CAPÍTULO VIGÉSIMO

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Desde que Isak le había dicho que sí, todo habían sido planificaciones y compras.

Ambos chicos se pasaron meses buscando piso y, al que no le faltaba calefacción, le faltaba una cocina decente. Hasta que lo encontraron. Entre las muchas propuestas de las inmobiliarias, destacó un pequeño piso en una zona estratégica de Oslo, la cual, estaba cerca del instituto.

Sin dudarlo lo compraron, y comenzó la aventura de buscar de muebles, que duró más de lo previsto y que hoy en día aún no está acabada.

Entre todo el jaleo de la mudanza estaban las clases: Even acabaría el colegio en pocos días, e Isak había aprobado todo, ¡incluso biología! No podemos negar que el estrés causó alguna que otra pelea en la pareja, pero nada que no se pudiera solucionar con unas pocas palabras.

-¿Qué te parece? -le dijo Even a su chico.

-Por tercera vez, amor, -comentó Isak exasperado. -estás perfecto, el más guapo de tu promoción, obviamente. No te calientes más la cabeza y vámonos.

-De acuerdo. -respondió el mayor respirando ruidosamente.

Era el día de la graduación. La esperada graduación.

Era el momento en el que una parte de ti dejaba de ser un muchacho de instituto y pasaba a ser un universitario o un trabajador; por una parte te sientes mayor, porque has acabado la tortura que es la escuela, pero por otra, vuelves a ser el más pequeño, al no tener ni idea del mundo que surge fuera de esa escuela.

Even había sido elegido para representar a su curso ese año, hecho el cual le llevaba de cabeza: le daba demasiada vergüenza hablar para tantas personas, no sabía qué asuntos tratar y cuales no, al igual que no tenía ni idea de cuantas veces iba a quedarse en blanco. Estaba realmente asustado.

Llegó al colegio en compañía de Isak y sus padres, los cuales se colocaron en las sillas del gran salón preparado por la dirección del centro. Even, por su parte, fue con la gente de su curso, hasta que por fin, se apagaron las luces, y comenzó todo:

-Buenas noches a todos. -empezó a decir el director de la escuela. -Hoy nos complace estar aquí para homenajear a los estudiantes que este año acaban el ciclo escolar y comienzan el ciclo universitario. Para que todo sea más ameno, hemos pedido a un alumno que nos hable de este curso y de las sensaciones de esta promoción. Even Bech Naesheim.

Al decir su nombre, el corazón del chico comenzó a acelerarse más y más y, con pasos firmes pero inseguros a la vez, se dirigió al estrado entre una multitud de aplausos.

-Buenas noches. -dijo mirando al público, buscando la única mirada que le importaba. -¿Por dónde empezar? Este curso ha sido el más complicado de nuestras vidas: nos enfrentábamos a un estrés continuo que venía cargado de asignaturas, deberes, trabajos... los cuajes debíamos complementar con nuestra vida personal. Creo que hablo en nombre de todos al decir que de esta manera nos hemos encontrado a nosotros mismos. -la encontró. En la quinta fila. La mirada de Isak. -Al tener tal tipo de responsabilidad, hemos sabido hasta donde podíamos llegar, y, de esta manera, hemos podido tomar las decisiones más importantes que hemos tomado en mucho tiempo. No importa si algunos vais a la universidad, o si simplemente vais a estar en casa durmiendo y comiendo; lo que realmente importa es que cada mañana os miréis a vosotros mismos y digáis: soy feliz. -Isak le susurró un "te quiero" a lo cual Even sonrió. -Nuestra promoción es una de la cual estoy muy orgulloso, porque creo que todos y cada uno de nosotros, podemos decir esas simples palabras. Así que, solamente me queda decíroslo a vosotros, las generaciones futuras. Sed felices, sin importaros nada más.

Una avalancha de aplausos invadió los oídos del chico, el cual bajó del escenario y recibió el abrazo de algunos compañeros.

Había sido difícil y espontáneo a la vez. Simplemente había dicho lo que sentía y lo que consideraba importante, por lo que no había dado importancia a la escuela.

El acto siguió normalmente, al igual que la entrega de diplomas y la foto final, y por fin, acabó. Even fue directo a sus padres y su novio, los cuales le recibieron con una gran sonrisa.

-Te la has jugado mucho. -le dijo Isak abrazándolo.

-¿Por el discurso? Lo sé. -respondió riendo. -Creo que lo que importa no es el colegio, y no me apetecía hablar de él.

Como era tradición, fueron a cenar a un restaurante bastante elegante, donde todos se sintieron realmente bien, y luego a la típica fiesta de fin de curso. Por supuesto, los dos chicos fueron juntos, y allí, una vez más, se emborracharon y divergieron como nunca.

Al cabo de los meses, Isak y Even estaban viviendo juntos en su piso, mantenido gracias a sus padres y el pequeño trabajo que había encontrado.

Todos los días, Even daba gracias a Dios, o a quienquiera que estuviera allí arriba por su vida: después de haber estado tan mal, era asombroso lo bien que estaba ahora. Es increíble toda la energía positiva que puede llegar a transmitirte una persona; en un momento puede estar todo negro, y al cabo de segundos, puedes ver la luz. Tu luz. Tu Isak.

Isak había sido el faro que había guiado a Even durante los últimos meses, y la persona que más había estado con él. A pesar de que los problemas más grandes que había tenido habían sido por él, lo necesitaba. Era su ancla.

-He traído pizza. -le dijo una noche Isak. -De pepperoni.

-Como me conoces. -le dio un pequeño beso y se dispuso a comer lo que su chico había traído.

-¿Acaso lo dudas?

Esa noche, como muchas otras, los protagonistas fueron los besos y caricias, presentes en sus vidas desde que se vieron por primera vez. En esos momentos no había dudas. Se amaban y se deseaban solo a ellos. No había nadie que les parara.

Desde el momento en el que Even se mudó con Isak todo había cambiado: ya no se sentía una persona peligrosa y fría, sino una cariñosa, dispuesta a dar todo el amor que le fuera posible. Era alguien que no llevaba su bipolaridad a cuestas, sino que la asumía como un reto.

Even aprendió a ser feliz con la persona correcta, lo que le llevó al éxtasis de la vida, y le alejó de ser como antes. Le alejó de ser estático.

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