Capítulo 4

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Los últimos días, tal y como había estado sucediendo, Kurogane no regresó a casa hasta pasada la 01:00am debido a juntas de trabajo, trabajo atrasado, salidas con socios, era eso lo que normalmente le decía a Fye. Al menos a Kurogane aún le preocupaba darle una excusa, si se tomaba la molestia de inventar algo para que él no pensara otra cosa quería decir entonces que aún le importaba ¿Cierto? Así quería verlo el rubio.

El fin de semana, los pocos días cuando Kurogane no se ausentaba al trabajo, Fye había intentado que tuvieran sexo, no consiguió nada, más que, claro, sentirse tonto y muy avergonzado. El rubio dio sus mejores esfuerzos para seducirlo, le mostró sus ganas y su deseo, aún con todo esto Kurogane se mostró evasivo y, cuando el rubio insistió, el moreno se sintió irritado con él argumentando que estaba cansado y que sólo quería descansar. Al menos en aquellas noches ambos durmieron temprano.

Aún en contra de todo pronóstico el día lunes Fye despertó de muy buen humor, tenía cosas por hacer y apenas escuchó que Kurogane había salido de la casa él se levantó para darse un baño. Se esmeró en su arreglo y hasta se maquillo el rostro para disimular las ojeras. Se sonrió en el espejo y salió de la casa. Dentro de sus bolsillos yacía una lista de compras y de cosas por hacer, había anotado en ella todo lo que le sería necesario para organizar una fiesta de cumpleaños para el moreno, sí, sabía que a Kurogane la idea no le agradaría demasiado pero estaba seguro de que cuando viera todo lo que prepararía entonces se le pasaría y hasta se pondría feliz, el moreno podría pasar un grato momento y recibiría muchas felicitaciones y atenciones, una bonita manera de pasar su cumpleaños.

Fye comenzó sus compras, entusiasmado, de a poco los puntos en la lista comenzaron a ser tachados: bebidas, ingredientes para el pastel y postres, bocadillos, pensó además en cosas como serpentinas y gorritos pero estaba seguro de que a Kurogane aquellas cosas le parecerían demasiado infantiles, así que simplemente se limitó a llevar lo necesario para una fiesta un tanto "formal".

Suspiró y decidió tomar un taxi para regresar a casa y que le ayudara de pasó con todas las bolsas de las compras.

Sin dudas el último punto en la lista sería el más difícil de realizar. Desde el instante mismo en que había tomado la decisión de hacerle una fiesta al moreno había comenzado a llamar para hacer las invitaciones: amigos, conocidos, familiares del moreno... los últimos que faltaban en su lista de invitados, y a quienes aún a la fecha; luego de siete años de matrimonio con el moreno; continuaban provocándole cierto terror (realmente no encontraba otra palabra más apropiada) eran los padres y la hermana de Kurogane.

—Muchas gracias ^^ —despidió al taxista y entró en la casa. Observó el teléfono de la sala y casi al instante descartó la idea de llamarles, tenía que ir personalmente, no había otra opción. Apenas dejó las compras en la cocina se apresuró a volver a salir, sintiendo claramente que iba directo a la boca del lobo, de los lobos mejor dicho. Se reprendió así mismo por pensar de ese modo, después de todo ellos eran su familia ahora, los padres de la persona que amaba, no debía de pensar de otro modo de ellos, aun por mucho que tuviera motivos.

El camino le pareció terriblemente corto y largo a la vez, practico su respiración varias veces en un intento por relajarse pero los nervios aumentaban a cada segundo trascurrido. La casa de los padres del moreno era bastante amplia y lujosa, ubicada en uno de los mejores vecindarios de la ciudad.

Fue la madre de Kurogane quién le abrió la puerta, era una mujer refinada y muy bella, apenas lo vio le sonrió amablemente y le saludó cálidamente invitándolo a pasar. De acuerdo, tenía que admitir que la madre del moreno siempre le ha agradado y todo indicaba que él a ella, lo cual le hacía feliz y le daba más valor de estar ahí. Fye le habló de la fiesta que planeaba realizar y de que había ido para invitarles.

Me dedique a perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora