Heldiengestarg

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El sol renacía incendiando nuevamente el cielo y los picos de las montañas de Gürgand, una brisa fría se filtraba entre los arboles cubiertos de nieve, Beethoven contemplaba desde la gruesa rama de un árbol el precioso panorama mientras sostenía un libro y una pluma, imaginaba una bella melodía acompañando aquel momento de tranquilidad y belleza. Las palabras de su camarada le distrajeron.

-¿Ludwig, que haces ahí arriba?

-Buenos días Frédéric, buscaba inspiración

-¿Y no podías buscarla en un lugar menos elevado?

Beethoven se limitó a dirigirle una sonrisa, bajó del árbol con un ágil salto, cayendo justo delante de Chopin, sin decir palabra se alejó hacia el lugar donde habían atado los caballos, le puso las riendas a su Percherón y se montó, esperando a que su acompañante hiciera lo mismo, una vez lo tuvo a su lado retomaron la marcha.

Cabalgaban al trote, uno al lado del otro, descendiendo por las colinas gobernadas por la niebla, lo único que se podía escuchar era el sonido del viento y toda la fauna que despertaba lentamente, devolviéndole la vida a aquellas extensiones verdes.

-Ludwig, he soñado con el día en que nos encontramos en el bosque, hace unos 16 años ya - le dijo el muchacho con un aire de tristeza en la voz

Beethoven clavó sus ojos verdosos sobre él, aquella pretérita noche había cambiado las vidas de ambos para siempre, podía recordar aquella bestia que se vio obligado a matar, podía recordar la sangre que derramó sobre el suelo enfangado de aquel bosque oscuro y tenebroso, y la extraña espada que desde aquel día llevaba colgada en su espalda.

-En ocasiones a mí también me viene ese recuerdo a la cabeza, nunca olvidé esa noche. Y cambiando de tema, estamos muy cerca de Heldiengestarg. ¿Te acuerdas del primer día que estuvimos en esa ciudad?, hacía poco que habíamos escapado del bosque.

-Claro que me acuerdo, en esa ciudad mostramos nuestro talento musical, se quedaron mucho más sorprendidos contigo, con tu magnifica sinfonía, Heroica.

-Oh, vamos... tu Marcha Fúnebre les gustó mucho, además ¿Cómo ibas a saber que había muerto la anciana más querida de la ciudad?

Chopin se encogió de hombros.

-No podía, claro

Siguieron cabalgando, ahora al galope, deseaban llegar a Heldiengestarg cuanto antes.

El sol estaba a punto de alcanzar su cenit cuando dos pilares altísimos se alzaron ante sus ojos, en los pilares yacían grabadas unas palabras.

"Que la música sea nuestra muralla, que los músicos sean nuestros guerreros"

Más allá de los pilares la ciudad de Heldiengestarg se extendía con todas sus casas de madera y piedra, los dos compañeros se adentraron con los caballos, la gente tenía un comportamiento extraño, en sus miradas había miedo y pena, algo tenía que haber pasado.

Dejaron los caballos en los establos y se dirigieron a la plaza principal, donde se situaba el gran Templo de la Música, una magnifica construcción con una Clave de Sol en la enorme puerta.

Desde que fue construido, el Templo de la Música se ha encargado de proteger a todos los músicos y guardar todas sus partituras, la desaparición de todas aquellas partituras representaría el silencio total para el mundo.

Entraron en el templo sabiendo que ahí eran más que bienvenidos, todo estaba lleno de instrumentos y vitrinas con partituras, un hombre vestido con una túnica negra apareció gateando, Beethoven y Chopin se acercaron rápidamente.

-¿Que ha pasado? - preguntó Beethoven

-No hay tiempo, ha ocurrido, la profecía...

-¿Que profecía?

-No hay tiempo, el Violinista del diablo ha venido intentando destruir las demás partituras. Buscad al Sacerdote Rojo... - les dijo jadeando

-¿Quién es el Sacerdote Rojo?

-¡No hay tiempo, buscadle, buscad al Sacerdote Rojo!


La décima sinfonía (ACTUALIZADA RECIENTEMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora