Capítulo 2 - Instituto Villiens
«PI-PI-PI-PI-PI»
Odio mi despertador. Siempre me da sustos de muerte. Es un cara fuco en toda regla. Lo apagué de un manotazo y lo tiré al suelo. Busqué mis gafas tanteando por la mesilla que tenía que estar encima de mi cama, pero no encontré nada. Entonces me acordé. Estaba en Valencia, y tenía que "empezar" nuevo instituto dentro de... hora y media. Será mejor que empiece a prepararme. Me levanté desperezándome y fui hacia el baño, con la intención de darme una ducha relajante a toda velocidad. Estaba tan agusto debajo del agua que lo de rapidez prácticamente se anuló. Hasta que oí el grito de mi padre. Entonces salí, me envolví en una toalla y me dirigí hacia el armario más mejor del mundo. Se atisbaba bastante sol a través de las cortinas, que supongo que cerró papá, así que me decidí por unas mayas negras combinadas con manoletinas blancas y una camisola blanca semitransparente, por lo que debajo me puse una banda negra y listo. Me metí la camisola dentro del pantalón, y me peiné. Luego bajé las escaleras alegremente y entré en la cocina. Yo no soy de desayunar mucho, así que me tomé un zumo y un vaso de leche con colacao, y perfecto. En cambio, entre mi padre, mi hermana y mi hermano podían acabarse la despensa entera en tan sólo una mañana. Mi madre y yo eramos las más moderadas, pero no se podía decir que comiéramos poco.
- Agh, Markel, come más despacio. Eres un cerdo - hice una mueca de asco.
- Yo como como me da la gana.
- Eres un pedazo de clonc. Que te fodan.
Mi hermano me miró con los ojos entrecerrados, sin comprender, mientras yo esbozaba una sonrisa un tanto burlona. Luego sonrió maliciosamente.
- Mamá, Lidia se ha vuelto loca.
Fingió asustarse, a lo que yo puse los ojos en blanco y metí en el lavavajillas mis cubiertos. Subí arriba, y terminé de prepararme. Cuando estaba poniéndome mis perlas, mi padre nos llamó para llevarnos al colegio. Corriendo, me eché un poco de rímel y brillo, me los metí en el bolsillo de mi cazadora de cuero junto con el iPhone y las llaves, cogí la mochila y bajé al garaje. La verdad, hacía un tiempo muy pero que muy agradable. Por estas cosas merece la pena cambiarse de ciudad a otra más al sur. Fui a entrar al asiento de copiloto, pero estaba mi hermano. Le fulminé con la mirada y reunfuñando me senté en el asiento de atrás. Al otro lado se sentó mi hermana. Estaba medio durmiéndose contra la ventana del Altea. Hombre, eran ¿¡las ocho!?
- Papá, sólo son las ocho, ¿por qué salimos tan pronto?
El me miró por el espejo retrovisor y miró al techo.
- Tenéis que ir antes tu hermano y tú a secretaría a por vuestros horarios y libros. Allí os darán toda la información que necesitéis.
- Vale.
Ahora estaba mucho más claro. A las ocho y cinco ya estábamos frente a un edificio rectangular, rodeado por unas vallas un tanto feas. El edificio era de ladrillos rojos, y en la fachada se podía leer «I.E.S Villiens».
- Este es vuestro instituto - nos dijo mi padre a mi hermano y a mí - el colegio de Mireia está una manzana más abajo.
- Bien - respondí desátandome el cinturón.
- Que tengáis un buen día, chicos - se despidió mi padre.
- ¡Adiós!
Mi hermano y yo nos quedamos mirando la abertura entre las horrendas vallas de color gris. Después, con un encogimiento de hombros nos dirigimos hacia adentro. Justo cuando entramos había un cartel que indicaba la situación de cada cosa que había allí. Secretaría, por ejemplo, estaba a la izquierda. Markel y yo entramos juntos, y nos recibió una señora de cara agradable.
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Ni lo pienses
Teen Fiction"- Bueno, por mucho que te fastidie, sé que te encanto. Veo cómo me miras desde lejos y escucho las conversaciones que tienes con mi hermana cada vez que vienes a casa, así que lo sé todo sobre ti. Lo que tú quieres es estar cerca mío todo el tiempo...