Veinticinco.

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Faltaba una semana para los exámenes de recuperación y tres para selectividad. Los nervios se respiraban en el ambiente, excepto en el mío. Tenía que ir con todas a recuperación, había sido un año totalmente desastroso y mi nota más alta era un 1.5 en economía. Aún así, tenía cosas más importantes ocupándome la mente como para poder concentrarme en esos exámenes, ¿qué más daba demostrarle a los demás lo imbécil que era? Solía sacar buenas notas, pero no porque fuera lista, sino porque me resultaba bastante fácil memorizar. 

Era lunes, la cabeza me pesaba como si llevara piedras dentro y la barriga me dolía como si se intentara romper a si misma. Llevaba todo el fin de semana sin probar bocado, encerrada en mi habitación sin dirigir ni una palabra a mis padres. Los dos días de ayuno, sumados a los meses que llevaba sin alimentarme adecuadamente empezaban a pasar factura. Pero valía la pena, ayer me había pesado y la báscula marcaba un precioso 45.00. Últimamente estaba recibiendo muchos comentarios del estilo 'estás demasiado delgada', 'deberías comer más'; y aunque se suponía que lo decían en el mal sentido, no podía evitar sonreír como si fuera el mayor cumplido, porque para mi, lo era. 

Estaba en la biblioteca, no me apetecía aguantar a la profesora chiflada. No sabía qué hacía ahí, de hecho, pondría la mano en el fuego a que era la primera vez que la pisaba, pero no sabía de ningún otro lugar a donde ir. Mis otras opciones habían sido encerrarme humillantemente en el baño, o ir a la cafetería donde los bollos aprenderían a hablar solo para decirme que los comiera. Así que me encontraba en una de las mesas del fondo, donde nadie me vería a no ser que buscase un libro de astrología, encima de la mesa tenía los apuntes, aunque yo me dedicaba a jugar con el móvil.

Cuando me quise levantar en el cambio de hora, todo se puso oscuro, y a pesar de no ver nada, sentía como la habitación se movía y daba vueltas. Antes de poder agarrarme a nada, el suelo dejó de sentirse bajo mis pies.

Me desperté cuatro horas después. Estaba en una camilla, con un pijama (aún no entiendo qué le ven de pijama a eso) blanco típico de los hospitales. Tenía una sonda intravenosa que por lo que supuse me sumistraba suero. A mi lado estaban mis padres, Sic, Dreic y Elly. Mierda, ¿qué había pasado? ¿Me lo había cargado todo? No quise hablar, no quería que descubrieran que estaba despierta y empezaran con preguntas que no quería responder, así que cerré nuevamente los ojos e intenté hacerme la dormida. Pero Sic me había pillado.

- Cein, estás despierta, menos mal.- Por su coz, deduje que tenía miedo. ¿Miedo? No creo, más bien preocupación, lo normal si algún amigo está en el hospital.

- ¿Qué me pasó?

- Te desmayaste en la biblioteca, tardaron bastante en encontrarte porque al parecer por allí casi nunca pasa nadie.

En ese momento, un doctor entró con una carpeta.

- Al parecer, la paciente llevaba mucho tiempo sin comer, bastantes meses sin comer lo suficiente, por lo que se quedó sin energía y se desmayó. Además de los cortes que presenta en la muñeca y en las caderas, hemos encontrado daño en los órganos internos, probablemente ocasionados por el abuso de pastillas en un intento de suicidio. También hay daños en la garganta, lo que nos lleva a suponer que se provocaba frecuentemente el vómito. Su IMC es de 15.04. En cuanto se recupere un poco, la derivaremos a la sala de psiquiatría.

No puede ser, no puede ser, no puede ser. Me niego. No, no, no. La he cagado del todo, joder. Y ahora qué, qué va a ser de mi, he mandado cada pedazo de mi vida a la mierda. Ni siquiera puedo mirar a los demás a la cara. 

Las lágrimas caían por mi mejilla, mientras me negaba a aceptar que había jodido todo, que ya no había vuelta atrás. Alguien agarró mi mano, y no pude controlarme más. Lloré hasta caer dormida, porque ya no podía esconder más mi dolor, era demasiado grande para que una sola persona lo pueda ocultar.

Dime quién soy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora