El último cigarrillo

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El mechero no tardó más de dos o tres raspadas hasta que escupió una luz azul y amarilla y el cigarrillo por fin, comenzó a desvanecerse en una ascendente y fina capa de humo grisáceo. Tras la primera calada, me dejé arrastrar por el efímero deleite del sabor amargo de la nicotina y evoqué de una nostálgica manera, aquella sensación de mareo vertiginoso en espiral que me había producido mi primer pitillo. Recorrí lentamente con la vista la habitación. Las cosas permanecían todavía en esa eterna y casi enloquecedora mudez que produce una cierta aprensión. Todo estaba estática y estéticamente preparado; las patas de la silla milimétricamente separadas de las juntas de las baldosas, la soga a un metro sesenta del asiento, las cortinas echadas, el ánimo prácticamente vencido.

Relatos cortos y otras paridas salidas de una botella de Jameson®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora