Mi cuerpo se movía con brusquedad, estaba acostado en la espada de un reptil, aún era de noche y aún me dolía mi brazo. ¿A dónde me llevan? –Me pregunté –pero si me hubiera querido muerto ya lo habrían hecho. Las bestias se detuvieron y uno de ellos me agarró como si fuera un juguete colocándome en el suelo con mucho cuidado.
Estaba débil pero con fuerza suficiente para levantarme, cuando miré a mi alrededor, me di cuenta que estaba dentro de una cueva. Me moví con dificultad hacia un costado y me senté a relajar los músculos.
Una criatura se apareció de repente frente a mí. Era como un lobo pero humano a la vez, estaba en dos patas y dos veces más grande que una persona normal.
-Así que has llegado –habló el monstruo. –no tenías que ser ayudado por tus demonios. –se dirigió a la bestia que me habían ayudado y uno de ellos agachó su mirada con temor, el otro retrocedió pero tan solo dos pasos. –baja la montaña y vuelves a subir sin ninguna ayuda.
-¿Eres Newén, el sabio? –Pregunté, supe entonces que era un hombre lobo, pero diferente a los de cuatro patas.
-Baja y vuelve a subir, pero esta vez sin ayuda. –repitió el monstruo.
-No lo haré. Necesito hablar contigo.
-No hablo con personas débiles.
-¿Sabes quien soy?
-No me interesa quien eres –Habló y luego se marchó a lo profundo de la cueva.
No tenía la fuerza para regresar y volver a subir, pero si era la única forma para poder formar una conversación con el tenía que hacerlo. Me levanté y caminé hacia la salida, las bestias me empezaron a seguir con cautela. Estaba molesto, furioso y frustrado.
-¡Lárguense, no necesito de su ayuda! –Les grité a esos enormes reptiles, no sabía lo que eran, pero estaban ahí para ayudarme ¿Pero por que a ahora? He estado en peligro en muchas ocasiones y nunca se aparecieron. Los demonios se miraron entre sí y se desvanecieron dejando un humo negro y espeso.
Seguí mi camino y al final de la salida estaba Newén, esperé creyendo que me iba a decir algo, pero no mostró ninguna señal, así que caminé pasándolo por un lado, y hasta que estaba en una distancia más o menos largo, me hablo.
-Ráziel, sígueme –dijo el lobo.
Me voltee y lo seguí a lo profundo de la cueva, hasta llegar a un pequeño arroyo, que sobresalía de las paredes.
-Bebe –me ordenó.
Esas palabras me incomodó mucho, obedecer ordenes no era lo mío, pero mi orgullo se fue al drenaje, realmente tenía sed.
-Déjame ver tu brazo.
Ese miedo que sientes, cuando algo malo va a suceder, lo presencié en ese momento. Me negué, pero Newén se acercó con rabia y me estiró el brazo con brusquedad, haciendo que el dolor me retumbara.
-Maldición, maldición ¿Porqué? –Me retorcía de dolor.
-Si no te enderezo el brazo, no se te recuperará nunca. –dijo Newén sentándose a un lado de mí.
El dolor desaparecía siempre y cuando no emitiera ningún tipo de movimiento. Tirado en el suelo me apresuré hacer las preguntas.
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Crónicas de Ráziel - El Secreto de un Mestizo
FantascienzaRáziel es un niño que busca el propósito de su vida porque cree, en que el destino está escrito. Después de tener una serie de pesadillas, se adentra a lo más peligroso lugares del mundo; junto con Susan Nowlly, una chica arqueóloga que sigue los pa...