Luna menguante

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Los tres amigos salieron del fuerte, Beethoven llevaba a cuestas al sacerdote, que seguía inconsciente. Montaron en los caballos y comenzaron a cabalgar con rapidez cruzando el bosque de las cuatro estaciones, esta vez no tuvieron problemas con los seres elementales, se apartaban a su paso como si respetaran a su creador.

Al salir del bosque, Beethoven, que sujetaba al sacerdote, se detuvo repentinamente.

-¿Que ocurre Ludwig? - preguntó Frédéric

-El sacerdote, está sangrando - dijo mientras enseñaba la mano manchada de sangre - hay que apresurarse - continuó

Retomaron la marcha apremiando a los caballos, dirigiéndose a toda prisa hacia Heldiengestarg, cruzaron ríos y arboledas hasta llegar a los pilares de la ciudad.

Dejaron los caballos en los establos y volvieron a la taberna, los ciudadanos miraban con curiosidad a Beethoven, que cargaba con el malherido sacerdote. Una vez dentro de la taberna entraron nuevamente a la habitación y tumbaron al sacerdote en la cama, Beethoven se puso a examinarlo de inmediato.

-La herida del vientre es profunda y sangra bastante, y no solo eso, también tiene mucha fiebre - explicó Beethoven

No advirtió hasta entonces que un hilo de sangre comenzaba a escapar de la boca del sacerdote.

-Bueno, y ahora eso...

Mozart se acercó al sacerdote y lo miró de arriba abajo.

-Este pronto estará más muerto que la reina de Magdrako, y bajo tierra no nos servirá de nada - dijo sin poder evitar una ligera risa cómica

Beethoven lo miró enojado.

-Wolfgang, esto es serio...

-Tienes más malhumor que un perro vagabundo

-¿¡Que has dicho!?

Mientras los dos compañeros se peleaban el sacerdote abrió mínimamente los ojos, comenzó a quejarse, entonces todas las miradas fueron para él, sus quejidos aumentaban y se retorcía.

-¡Hay que ir a por un médico! - dijo Beethoven con desesperación mientras corría hacia la puerta

-¡Yo conozco uno! - le siguió Mozart

Ambos desaparecieron por la puerta, dejando a Chopin con el sacerdote, el muchacho lo contempló sin saber muy bien que hacer, se acercó y se sentó en la cama, a su lado, el herido lo miró intentando en vano articular palabra.

-Tranquilo, estas en un lugar seguro, Heldiengestarg. Yo y mis amigos te hemos traído aquí - le dijo intuyendo lo que intentaba decir - no te preocupes, el medico vendrá pronto, debes aguantar

El sacerdote agarró con fuerza la mano del muchacho, él le dejo hacer, le daba lastima verlo sufrir.

-Me llamo Frédéric Chopin ¿Y tú?

-Antonio Vivaldi... - le dijo con esfuerzo - puedes llamarme Vald...

La puerta se abrió, Beethoven y Mozart traían al médico.

-¿Es este vuestro amigo? - preguntó el médico

Beethoven y Mozart asintieron. El médico se acercó a Vivaldi y le miró la herida, no pareció sorprenderse demasiado.

-La herida no es muy grave, no entiendo por qué está tan mal

El sacerdote intentó dar explicaciones pero no se sentía con las suficientes fuerzas como para decir una sola palabra más, Chopin, que seguía a su lado, lo contemplaba con una mirada triste.

La décima sinfonía (ACTUALIZADA RECIENTEMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora