Volvía a ser lunes. El fin de semana había pasado y Flash se había integrado sin problemas en nuestra familia. Corría arriba y abajo por la casa como si siempre hubiera vivido allí y se dedicaba a seguir a Óscar a cualquier sitio que fuera.
Sara-Li y Maxi se encariñaron muchísimo con ella en cuanto la vieron y nuestra madre, aunque se hizo un poco la dura al principio, enseguida buscó unos cacahuetes para darle de comer.
Flash tenía algo especial.
A pesar de la compañía de nuestra nueva amiga, yo había pasado el fin de semana preocupado por las voces en mi cabeza. Por fortuna, no habían vuelto a parecer.
Al mediodía, el profesor Antonov nos dio una alegría cuando llamó a nuestro padre para pedirle que nos pasáramos por su despacho. Según papá, había dicho que tenía novedades que nos iban a interesar.
Esa tarde, volvimos a seguir a nuestro padre por los pasillos de la universidad. Flash se había venido con nosotros y desde el hombro de Óscar contemplaba a los estudiantes, que la miraban alucinados.
Por lo menos, esta vez conocíamos el camino.
Cuando llegamos al despacho del profesor, la puerta se encontraba entreabierta, así que la empujamos un poco y asomamos la cabeza por el hueco.
La pequeña habitación del otro día atestada de fotos y libros, ahora también estaba tan llena de plantas, que parecía una selva virgen.
Nos abrimos paso entre la maraña de tallos y hojas y al otro lado, sentado en su silla, un profesor Antonov tranquilo como si aquello fuera lo más normal del mundo, nos saludó con su habitual sonrisa de oreja a oreja.
—¡Hola, chicos! Pasad, pasad... Si podéis, claro —dijo riéndose de su propia broma.
Apartando ramas de todos lados, nos sentamos como pudimos y le miramos esperando una explicación.
El profesor miró una cajita de plástico trasparente que estaba encima de la mesa.
—Esto es lo que queda de vuestra piedra —dijo señalando la cajita.
Óscar y yo nos inclinamos sobre ella y lo único que pudimos ver fue un montoncito de arena en el fondo.
—Parece que esta roca tiene dos manías: ¡hacer crecer las plantas y desaparecer! —bromeó el profesor—. Cuando he sacado la caja esta mañana para llevarla al laboratorio, estaba así. Creo que otra vez nos quedamos sin analizarla. Aunque en realidad no os he llamado por eso.
El profesor rebuscó algo en el barullo de su mesa y Flash aprovechó la pausa para cambiar de posición y subirse a la cabeza de mi hermano.
—La buena noticia —continuó Sergio leyendo la hoja que había encontrado— es que ya tengo los resultados de los análisis de las plantas que trajimos del bosque y también de las que me he encontrado aquí esta mañana y ninguna tiene rastros de radiación o alteraciones genéticas —explicó.
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Las aventuras de Txano y Óscar - La piedra verde (#Wattys2017)
AvventuraColección - Las aventuras de Txano y Óscar - Libro 1 ¡Hola! Mi nombre es Txano y mi hermano mellizo se llama Óscar. ¿Alguna vez has visto caer un meteorito? Pues nosotros, sí. En una excursión a principios de verano, una enorme bola de fuego...