Un accidente afortunado

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Pasaba páginas y páginas incansable, todo eran nombres, nombres y más nombres ¿Quiénes debían ser? Solo conocía uno, y ese era el Sacerdote Rojo, pero Eco del Silencio... no entendía por qué le había llamado tanto la atención aquel nombre, no lo había escuchado nunca, pero le resultaba extrañamente familiar, no lo entendía, Mozart le arrancó de sus pensamientos.

-He buscado por un sinfín de estanterías, no hay nada más – dijo mientras se sentaba junto a su amigo

Beethoven cerró el libro y le dirigió una mirada a Mozart.

-Déjalo, no te esfuerces más, haber encontrado este libro ya es un milagro

Mozart volvió a levantarse y se dirigió hacia la puerta de la biblioteca, la abrió, en el exterior la lluvia seguía cayendo con fuerza, Beethoven lo siguió con la mirada.

-¿A dónde vas?

-A divertirme un rato.

El joven músico cruzó la gran puerta y se internó en la tempestad, Beethoven decidió seguirle, sintió el fuerte y helado viento golpear su rostro junto a la lluvia que le empapaba, Mozart corría y daba saltos.

-Ludwig, ven, esto es divertido – le dijo Mozart sin dejar de corretear.

Beethoven se limitó a dirigirle una sonrisa, él prefería disfrutar de la tempestad en calma, sin saltar ni correr, prefería pasear sin prisas mientras diferentes recuerdos le venían a la cabeza, o simplemente se inspiraba para componer.

Mozart seguía con lo suyo, le gustaba correr y saltar bajo la lluvia, solía hacerlo, le divertía, nada le preocupaba. Sin previo aviso chocó con algo haciéndole caer al suelo, cuando se recuperó del golpe se inclinó y buscó que era lo que le había hecho caer, era un hombre.

-¿Quién eres? – preguntó Mozart mientras se levantaba y contemplaba como el hombre hacia lo mismo.

-Lo siento, no te había visto – se disculpó – me llamó Franz Schubert ¿Has visto un halcón volando por aquí? Es importante encontrarlo.

-Me llamo Wolfgang Amadeus Mozart, y no, no he visto ningún halcón – le respondió - ¿Lud, has visto un...?

No fue capaz de acabar la frase al ver el estado en el que se encontraba su compañero, Beethoven tenía un halcón sobre su brazo, el halcón tenía los ojos mirando fijamente a los del compositor, los cuales estaban completamente blancos, segundos después, el pájaro voló y volvió a posarse sobre el hombro de su amo, Beethoven se tambaleó y cayó al suelo inconsciente, Mozart corrió hacia él y empezó a zarandearlo.

-¡Ludwig! Vamos, despierta.

Schubert se acercó con cara de preocupación, Mozart lo miró enojado.

-¿¡Se puede saber que le ha hecho tu pajarraco a mi amigo!?

-Puedo explicarlo, pero antes resguardémonos de la lluvia

. . .

Mozart y Schubert estaban sentados en el suelo, contemplando a Beethoven.

-¿Y bien? ¿Qué le ha hecho?

-Verás... mi halcón se llama Erlkönig, se lo puse en honor a un lieder mío, el lieder habla sobre el Rey Elfo (Erlkönig), cuenta esta historia:

Un padre y un hijo cabalgan por el bosque, el padre abraza al niño manteniéndolo cálido y seguro.

-¿Hijo, de que tienes miedo? – pregunta el padre al ver como el niño esconde su rostro.

La décima sinfonía (ACTUALIZADA RECIENTEMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora