Había pasado cerca de un día desde que escaparon del fuerte de las montañas Gürgand. Siendo perseguidos por una multitud de campesinos, descontentos por las repercusiones que habían causado los descontrolados poderes de Vivaldi. En aquellos momentos se sentían bastante seguros, confiaban en que aquellos lastimosos plebeyos no se arriesgarían en otro encuentro con el que ellos llamaban, "el temible Sacerdote Rojo".
No obstante, a pesar de que la calma gobernaba aquel hermoso paraje, no querían bajar la guardia, sobre todo Chopin, tenía malos presentimientos y para su desgracia, no solía equivocarse con demasiada frecuencia.
Vivaldi se pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo y cuando no lo hacía su rostro simplemente permanecía con una expresión entre pensativa y triste, acurrucado en la capa que le había dejado su compañero para poder protegerse mínimamente del frío.
El gesto de su rostro apenas había cambiado desde que, sin poder evitarlo, le quitó la vida a aquel pobre trabajador. La culpa invadía todo su ser cuando recordaba algunas de sus últimas palabras, incluso le hacía lamentar el día de su propio nacimiento.
Chopin permanecía sentado a su lado por si necesitaba algo. Le hubiese gustado tener un piano a su alcance, pues sin el susodicho instrumento era incapaz de escribir una sola nota. igualmente, no creía que la inspiración le estuviese acompañando en aquel momento. Podría imaginarse la luna plateada coronar el firmamento, si no fuese por la cegadora luz del sol; sería capaz de dar pinceladas negras sobre aquel orbe dorado y así olvidar el cobalto perturbado por motas polvorientas, y sin duda alguna la inspiración le sonreiría si veloces imágenes no colmasen su cabeza.
Un hombre en el que los estragos de la edad eran más que visibles, cuyo arrugadísimo rostro escondía tal vez un siglo de sabiduría, iba acompañado por un muchacho vestido con ropas de colores apagados y desgastados. No pudo ver bien su cara pues la imagen no era demasiado nítida. Pronto todo aquello desapareció más veloz que un rayo.
El joven músico se sobresalto de tal manera que acabó despertando a Vivaldi. Miró a su alrededor, hacia el cielo, hacia las montañas, hacia Vivaldi, incluso hacia a él mismo, como si hubiese olvidado en que lugar estaba. Sus manos se aferraron a la tierra, tenía la extraña sensación de que su cuerpo se precipitaba por un oscuro abismo y simultáneamente su consciencia revoloteaba como un pájaro sobre aquel mismo agujero sin fondo.
Vivaldi lo miraba entre asustado y curioso, no sabía lo que pasaba por la mente de Chopin, pero desde su perspectiva era un espectáculo un tanto inquietante.
- ¿Frédéric? - preguntó algo somnoliento
El muchacho respiraba agitadamente, sin dejar de aferrar la tierra, inconsciente de las palabras de su amigo y del resto del mundo. El violinista, demasiado desganado como para osar levantarse del suelo alargó el brazo hasta tocar el de Chopin, el cual, tremendamente asustado dejó escapar un alarido. Después de eso incluso Vivaldi se asustó.
- ¿Te encuentras bien? - le preguntó Vivaldi con los ojos abiertos como platos
- ¿Qué? ¡Ah! Si, sí, estoy bien. Estoy bien... - respondió Chopin sin haber acabado de recuperarse
- ¿Seguro? Parecía que te hubiesen poseído.
- No te preocupes. Estoy bien. Enserio. Debo haber tenido una pesadilla o algo así... - se recostó en el tronco del árbol que tenía detrás, había acabado mareado y con un ligero dolor de cabeza. - Si es que acaso se pueden tener estando despierto... - continuó mientras se acomodaba
Vivaldi se medio levantó del suelo y se sentó junto a Chopin.
-Bueno... la vida perfectamente podría ser una pesadilla ¿No crees Frédéric?
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La décima sinfonía (ACTUALIZADA RECIENTEMENTE)
Adventure¿Qué pasaría si los más grandes compositores de todos los tiempos se viesen sumidos en un conflicto capaz de silenciar toda la música, permitiendo gobernar a una sola melodía? Y como las profecías presagiaron, dos clanes se verán obligados a luchar...