Tres.

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No le había contado esa parte de mi vida a nadie, ni siquiera a Elly. Solo lo sabían mis padres, el médico, un par de policias y, por supuesto, él. Me pasé tres días encerrada en mi habitación sin hablar con nadie, aislada de todo contacto humano. Solo salí el día que mi madre me obligó a ir a dar una vuelta para despejarme y no pude ir más allá de la esquina de mi calle. Cuando volví  a casa mis padres ya tenían preparado el interrogatorio, no había manera de escabullirme, así que tuve que contarles quien fue. No se lo creían, aunque a decir verdad yo tampoco. 

Unos golpes en la puerta del baño me sacaron de mis pensamientos, llevaba ya una hora y  media allí y no me diera ni cuenta. Ya no me atrevía a salir del baño en toalla aunque supiera que no estaba sola, así que me vestí rápidamente y me fui a mi habitación. Eran ya las nueve menos cuarto, asi que me peiné y me eché mis cremas. Sonó eltimbre y, sin esperar algún tipo de respuesta, Elly entró directamente en mi casa, saludó cariñosamente a mi madre y subió a mi habitación. No dijo ni hola, se abalanzó directamente sobre mi y  empezó a hacerme cosquilas, como la odiaba en ese momento, sabía de sobra que no las soportaba. Pero no pensaba quedarme de brazos cruzados, así que se las empecé a devolvérselas. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero mi madre nos interrumpió en nuestra pelea anunciando que la cena ya estaba lista. Genial, no sabía como librarme de esta comida. Por lo general, cada uno cenaba solo, lo que me encantaba porque así podía llevarme la comida a mi habitación y tirarla. Pero cuando había invitados, tenían la extraña costumbre de cenar todos juntos. Me alivió la idea de que por lo menos era comida ligera y que nunca se fijaban en cuánto comía. 

No sé qué dijo Elly, pero le lancé una patata cocida para que se callase, a partir de ahí se formó una guerra de comida entre las dos, a la que se unieron mis padres cuando la comida empezó a caerle a ellos también. Cuando nos quisimos dar cuenta, aún no habíamos comido y  toda la comida estaba en el suelo. Mi madre resopló y nos preparó unos bocadillos, y mi padre ordenó a la asistenta que limpiara aquel desastre. 

Me fui con mi amiga a la sala de cine que teníamos a ver la última película que saliera en cartelera. Bueno, no os conté que mi padre era un reconocido cirujano de mi ciudad y que mi madre era una famosa diseñadora, lo que hacía que pudieran tener contactos para disponer de las películas que quisieramos antes incluso de que salieran en los cines. Lo primero que piensa la gente cuando sabe que soy de una familia rica es que soy a típica niña mimada, ni de lejos. Mis padres se ocuparon desde que era pequeña en que aprendiese a apreciar el valor que tienen las cosas, me enseñaron que si quería algo, tenía que esforzarme y luchar por ello. Vivía con lo necesario, sin ningún capricho excesivo. En vez de comprarme ropa super cara o lo último en tecnología, ellos me compraban libros o me enviaban a cursos para aprender distintas cosas. Es algo que les agradezco de verdad, pues he conocido a muchos niños mimados, y me daría asco ser así. 

Por suerte, la sala de cine estaba a oscuras, por lo que pude tirar el bocadillo después de un par de mordiscos sin que Elly se enterase. Acabó la peli y nos fuimos a mi habitación de nuevo. Estábamos contándonos historias de miedo, aunque más que miedo lo que provocaban era risa. A parte de no saber contarlas, siempre metiamos cosas por el medio que no venían a cuento. Me quedaría corta si os dijese que esta chica es la hostia, siempre estaba con bromas y era imposible estar triste con ella al lado. Era como yo, una chica rica que había vivido en mi misma urbanización toda la vida. Cuando éramos pequeñas -unos seis años o así- nos odiábamos casi a muerte, estábamos enamoradas del mismo chico y eso hacía que compitiéramos en todo. Poco después, nos enteramos de que él estaba saliendo con las dos a la vez, así que decidimos juntarnos para vengarnos de él. A partir de ahí, nos hicimos inseparables. Curiosamente, el chico en cuestión también acabó siendo un muy buen amigo, hasta que a los doce años se tuvo que mudar de ciudad.

- Eh, tengo una idea, ¿vamos mañana borrachas al instituto?

Vale, quizás estaba un poco loca también, siempre tenía ese tipo de ideas que sabes que no son buenas del todo, pero que también sabes que te vas a divertir. Y la verdad, después de todos los recuerdos quetuve hoy, necesitaba como nunca emborracharme. Abrí un pequeño cajón que yo misma había hecho y que nadie a excepción de nosotras dos conocía. Saqué el vodka, una coca cola y  un par de vasos. Decidimos jugar al 'yo nunca' para hacerlo un poco más entretenido; mala idea. Nunca juegues con Elly a esto, va a por tus puntos débiles, haciendo que bebas hasta casi el coma. Yo no me quedaba atrás tampoco, claro que ella era la que había empezado. 

A las ocho decidimos salir de casa, no solo para que mis padres no nos vieran en ese estado, sino porque no éramos capaces de andar en línea recta y estaba claro que íbamos a tardar más de lo habitual en llegar. Si normalmente solo necesitábamos quince minutos para llegar, hoy eran menos veinticinco cuando cruzamos la puerta del instituto. Pasamos por delante de conserjería intentando mantenernos serias para no llamar la atención. Era un poco difícil, sobre todo cuando mirabas a la otra y  la veías con el cuello erguido ridículamente y con un andar parecido al de un pato. Más que disimular, parecía que queríamos llamar la atención.

- ¿QUÉ PASA CLASE?- gritó Elly nada más cruzar la puerta de la clase. Yo estaba en el suelo, llorando de la risa al ver la cara de mis compañeros entre incredulidad y risa. Pero nuestro gesto cambió cuando nos dimos cuenta de que no nos acordáramos de que los martes a primera hora teníamos clase con la directora. Intentando recuperar la compostura y que no sospechara de que íbamos borrachas, nos sentamos en nuestro sitio, con tan mala suerte de que no calculé bien las distancias y me caí de culo al suelo.

El resto de la clase nos la pasamos dormitando, hasta que la campana nos despertó y nos intercambiamos una mirada de 'ahora viene lo bueno'. Nos levantamos de nuestros asientos y nos sentamos encima de la mesa del profesor. Tocaba inglés y cuando entró el maestro se quedó sorprendido mirándonos, no sé si por estar allí sentadas o por vernos en clase. Nos rogó que nos sentaramos en nuestro sitio, pero él no sabía lo que le esperaba. Con una voz entre melosa y de niña buena, lo acerqué a mi susurrándole al oído que seríamos niñas buenas si nos dejaba quedarnos allí. Bueno, al parecer no fue tanto un susurro porque toda la clase estalló en risas. Elly le empezó a pasar la mano por el brazo, y él se alejó. Nuestra cercanía lo ponía nervioso, estoy segura de que nunca dos chicas tan guapas le hicieran tanto caso. No sabía manejar la situación, lo que nos hacía reírnos cada vez más. Decidió ignorarnos e intentar dar clase, pero nuestro juego aún no acabara. Pusimos música y empezamos a bailar, subiéndonos a las mesas ante la mirada de nuestros compañeros que parecían estarselo pasando genial. Bueno, al menos hoy no se quejarán de que fue un día demasiado rutinario y aburrido, de hecho estoy segura de que más de uno se alegró de haber venido hoy a clase. Salimos corriendo de esa clase, entrando en las demás y haciendo lo mismo, así toda la mañana. Nunca pensé que pudiera pasarmelo tan bien en el instituto, cosas de la vida, supongo. 

No me acuerdo ni de como llegué a casa, pero a las siete de la tarde me desperté con una resaca terrible. Elly estaba a mi lado, y decidí despertarla con besos en el cuello. Era muy divertido ver como se despertaba susurrando el nombre de un chico y después descubría que era yo la que la había despertado. Se hacía la ofendida por crearle falsas ilusiones y enterraba la cara en  la almohada, hasta que le decía que mi madre había hecho su tarta especial y salía disparada como si alguien se la fuese a robar solamente por tardar cinco segundos más. Mi madre adoraba a esta chica, la consideraba su otra hija y siempre le preparaba sus comidas favoritas. Esta si que era la niña mimada de mis padres, pero no me quejaba, cuando yo iba a su casa pasaba exactamente lo mismo. A veces era un poco incómodo, porque al tener tanta confianza y cercanía, parecía que tenía cuatro padres. 

Nos sentamos a ver la tele en el salón, y mientras ella se comía lo que parecía ser la mitad de la tarta yo decidí entrar en el Facebook. Pf, quince solicitudes de amistad de desconocidos, +100 me gustas en fotos y no sé cuántas invitaciones a juegos. Ignoré todo, menos algo que llamó mi atención. Habían subido vídeos de nosotras bailando en clase a youtube y mucha gente lo compartía en su muro. Tenían muchos comentarios del tipo 'pena que no estuviera yo allí para verlas menearse así de bien en persona', aunque los más abundantes eran los que nos decían que éramos la hostia y más halagos del estilo.  En fin, ese había sido un buen día. Elly se fue y yo me quedé mirando una serie de dibujos animados que estaban echando. No sé cómo ni cuándo, pero me volví a quedar dormida.

Dime quién soy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora