{12} -Sr. Air-

83 11 0
                                    

Aquella mañana hacia un frío invernal que envolvía todo el pueblo de Alquimia. Llovía. Era como si de repente, hubiéramos entrado en la estación de invierno, sin habernos dado cuenta. 

Cristina se despertó muy temprano. Lo primero que se preguntó al abrir los ojos fue dónde se encontraba. Sinceramente, estaba muy desorientada.

Al mirar el reloj que había en su cuarto, comprobó que éste, tal y como todos los relojes del pueblo, estaba totalmente parado. Así que, se limitó a mirar por la ventana para intentar adivinar la hora que sería.

La verdad era que al mirar al exterior, el cielo estaba tan nublado como si se acercara una tormenta, no se sabía muy bien si era por la mañana, por la tarde o incluso por la noche.

Su habitación era bastante pequeña, pero aún así, muy acogedora. Tenía un precioso armario de caoba y varias estanterías en las que le habían asignado algo de ropa, libros y objetos variados. La cama en la que había dormido toda la noche no era muy cómoda. Sin embargo, se sentía orgullosa de aun que sea haber podido dormido en un lugar caliente y reguardado como en aquel frío lugar.

Todavía estaba en pijama por lo que abrió el armario y sacó una sudadera negra que tenía buen aspecto a pesar de haber estado mucho tiempo en ese armario cogiendo polvo. Se la puso, y, se miró en un espejo que estaba pegado a la pared cerca de su armario. Cristina se preguntó si realmente era ella la que se reflejaba en aquel objeto de cristal. La chica no había dormido bien ninguna de las dos noches que había pasado en Alquimia y ahora tenía unas ojeras horribles. Su aspecto, más pálido de lo habitual le recordaba al de un cadáver que estaba a punto de morir, sin mencionar la marca que llevaba en su frente gracias al choque que tuvo contra el árbol.  

Odiaba verse así, al mismo tiempo que odiaba recordar que no podría recuperar su ropa habitual. Ni sus zapatos. Ahora debía agradecer poder estar vestida con algo decente. Por aspecto putrefacto que tuvieran aquellos capuchos que colgaban de su armario. Si tuviera la oportunidad de volver a casa para hacer la maleta y volver a Alquimia, lo haría.

Se preguntó si los demás chicos habrían dormido algo mejor que ella. O incluso que les hubiera tocado habitaciones más amplias y limpias que la suya. 

 Mientras estaba sumida en sus pensamientos, alguien llamó a la puerta. 

-Adelante- dijo La pelirroja, imaginado que era Helena o alguno de los chicos.

Pero detrás de la puerta apareció una señora gordita y rechoncha que traía consigo una bandeja de plata que parecía contener el desayuno de esta.

-¿Quién es usted?- preguntó La chica curiosa. 

- Soy Liss, su criada. 

 Entonces Cristina sintió una gran satisfacción en su interior. ¿En serio? ¿Iban a tener criados que les sirviesen todos los días el desayuno en su cuarto? ¡Qué genial idea! 

-Ah, vale. Ya entiendo... 

-¿Dónde le dejo su desayuno, Señora Air?

¿Cómo? ¿Le había llamado Señora Air? Ahí es cuando la chica se dio cuenta de que su vida había cambiado por completo. En efecto, ya no volvería a oír su nombre. Cristina. Ya nadie la llamaría así, a no ser que se tratara de Bruno, Ethan o Helena. 

*******

- Hagan el favor de llamar a los chicos por el nombre de su Elemento. 

Eso lo dijo el Alcalde Wood, que en ese momento estaba rodeado de cuatro criados que les miraban con caras aterradas. 

 Y es que, el señor Wood infundía miedo a todos los habitantes de aquel pueblo- incluidos los chicos, ahora también llamados, Los Elementos-.

Los criados eran bastante mayores. Uno de ellos era un señor no tan calvo y que vestía con una corbata muy elegante. Se llamaba Bod. Así lo ponía en una chapa que llevaba colgada de su camisa. 

 El segundo criado, más bien bajito y un poco mas joven que el otro, mascaba en ese momento un chicle azul transformando su lengua en aquel color marítimo. Éste tenía el pelo blanco y vestía una camisa de cuadros azul que le daba un aspecto joven . Su nombre era berny.

Las otras dos criadas eran completamente diferentes. Una de ellas, delgada y joven y, la otra en cambio, era la copia de Bod pero en mujer. Era gorda y tenía su pelo canoso, por los años, recogido en un moño que le daba aspecto de anciana descuidada. Ésta era Liss. 

La otra joven tenía el pelo rizado y era bastante bella para ir sin maquillaje ni ropa bonita. Llevaba un simple camisón a modo de bata en el que también se recordaba su nombre: Eva.

Los cuatro escucharon la órdenes del señor Wood, asintieron con la cabeza y subieron por las escaleras, rumbo a las habitaciones que correspondían a cada uno de los Elementos. 

*******
Cristina se comió todo el desayuno. Si había algo positivo en aquella extraña mansión era la comida. Ojalá siempre fuera tan rica y elaborada como la que había probado en de esa bandeja. La bandeja contenía de todo: huevos, tocino frito, bolas de arroz fritas rellenas de carne y pan tostado con nata, un bizcocho de chocolate y de limón, tarta de manzana y una tableta de chocolate.

No sabía si era por el hambre que había pasado aquellos dos días o por el simple hecho de que la comida estuviera tan buena. Pero la verdad era que había sido el mejor desayuno de su vida. 

Lo único que dejó sin comer fue la tableta de chocolate que guardó en el bolsillo de su pantalón por si acaso no volvía a probar comida así en varios días.

Se sentó un rato para hacer la digestión, y cogió un libro para leer de los que había en una estantería. Y, entonces fue cuando un fuerte viento entró en la habitación, tirando varios de los libros que aguantaba aquellas viejas estantería. Cristina corrió hacia la ventana y no pudo creer lo que veían sus ojos. Un descomunal tornado se levantaba sobre el pueblo de Alquimia arrasando todo a su paso......



© The Elementals: The birth of fire (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora