Capítulo 4

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Capítulo 4 - Eunate, Victoria, Álvaro y Clara

Después de asimilar que Marco era italiano y que tenía un año más que yo y que estaba demasiado bueno, me terminé el bocata. La verdad es que estaba muy rico. Cuando no tenía nada más que llevarme a la boca me dediqué a observarlo todo. Y me encontré con el chico que había arrollado por la mañana, Álvaro. Le miré con curiosidad. La verdad es que el chaval no era para nada feo. Moreno de ojos azules y pelo castaño. Corrijo, morenazo. En uno de esos momentos se dio la vuelta y vio que le estaba mirando. Sonrió y me saludó moviendo la mano exageradamente, gesto que correspondí. Cuando fijé la vista en nuestra mesa otra vez, todos me miraban con la boca abierta.

- ¿Qué pasa? - dije preocupada - ¿Qué he hecho mal?

- Tú... - empezó Miriam.

- Has saludado al chico más popular del instituto - terminó Laura.

- ¿¡Que has hecho qué!? - gritó alguien por detrás pegándome un susto de muerte.

Me giré sobresaltada y me encontré con dos chicas, una que parecía que le estaba dando un ataque y la otra dándose una palmada en la frente. La hiperactiva era rubia, de piel clara y con los ojos color miel. La otra, morena de piel y pelo y con los ojos marrones oscuros.

- Tampoco es para tanto, Eunate - dijo la morena.

- ¡Pero es el novio de Clara! - gimoteó la rubia, al parecer Eunate.

- Y Clara es... - pregunté desconcertada.

- La tía más zorra que puede existir en el mundo - explicó la morena dejándose caer en el asiento libre a mi lado.

- Mmm. Entiendo. Así que básicamente está prohibido mirarle o respirar el mismo aire que él, ¿no?

- Veo que lo vas pillando - sonrió la morena de nombre aún desconocido.

- Pues hoy por la mañana le he dado una bofetada - solté.

Ahora todas las mandíbulas estaban en el suelo.

- ¿Por qué? - preguntó Laura horrorizada.

- Porque - expliqué - el muy cerdo me ha tocado el culo.

- ¿¡QUÉÉÉ!? - gritaron al unísono todos.

Prácticamente todo el mundo se giró para averiguar qué causaba tanto escándalo. Me sonrojé sin poder evitarlo y contuve una carcajada al ver a los pobres tan anonadados.

- ¿Lo dices en serio? - preguntó la morena.

- Ahá - asentí.

- ¿Y le has dado fuerte?

Volví a asentir con una sonrisa.

- Bien - sonrió ella - Soy Vitoria. Te considero ahora oficialmente mi amiga.

- Encantada, yo soy Lidia, y bueno, me alegro de ser tu amiga - respondí.

Ella me sonrió y luego miró a Eunate inquisitivamente, que seguía mirándome con los ojos abiertos. Violeta carraspeó, y Eunate pareció reaccionar.

- Oh, sí. Yo soy Eunate - dijo con una sonrisa.

- Encantada - se la devolví.

Siguió inspeccionándome con la mirada un rato más. Los demás, al ver que seguía observándome y que yo no decía nada, decidieron intervenir.

- Eunate, ahora mismo pareces una acosadora - dijo Lucas enarcando una ceja.

Eunate le miró con cara rara y luego se dirigió a mí.

- Perdona, es que he oido un rumor sobre que Álvaro había acompañado a una chica a clase y estaba comprobando si la descripción coincide contigo - se excusó.

- No pasa nada - sacudí la cabeza - y sí, me ha acompañado al laboratorio porque yo andaba un poco perdida.

- Podrías habérselo preguntado en vez de mirarle como una acosadora - se burló Unai.

- Oh, cállate Unai - le respondió Eunate - Sabes que yo no soy de pensar antes de actuar.

Todos reimos ante ese comentario. Miré el reloj, las doce menos diez.

- ¿A qué hora...? - empecé a preguntar cuando una voz chillona me cortó.

- ¿Quién te crees que eres? - me gritó al oído.

Al ver las expresiones horrorizadas de mis compañeros, supuse que la dueña de la voz era Clara. Me giré despacio y me encontré una Barbie plástica con exceso de pintalabios.

- ¿Me estás hablando a mí? - me hice la tonta.

- ¿No es obvio? - me chilló de vuelta. Por dios, qué voz más horrorosa.

- Bien, bueno, ¿qué quieres?

- ¿Que qué quiero? ¿Cómo que qué quiero? - la expresión de su cara hacía que pareciese una auténtica psicópata.

- Pues sí, la verdad es que yo no te conozco así que no tengo por qué saber qué necesitas que yo te haga - alcé una ceja.

- Bueno, soy Clara - minipunto para mí - capitana de animadoras de baloncesto femenino y masculino, y soy la novia de Álvaro. La novia. Lo que significa que Álvaro es mío.

- Eres un poco posesiva, ¿no crees? - le pinché un poco. Me estaba empezando a hartar.

Clara entrecerró sus perfectamente depiladas cejas. Cuando habló, por poco no me escupe.

- No te acerques a él nunca más, zorra.

¿Qué cojones?

- ¿Cómo me has llamado? - siseé.

- Zorra - respondió con una sonrisa digna de la madrastra de Blancanieves.

Así que encima lo repite, ¿eh? Bueno, qué valiente. A mí me puedes insultar llamándome de todo menos zorra y todo lo relacionado. Si me llamas imbécil puedo reconocer que tienes tus razones, pero jamás me llames zorra o te arrepentirás. Como esta rubia imbécil.

- Repítelo - dije avanzando un paso.

Clara retrocedió otro, pero no se le borró la sonrisa de la cara. Escaneé mi alrededor con la mirada. La verdad es que habiamos creado espectáculo. Vi a mi hermano sonriendo y seguramente orgulloso de decir: "mirad, esa es mi hermana". Aunque probablemente luego iría con el cuento a papá y a mamá. Cabrón. Desvié la vista de mi hermano y me encontré a Álvaro caminando hacia nosotras con expresión cansada en el rostro. Luego pasé a mirar detrás mía. Violeta, Unai y Lucas me observaban curiosos, Eunate estaba otra vez perpleja, Miriam sonreía y Laura... Laura evitava mirar en nuestra dirección. Se estaba mordiendo las uñas, mirando al suelo y de vez en cuando echando miradas de reojo. Cuando vio que le estaba mirando, sonrió débilmente y me animó con la mano. Sonreí de vuelta y volvi a fijar la mirada en Clara y su escuadrón de animadoras de baloncesto.

- He dicho que eres una zorra.

- Bien. Bien. La has cagado pero bien. A mí nadie me llama zorra, y menos tú.

- Uhhhh, qué miedo - se burló, y añadió - zorra.

- TE VAS A ENTERAR - salté avanzando hacia ella dispuesta a darle una patada en el culo.

Pero no pude avanzar más que un paso. ¿Por qué? Porque alguien me agarró de la cintura y me llevó en volandas hacia la salida.

- ¡Suéltame! ¡Que me sueltes he dicho! ¡Se lo merece!

Seguí maldiciendo durante todo el trayecto hasta que la incógnita que me había arrastrado fuera de la cafetería entró en una habitación y cerró la puerta. Cuando mis pies tocaron suelo otra vez, grité unas cuantas veces más, pegué un puñetazo a la pared (que me hizo bastante daño, por cierto) y pataleé una vez contra el suelo. Me di la vuelta para encararle y gritarle, a quien quiera que me haya privado de dejarle las cosas claras a esa cosa, unas cuantas cosas sobre la libre expresión. Y allí estaba mirándome con una expresión divertida en el rostro. Adivinad quién podría ser.

Ni lo piensesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora