{19} -Desesperación-

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Ethan caminaba decidido. Notaba los pies fríos dentro de sus sucios zapatos. 

El suelo estaba demasiado húmedo, demasiado para poder caminar a la perfección sobre él. 

El chico se preguntó si los demás se encontrarían en la misma situación que él. Sin saber a dónde ir, sin saber qué debía hacer para pasar aquella prueba...

Siguió caminando, y, pronto , descubrió como sus pies se iban introduciendo cada vez más adentro. Sus pies iban dejando huellas en el suelo. 

Y, notó como aquel suelo húmedo se iba convirtiendo en una masa pegajosa, que iba atrapando sus pies. 

Se quedó muy quieto, y notó como si hubiera una fuerza en el suelo que lo succionara lentamente.

De pronto descubrió la dificultad de pasar esa prueba. Se encontraba en una especie de arena movediza. 

La arena iba tragando sus pies. Ethan no pudo quedarse allí quieto dejando que aquello le tragase completamente, así que, decidió echar a correr. 

Algo que le resultó muy complicado, ya que sus pies seguían pegándose al suelo. Era como andar sobre una especie de fango pegajoso. Aquel lodo que Ethan tanto odiaba...

Su respiración cada vez se aceleraba más a medida que iba acelerando el paso. La arena, pareció sentir los pies del chico corriendo sobre ella, y, comenzó a tragar su cuerpo más rápidamente. 

¡Ethan debía llegar hasta algún lugar con suelo firme si no quería que aquella arena pegajosa se apoderara de él por completo!

Aunque sabía que pronto llegaría el momento en el que acabaría agotando de correr, y, finalmente, diera fin a su carrera. 

Ethan había sido demasiado tonto al pensar, que aquella prueba era un simple juego. No había podido pensar que fuera a estar entre la vida y la muerte. 

- ¡Joder! - exclamó jadeando.

Ya no podía correr más, pero aún así, siguió luchando para encontrar una manera de salir o, simplemente algo que lo salvara. 

Él nunca se había sentido valiente. Y en aquella prueba, se sentía demasiado osado como para parar de correr y rendirse. 

Solo le quedaban dos opciones: una; que aquella arena movediza parara de succionar su cuerpo, y la segunda; que encontrara pronto una salida, algo para salir antes de agotarse.

Las dos eran bastante improbables. Y, a pesar de la mentalidad pesimista del chico, pensó que la más probable era la segunda. 

De repente, vio que un árbol se levantaba sobre la arena movediza. 

Aquel árbol estaba rodeado de una pequeña isla de Tierra. 

Corrió más rápido -para su sorpresa- para llegar hasta la enorme planta. 

Era su única opción.

Cuando llegó a la base del árbol, la arena casi le llegaba por la cintura. 

No debía permanecer parado allá por mucho tiempo. 

Cogió una de las fuertes ramas del árbol y tiró hacia arriba en contra de la fuerza de la arena. Le resultaba muy complicado despegarse de ella, casi imposible.

Pero, de pronto, la arena bajó misteriosamente, y, consiguió subir al árbol. Una vez arriba, soltó todo el aire de golpe. Pensó en lo que hubiera pasado si no hubiera corrido y si se hubiera quedado quieto en la arena. Lo más seguro, habría sido tragado por el suelo, o al menos le habría impedido respirar por la fuerza aplastante de aquella arena y habría muerto. 

Y estaba vivo. Encima de un árbol, pero vivo... 

No volvería a bajar al suelo. Seguramente si posara sus pies sobre éste, la arena comenzaría a tragarlos de nuevo. 

No volvería a pasar por aquello de nuevo. Encima, Ethan se había sentido valiente por primera vez en su vida. 

Había actuado como un vencedor.

********

El Sr. Wood permanecía dando vueltas por su sala de relojes. 

No hacía más que pensar en los Elementos. Si conseguían pasar aquella fase, supondría una gran ventaja para él. 

De lo contrario, debería elegir a otros Elementos válidos. 

Así era. Elementos válidos e inválidos. No todo el mundo podía pasar aquellas fases, porque eran consumidos por el miedo.

Pero el alcalde confiaba en que ellos eran diferentes. Bruno, Cristina, Ethan y Helena tenían muchas más aptitudes que los demás Elementos que había evaluado en aquella prueba. 

El Sr. Wood se dirigió a una mesa, en la que tenía cuatro relojes de arena, cada uno de un color diferente, Rojo, Amarillo, Verde, Azul. 

 Aquellos relojes marcaban el éxito o el fracaso de las fases de cada uno de los Elementos.

Si la arena se paraba, implicaba que el Elemento había fracasado, y, si seguía cayendo, significaba lo contrario. En efecto, que el Elemento había superado la primera prueba. 

Los cuatro relojes de arena se movían, para la absoluta tranquilidad del Sr. Wood. 

Al parecer, todos estaban cumpliendo sus expectativas. Pero...

De repente, el hombre vio como la arena del Reloj Rojo y el Azul, paró por completo.

¡No podía estar ocurriendo! 

Dos de los Elementos habían fracasado. 

El Sr. Wood, enfadado, dio un golpe a uno de los relojes de arena y cayó al suelo, haciéndose pedazos.


© The Elementals: The birth of fire (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora