Capítulo 1

1K 58 33
                                    

Capítulo 1 - Mudanza al canto.

Menudo día de mierda que habían elegido para mudarse. Vaya mierda de tiempo. Odio la lluvia. Echaré de menos Pamplona aka Mordor, pero por lo menos a donde vamos no llueve casi, por no decir nunca. Al sur, nos vamos. Sureste. A Valencia. Nos esperan como mínimo seis horas de viaje. Qué bien. Sí, claro que era una ironía. Tiendo a ser bastante sarcástica. Ah, bueno, no me he presentado. Me llamo Lidia Ramos, tengo 17 años y soy más borde que mi madre cuando está de mala leche. Yo vivía tranquilamente en Pamplona, capital de Navarra, provincia de España. Información para los que son nulos en geografía. De nada.

A lo que iba, estaba yo agusto allí, y había conseguido encontrar amigos de verdad. Éramos una cuadrilla peculiar, pero a mí me encantaba. Estaba formada por diez personas, tres chicas y siete chicos: Ane, Edurne, Rubén, Sergio, Alberto, Daniel, Juan, Javier, Xabier y yo. Les echaré muchísimo de menos. Sus gracias, chistes malos y empanamientos. Los comentarios sobre libros con Sergio, Ane y Rubén. Sobre chicos con Ane y Edurne. Sobre gilipolleces en general con Daniel, Xabier y Juan. Ah, qué tiempos.

Bueno, por lo menos mi cacao mental amoroso se arreglará porque ya no tendré que ver a ninguno de los tres chicos que me tenían loca. No pienso ni mencionar sus nombres nunca más. Así la vida será más fácil.

Mientras meditaba sobre la vida, una colleja me devolvió a la parte trasera del coche. Vida fácil, y un cojón.

- ¿Pero tú eres tonto? - le grité a mi hermano.

- Te llama mamá - se limitó a responder él.

Le di una colleja a él y asomé la cabeza en el hueco de los dos asientos.

- ¿Qué pasa?

- Toma algo de comer - dijo ella tendiéndome una mandarina pelada.

- Gracias.

Me apoyé de nuevo contra la ventanilla y empecé a degustar la mandarina. Mmm, ácida, como a mí me gustan. De repente un ladrido quejumbroso me sobresaltó. Ya estaba Koda mendigando algo de comer. Miré hacia atrás con disimulo y lo pillé sentado, mirándome inquisitivamente. Le lancé un gajo de la mandarina y volví a mirar para adelante.

- ¿Cuánto falta? - preguntó mi hermana con voz quejumbrosa.

- Tres horas - dijo mi padre, impasible.

- Joder.

- Markel, no digas palabrotas.

- Perdón, mamá.

- ¿Podéis poner música?

- No.

- ¿Por favor?

- ¿No has oído a tu padre?

- Joder - bufé.

- Lidia, no digas palabrotas - dijo mi hermano burlón.

- Cállate imbécil.

- Lidia, no le llames imbécil a tu hermano.

- ¡Pero si es él el que fastidia!

- Apañároslas vosotros.

Mi madre se dio por vencida y suspiró. Yo fulminé a Markel con la mirada y rebusqué entre mis cosas. Al fin encontré el móvil y los auriculares, y me los iba a poner, pero...

- Mamá, Lidia ha cogido el móvil.

Miré cabreada a mi hermana.

- Lidia, dame el móvil.

Suspiré con resignación y le pasé el móvil a mi madre.

- Te odio - susurré al oido de mi hermana.

Ni lo piensesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora