Quedaba claro que no podíamos contarles nada a nuestros padres o nos quedaríamos sin meteorito, y se nos había hecho tarde ya para ir por nuestra cuenta, así que bajamos la colina y llegamos al campamento con la idea de organizar una excursión para el día siguiente.
Todos se habían despertado ya de sus siestas. Los mayores estaban sentados leyendo mientras nuestra hermana jugaba en una esterilla en el suelo.
Maxi salió corriendo hacia ella.
Se giraron al oírnos llegar, pero nadie comentó nada. Era evidente que no habían visto caer el meteorito, así que, sin darle más vueltas, pusimos en marcha el plan.
—¡El paseo ha estado genial! Hemos subido hasta lo alto de una colina y desde arriba se veía casi todo el lago y tenía muy buena pinta —empecé—. Se nos ha ocurrido que mañana podríamos hacer una excursión para recorrer la orilla hasta el otro lado —añadí con toda la convicción que pude.
Habíamos quedado en que lo diría yo, porque nuestros padres estaban bastante acostumbrados a las trastadas de Óscar y se lo hubieran pensado más para hacerle caso.
—¡Ah, buena idea! —dijo enseguida papá al que la tarde de descanso parecía que le había sentado bien.
—¿Habéis visto algún camino para recorrer la orilla? —preguntó nuestra madre, siempre con su sentido práctico.
—No se ve ninguno claro —tuve que confesar—. Pero podemos seguir la línea del agua. Desde allí arriba no parecía muy complicado.
El plan quedó aceptado y a la mañana siguiente nuestros padres repartieron algo de comida y el agua en sus dos mochilas y salimos a recorrer la orilla del lago.
Óscar y yo también llevábamos nuestras mochilas y, tal y como habíamos quedado, metí la cámara de fotos que me habían regalado en el cumpleaños.
El camino fue más pesado de lo que habíamos previsto porque la orilla era una poco accidentada en algunos tramos y nos obligaba a dar grandes rodeos para poder seguir.
Así que, cuando calculamos que estábamos cerca de donde había caído el meteorito, no hizo falta mucho para convencer a todo el mundo de que podíamos parar allí mismo a comer y descansar un rato.
—¡Uf! Un buen paseo, ¿eh? —dijo Óscar justo antes de atacar el bocadillo que le había pasado nuestra madre un microsegundo antes.
Nadie respondió porque ya estaban todos ocupados masticando. Hasta Maxi. ¡Hay que ver qué hambre dan las caminatas por el monte!
Nuestro plan seguía su curso y después de devorar los bocatas a la velocidad de la luz, pedimos permiso para dar una vuelta por los alrededores.
—No os alejéis demasiado y tened cuidado, que estamos muy lejos de cualquier hospital —dijo nuestra madre con ese retintín suyo que decía: «No os metáis en líos».
ESTÁS LEYENDO
Las aventuras de Txano y Óscar - La piedra verde (#Wattys2017)
AventuraColección - Las aventuras de Txano y Óscar - Libro 1 ¡Hola! Mi nombre es Txano y mi hermano mellizo se llama Óscar. ¿Alguna vez has visto caer un meteorito? Pues nosotros, sí. En una excursión a principios de verano, una enorme bola de fuego...