El resto de la noche la pasamos genial, disfrutando de un montón de estrellas fugaces que no pararon de caer.
Nos inventamos un juego en el que cada vez que caía una estrella grande, teníamos que pensar en un deseo y «proyectarlo», y el otro tenía que decirlo para ir entrenando nuestra nueva capacidad. Cuanto más jugábamos, más raros y divertidos eran los deseos y más nos partíamos de risa.
El profesor y los demás compañeros nos trataron de maravilla y cuando, al cabo de unas horas, las estrellas se cansaron de caer, acabamos todos alrededor de un fuego contando todo tipo de historias y tomando un chocolate caliente que nos sentó fenomenal.
A mi hermano se le ocurrió darle a probar un poco a Flash y le encantó, pero con lo nerviosa que era de por sí, le pegó tal subidón de energía que estuvo media hora corriendo y saltando sin parar entre la gente del grupo, que se lo pasó en grande con ella.
Al final, todos caímos rendidos en los sacos de dormir. Incluso Flash, que cuando se le pasó el acelerón, se quedó dormidita en una cama que le preparó Óscar con un forro polar.
Al día siguiente nos levantamos tarde y después de un buen desayuno con el chocolate que había sobrado, desmontamos el campamento y la furgoneta del club nos dejó en casa poco antes del mediodía.
La comida fue aburrida. Nuestros padres habían trasnochado y nosotros también, y los intentos de Sara-Li para animar a la familia no acabaron de funcionar. Ni siquiera los saltos y carreras de Flash consiguieron animarnos. Todos necesitábamos una buena siesta.
Terminamos enseguida y cada uno se fue a su habitación, pero a pesar de lo cansados que estábamos, no conseguíamos dormir.
Habían sido muchas emociones y descubrimientos y todavía teníamos que asimilar nuestra nueva situación.
Los dos estábamos tumbados panza arriba en la cama con un montón de pensamientos dando vueltas en la cabeza.
Y Flash tampoco es que ayudara mucho moviéndose por toda la habitación y saltando de un sitio a otro.
—¡Txano! —susurró Óscar al cabo de un rato.
Me gire hacía él sin responderle.
—¿Te das cuenta de que somos algo así como unos X-Men? —dijo mirándome.
Me hizo gracia su ocurrencia y tuve que reconocer que tenía razón.
—También estaba pensando en lo que nos dijo el profesor de ayudar a la gente —continuó—. ¿Cómo crees tú que podríamos hacerlo? Solo nos decimos cosas con la mente. Eso no son poderes de verdad como ser superfuertes o superrápidos...
—No tengo ni idea —respondí girándome de nuevo hacia el techo—. Creo que lo primero es aprender a usarlo bien y después ya veremos...
Me parece que no le dejé demasiado tranquilo con mi respuesta porque al cabo de un par de minutos volvió al ataque:
—¡Txano! —susurró algo más fuerte.
—¿Quééé, pesado? —contesté con desgana.
—Creo que tengo un poco de miedo —confesó—. Me asusta pensar que un día, el poder desaparezca y...
No pudo terminar la frase porque Flash dio uno de sus saltos y se paró sobre su cabeza. Se quedó allí, estirada, mirando fijamente hacia la puerta como si hubiera oído algo.
Un segundo después dio otro bote y salió pitando de nuestro cuarto sin que pudiéramos ver dónde iba.
No tuvimos tiempo ni de pensar en seguirla, porque justo en ese momento un fogonazo verde atravesó el pasillo desde la habitación de nuestra hermana y nos hizo saltar de la cama.
Nuestros padres tenían la puerta cerrada y debían de estar durmiendo de verdad porque no dieron señales de vida.
El cuarto de Sara-Li estaba frente al nuestro y en dos zancadas nos plantamos allí. En cuanto asomamos por la puerta, Flash saltó hacia nosotros con el susto todavía en los ojos y se subió al hombro de Óscar.
El primer vistazo al dormitorio nos asustó.
Sara-Li estaba aturdida y tirada en el suelo y Maxi, se acurrucaba a su lado, temblorosa y con el rabo entre las piernas.
—¿Qué ha pasado? —preguntamos mientras la ayudábamos a sentarse.
—No estoy segura —dijo todavía un poco atontada—. Al subir a la habitación recordé que, cuando papá salió del cráter, yo también cogí una de las piedras antes de seguirle y se me había olvidado en el bolsillo del pantalón. La busqué para daros una sorpresa y la dejé encima de la mesilla. Luego me tumbé a echar la siesta. Imagino que me quedé dormida —sacudió un poco la cabeza para aclarar las ideas—. Entonces, sentí como una explosión, pero sin ruido y, de pronto, estaba en el suelo. Después..., después habéis entrado vosotros.
Óscar y yo miramos hacia la mesilla, pero como ya sospechábamos, allí no había ninguna piedra y un montoncito de arena ocupaba su lugar.
En ese momento, la mirada de Maxi se clavó en nosotros y Flash saltó del hombro y se puso a su lado. De pronto, dos voces extrañas que no eran la de Óscar resonaron en mi cabeza.
¡No podía ser! Me giré hacia mi hermano y su cara de desconcierto me confirmó que él también las había oído.
—¡Dios mío! ¡Maxi! ¡Flash! ¿Vosotros también? —solté sin darme cuenta de que Sara-Li estaba delante.
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Las aventuras de Txano y Óscar - La piedra verde (#Wattys2017)
AdventureColección - Las aventuras de Txano y Óscar - Libro 1 ¡Hola! Mi nombre es Txano y mi hermano mellizo se llama Óscar. ¿Alguna vez has visto caer un meteorito? Pues nosotros, sí. En una excursión a principios de verano, una enorme bola de fuego...