Capítulo 7

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Capítulo 7 - ¡No te atreverás!

Al terminar las clases, Unai se quedó conmigo porque luego tenía entrenamiento, y además me dijo que no se quería perder la reacción de las jugadoras cuando les presentaran a su nueva pívot. Fuimos los dos a la cafetería para comer.

Cuando llegamos, un pequeño grupo de personas se apelotonaba en la fila de la comida. Me empecé a poner de los nervios. Unai me dio un apretón en el hombro. Le miré agradecida. La gente en cantidad me da pánico, sobre todo cuando no conozco a nadie.

- ¡Gente! - gritó Unai.

Joder pero por qué gritas pedazo de imbécil, no ves que no quiero que me vean.

Fulminé a Unai con la mirada y luego fui dando pasitos para colocarme detrás suya. Como Unai era grandote, podía esconderme un poquito.

Estás un pelín ridícula.

Ah, déjame en paz. Te odio.

- Chicos, esta es Lidia - dijo Unai arrastrándome fuera de su espalda para dejarme a la vista de todos - es la nueva pívot del equipo femenino.

Me empujó para que avanzara, pero yo sólo pude dar tres pasitos y luego me clavé en el suelo.

- Hola - dije con un hilo de voz.

- Hola - respondió un coro de voces animadas.

Un grupo de chicas se me acercó con curiosidad. Había una que parecía ir al frente. La verdad es que era bastante mona, de altura media, pelo castaño oscuros y unos ojos redondos avellanas.

- Hola - saludó - Me llamo Cristina, y soy la capitana del equipo femenino.

- Encantada - le dije.

- Así que juegas de pívot - dijo otra cortante.

Cristina, Unai y yo le pusimos mala cara.

- Calma tus humos, Paula. Ella no tiene la culpa que te comieras el banquillo por ser demasiado exagerada - le replicó Cristina.

Eso hizo que respetara más a Cristina. Luego, observé con más detenimiento a Paula. Antes no había percibido que llevaba el brazo izquierdo vendado y sujetado con un pañuelo. Esguince de muñeca, probablemente.

- ¿Qué sabe hacer? - preguntó ésta, todavía desconfiada.

Yo le miré frunciendo el ceño.

- ¿Qué sabes hacer tú? - le espeté - Además, puedes hablarme a mí, hablo tu idioma.

Un silbido de admiración salió de los labios de Unai, y Cristina esbozó una pequeña sonrisa.

- ¡Eh, Ramos! - gritó alguien.

Me giré a la velocidad del rayo para ver como un balón cruzaba la sala y casi se estampaba en mi cara, pero conseguí agarrarlo a tiempo. Me lo aparté de la cara para buscar al demente que había intentado matarme, y no me llevé ninguna sorpresa al encontrar a Marco observándome con suficiencia.

Respiré hondo y me tranquilicé.

Mentira.

Fui hacia él maldiciendó como una energúmena y le lancé el balón con todas mis fuerzas. Iba directo a su cara, pero puso la palma de la mano para pararlo y no llegó a darle. Lo que sí que hizo fue dejarle la palma roja y palpitante.

- Burra - susurró él mirándose la mano con expresión de dolor.

- ¿¡Quién ha intentado lesionar a mi ala-pívot con mejor porcentaje de tiro!?

Ni lo piensesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora