{16} -La Puerta-

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Los Chicos se miraron los unos a los otros mutuamente. Tras haber sido completamente transformados, parecía que ni siquiera se reconocían entre ellos. 

Ethan miró disimuladamente hacia donde estaba Cristina, ya que estaba guapísima. Le encantaba su cabello pelirrojo rizado y sus ojos verdosos maquillados, que les hacían parecer todavía más grandes.

Se dio cuenta de que estaba completamente enamorado de ella. De nuevo volvía a sentir una gran debilidad por aquella hermosa chica. 

Cuando Seimon se detuvo en frente de ellos, les devolvió una mirada agradecida, por haber aguantado prácticamente toda la tarde en esa sala de peluquería.

- A partir de ahora, pueden descansar. Sus habitaciones se encuentran en el segundo piso. No olviden que mañana deberán estar listos, vestidos y maquillados como ahora, para comenzar dar inicio a la primera prueba. 

Para Helena y Cristina, que a pesar de ser chicas, no estaban muy acostumbradas a maquillarse, la idea de dormir con pintura en la cara, les parecía descabellada. 

Aún así, aceptaron las palabras de su mentor.

Y, dicho esto, los cuatro subieron en el ascensor, guiados por el hombre hasta el segundo piso. 

La segunda planta era increíblemente grande. 

 Contenía numerosos pasillos y escaleras de caracol que en el centro tenían una gran fuente con agua dulce y unos peces de colores que saltaban sobre el agua.

Cristina sonrió al ver a los peces nadando sobre la superficie. Le resultaba muy gracioso que unos peces tan corrientes saltaran. 

- Estupendo.... Aquí encontraran dónde pasar la noche cada uno de ustedes. 

Repartió cuatro llaves a cada uno de los Elementos. 

Cada llave poseía el número de su correspondiente habitación.

Helena y Cristina comprobaron felices como les había tocado relativamente cerca la una de la otra. 

En cambio, los chicos se limitaron a concentrarse en observar la curiosa llave. Era algo más que una simple herramienta para abrir puertas. 

Colgando de éstas, había un amuleto que se les había ofrecido a cada uno de ellos. 

- ¿Qué es esto? - preguntó Bruno a Seimon.

- ¡Ah! ¡Sí! ¡Se me olvidaba! Son sus nuevos amuletos. A partir de este momento, deberán llevarlos para siempre. 

Helena vio con asombro que su amuleto que coincidía con el dibujo de la puerta que debería abrir mañana. Un delfín. Un delfín precioso. 

Al igual que ella, los demás tenían también los mismos amuletos que había dibujados en las puertas del piso de abajo.

Bruno, un dragón. Cristina, un pájaro. Y Ethan, una Pitón. 

Seimon se despidió de ellos, hasta el día siguiente, y, bajó de nuevo en el ascensor. 

- Bien. Ahora que se ha marchado, ¿quién se viene a investigar con más profundidad este lugar? 

Bruno había sido el cabeza de grupo hasta ahora. El que había tomado todas las decisiones. El que se había enfrentado al señor Wood.

- Eso estaría mal. No deberíamos curiosear por ahí... 

Helena siempre con su buena voluntad de niña buena... 

- Yo estoy de su parte. ¡Vamos! ¡Será genial! ¡Imaginaos los secretos que se ocultarán en este gran edificio!

Ethan parecía entusiasmado por la brillante idea de su compañero.

Cristina también estaba de acuerdo. Al fin y al cabo, ¿qué perderían por dar una vuelta por ese increíble lugar? 

Estaban seguros de que cada rincón albergaría un nuevo secreto. 

- Entonces, ¡Vamonos! 

Todos marcharon detrás de Bruno. 

No parecía haber nadie por esa zona. ¿Habría alarmas o guardias que detectaran a los intrusos?

Era imposible saberlo. 

Caminaron por los pasillos de aquel enorme lugar. Algo que llamó la atención de los chicos fue que los pasillos estaban recubiertos por espejos y carecían de ventanas. 

¿Por qué tantos espejos? ¿Por qué no tenían ventanas hacia el exterior?

Siguieron paseando, y, tras subir por una escalera de caracol interminable, llegaron hasta un nuevo pasillo oscuro que contenía una única habitación. 

La puerta estaba totalmente cerrada y su aspecto era del de una película de miedo. Era oscura, y, alrededor del marco contenía la silueta de un cuervo negro con los ojos rojos.

Los ojos del cuervo los miraban de manera amenazante. Y, parecían estar llenos de vida en todo momento.

- ¿Qué creen habrá aquí dentro?- preguntó Ethan sin dejar de mirar los ojos atemorizantes del cuervo. 

-Ojalá pudiéramos abrir la puerta para descubrirlo... 

De repente, el zapato de Helena, rozó una pieza metálica que sonó por el eco del pasillo. 

Los chicos bajaron la vista al suelo, y, recogieron el diminuto articulo de metal. 

- Dios mío... Es una llave.

Bruno probó introducirla en la cerradura de la puerta. 

En ese momento, cuando la giró, un mecanismo se activó en el interior de la puerta, e hizo que el cuervo cobrara vida y que comenzase a batir sus alas con gran fuerza. 

¡Habían conseguido abrir la puerta!

Cuando ésta se abrió completamente, el interior de aquella sala solo era más oscuro que el color de la madera de la puerta de entrada. 

Decidieron por fin entrar. 

Y qué sorpresa se llevaron al descubrir que aquella sala, se trataba de un enorme y viejo laboratorio. 

En una estantería, se encontraba miles de productos químicos metidos en frascos de cristal, se levantaban frente a ellos.

Colgados del techo, además de numerosas telarañas, pudieron ver que había mil clases de relojes. 

A diferencia de todos los relojes que habían visto hasta ahora en Dalton, estaban puestos en marcha. Seis entre los variados relojes, también había colgantes y joyas de todo tipo. 

 A Ethan le llamó la atención uno en especial. Era un colgante dorado que resplandecía por su propia belleza.

Tenía una pitón dibujada como si fuera atacar. 

Fue a tocarlo y, cuando puso la mano encima de él, otra mano mucho más gruesa que la suya le apretó la muñeca, impidiéndole tocar el colgante. 

Les habían descubierto....


© The Elementals: The birth of fire (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora