Todos reímos la ocurrencia de mi hermano y hasta la ardilla asomó la cabecita para ver qué pasaba.
El nombre de Flash le iba fenomenal.
¿Recuerdas que te había contado ya que nos encantan las películas de superhéroes? ¡Pues eso! Así que no te extrañe que Óscar eligiera ese nombre porque en aquel momento, Flash era su superhéroe favorito.
Sin más que hacer por allí, nos pusimos en marcha hacia el coche y durante el camino de vuelta, Flash hizo honor a su nombre y no paró quieta ni un instante, corriendo y saltando entre la mochila de nuestro padre y el hombro y la cabeza de mi hermano, que disfrutaba orgulloso de su nueva amiga.
Yo pensaba que a mamá no le iba a hacer demasiada gracia este aumento de la familia, pero también estaba seguro de que en cuanto Flash la mirara con esos ojillos brillantes, se quedaba en casa, fijo.
Con el entretenimiento que tuvimos durante toda la caminata, Óscar y yo llegamos hasta el coche casi sin enterarnos, pero cuando nos paramos, nos cayó encima todo el cansancio de golpe. Para Sergio también había sido un esfuerzo considerable y, aunque intentaba disimularlo, se le veía cansado.
Papá se ofreció a conducir en el viaje de vuelta y, creo que más por no dormirse que por otra cosa, animó a Sergio a que nos hablara de sus aventuras buscando meteoritos.
No hizo falta insistirle mucho porque, a pesar de lo cansado que estaba, era evidente que le encantaba hablar de ello:
—¿Sabéis dónde es más fácil encontrar un meteorito? —nos preguntó girando la cabeza hacia el asiento trasero.
—¿En un museo de meteoritos? —respondió Óscar con su habitual ingenuidad para estas cosas.
La ocurrencia de mi hermano le hizo gracia al profesor, que soltó una carcajada antes de continuar.
—¡De acuerdo! Ese es el mejor sitio, pero ¿cuál sería el mejor después de ese? —insistió el profesor.
Nos encogimos de hombros mientras esperábamos la respuesta.
—El mejor sitio para encontrar meteoritos es un desierto. Sobre todo, un desierto llano y de tierra clara, porque es mucho más fácil localizarlos a simple vista y la sequedad del ambiente los conserva en perfecto estado —explicó.
—Pero un desierto es enorme. Podrías estar meses andando sin tropezarte con nada —dije yo—. ¿Cómo haces para encontrar la piedra en un territorio tan grande?
—Bueno. A veces es cuestión de suerte, pero si el meteorito es suficientemente grande, la NASA suele reportar posiciones estimadas de caída y así puedes ir directo a la zona que te interesa —respondió Sergio—. Hace un par de años estuve un mes en el desierto de Atacama, en Chile, y junto con un amigo chileno que tiene un museo de meteoritos en San Pedro de Atacama, conseguimos encontrar cinco ejemplares nuevos, uno de ellos de casi dos kilos de peso.
—Un ejemplar de dos kilos ya es un gran trofeo, chicos —apuntó nuestro padre.
—Cuando te acercas y lo sostienes en la mano, la sensación es indescriptible —dijo Sergio rememorando su viaje—. Si cierras los ojos, puedes sentir la fuerza primitiva que late dentro de él.
Todos le escuchábamos extasiados, disfrutando de sus historias e imaginando aventuras. Hasta Flash se había quedado sentada en las piernas de Óscar, muy atenta a las palabras del profesor, que seguía hablando en el asiento delantero.
De pronto, la voz de Óscar interrumpió mis fantasías:
—Yo, de mayor, también voy a ser cazador de meteoritos —escuché que decía mientras me giraba hacia él.
Pero él no me estaba mirando. Ni siquiera estaba mirando al profesor o a papá. Estaba mirando por la ventana, sumido en sus pensamientos y parecía no haber dicho nada.
Flash, que se había colocado entre los dos, le miraba como si también le hubiera escuchado, pero ni nuestro padre ni el profesor se giraron ni hicieron ningún comentario. ¡Dios mío! ¿Óscar realmente no había dicho nada?
Y entonces, ¿por qué oía su voz?
¿Qué me estaba pasando?
¿El meteorito me había fundido la sesera?
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Las aventuras de Txano y Óscar - La piedra verde (#Wattys2017)
AventuraColección - Las aventuras de Txano y Óscar - Libro 1 ¡Hola! Mi nombre es Txano y mi hermano mellizo se llama Óscar. ¿Alguna vez has visto caer un meteorito? Pues nosotros, sí. En una excursión a principios de verano, una enorme bola de fuego...