedido? Mandé cerrar de nuevo el portón de madera y comencé a subir las escaleras hacia mi habitación pero alguien tocó el portón. Mandé abrirlo de nuevo esperando que fuera ella, arrepentida de su decisión pero me equivocaba. Minerva entró cargada de bolsas que dejó en el suelo, bolsas que recogieron los sirvientes llevándolas a algún sitio del castillo. Me dirigió una sonrisa alegre, como siempre desde que era pequeño.

- ¿Y mi pequeña nila? ¿Ya se encuentra mejor? - lo cierto es que Minerva habia estado muy preocupada por la pequeña basilisco en estos días  que ha estado mala.

- No está aquí -

- ¿Cómo que no está aquí?  ¡Está enferma, no debería haber salido de la cama! ¿¡En que estabas pennsando!? -

- Minerva, ella no volverá. Ha dejado el castillo -

- ¿Qué has hecho ahora Azael? -  se acercó a mi, acusadora. 

- ¿Por qué siempre tengo que tener yo la culpa? ¿No ha podido ser ella? - 

Minerva se puso a mi altura, un escalón arriba del que estaba yo en la escalera, y con la mirada me pidió una rápida expliación de lo sucedido.

- Tuve que ir a una reunión urgente con el consejo, por lo visto nuestros queridos vecinos han vuelto a las andadas. Pues bien, cuando volví encontré a tu querida niña y a Giulletta en la escalera, aparentemente bien, cogiditas de la cintura riendo. Rachel sabe perfectamente que le prohibí cruzar palabra o tener cualquier contacto con esa mujer y aprovecha una de mis ausencias para irse con ella. Así que después de discutir, le dí la posibilidad de largarse de aquí si ese era su deseo, y ella se fue -

La anciana negó con la cabeza, suspirando. Me dio unas palmadas en la espalda y subió pausadamente las escaleras.

- Deberías ir a buscarla. La noche es fría aquí y ella está enferma. Si empeora será tu culpa. Además, no se sabe los diferentes caminos que existen desde el catillo, si se pierde será más complicado para ti encontrarla…Si no la encuentran otros antes -

- ¿A qué te refieres, Minerva? -

- En el mercado hablan Azael. Dicen que “ellos” están merodeando por aquí. Si ellos la encuentran antes que tú si sería un problema, pero es tú decisión Azael - y dicho esto, se perdió por el largo pasillo.

Suspiré. Pedí a un sirviente que preparara a Agnus para la partida de búsqueda. “Ellos” estaban por aquí, si la encontraban, ¿Qué podría suceder?

¿Podría encontrarse en peligro? Es cierto que está enferma, cualquiera puede aprovecharse de ella en esa situación, si es así…

RACHEL P.O.V

Mis párpados seguían pesando. Mi dolor de cabeza habia aumentado notoriamente y mi estómago se encontraba cada vez más revuelto. Con muchísima dificultad abrí mis ojos que acabaron deslumbrados por la luz que parecia provenir de una chimenea frente a mi. Mi cuerpo se encontraba adolorido pero acariciada por una sábanas suaves que calentaban, junto al calor del fuego, mi cuerpo antes frío. Me encontraba tumbada en una cama.

Me incorporé como pude en la cama, mirando con dificultad mi alrededor. Me encontraba en una habitación que no conocia. Nunca había estado aquí, ni siquiera el olor me resultaba familiar. No me encontraba cómoda. Salí de la cama con dificultad, intentando no marearme. La decoración no distaba mucho de la mia y la de Azael. Tan…medieval. 

Todo se encontraba en silencio, quitando el chisporreo de las brasas y la madera en la chimenea. Unos pasos se escucharon desde el pasillo, dirigiendose hacia donde me encontraba yo. Me asusté , quedándome estática en el centro de la habitación. Los pasos se pararon frente a la puerta. Algo o alguien posó su mano en el picaporte de la puerta, girándolo y abriéndola, seguramente de manera más rápida de la que lo estaba viendo yo. Todo parecía verse a cámara lenta.

A la habitación entró un hombre alto, ancho de espalda, con apariencia fuerte. Su pelo rubio caía descansando sobre sus hombros, sus ojos azules se iluminaban gracias a los destellos del fuego, su barba del mismo color de su pelo estaba recortada, dándole un aire maduro a su faz.

Sonrió con suficiencia, acercándose con paso lento a mí haciéndome retroceder con pasos cortos y lentos, según sus movimientos. Al final, acabó acorralándome contra una pared. No podia escapar.

Quedó a escasos metros de mi. Observándome con expresión divertida y altiva.

- Es un honor tener a la pequeña reina de Olethros en mis aposentos. Ahora dime, ¿Por qué no tenemos un poco de diversión? -

You're my demonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora