Diez.

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Intenté volver poco a poco a la normalidad. Nadie sospechaba nada y mis padres aún no llegaran. Tenía la casa para mi sola, y ya sabéis lo que eso significa. Si, una fiesta. Era jueves, el día perfecto. O eso me propuse yo, si iba a salir bien o no ya lo sabríamos al día siguiente. Mientras Sic y Dreic compraban la comida y la bebida, Elly y yo nos fuimos de compras. Teníamos que ser las reinas, vamos a ver, era nuestra fiesta y  éramos nosotras las que teníamos que brillar, no nos podían quitar el protagonismo. 

Elly optó por un vestido verde corto, con palabra de honor, un collar dorado y unos tacones negros. Mi vestido era negro, con la espalda al aire y falda amplia, una pulsera dorada y tacones negros. Cuando los chicos nos vieron preparadas del todo, la boca les llegaba al suelo y necesitaban una olla para las babas. Aún eran las diez y faltaba una hora para que llegaran los primeros invitados, aunque como bien se sabe, hay que llegar tarde. Elly y Dreic se sentarón en un sofá mientras se comían la boca y se decían cosas cariñosas. Joder que asco, qué empalagosos podían llegar a ser. Sic me cogió por la cintura y me susurró al oído que mi vestido no iba a llegar a la noche. Me escapé de él corriendo. No, eso no estaba bien. No debería haber sentido esas cosquillas cuando él me tocó. Pero ni siquiera quería acostarme con otro, solo lo quería a él. No. Joder. Me niego. No le quiero. No le quiero. No le quiero. 

Y de pronto empecé a imaginar como sería mi vida si saliera con él. Salió una sonrisa en mi cara que en seguida oculté. ¿Qué coño es lo que no entiendo de que no le quiero y de que quiero ser libre? Sic debió de ver en mi cara la lucha interna que tenía y se acercó preocupado.

- Sé que no estuviste enferma, sé que en realidad no tenías ni fuerzas para enfrentarte al mundo, sé que te odias y que quieres morir. Y sé que hace mucho que dejaste de comer y que vomitas. No te voy a juzgar, ni a decírselo a nadie. Solo quiero que sepas que voy a estar siempre a tu lado.

Genial, yo luchando por no quererle y él me dice estas cosas. Un momento, ¿cómo se dio cuenta de todo eso? Me contestó como si me hubiera leído la mente. 

- Lo noté porque hace tiempo que estás decaída, triste. Y porque si te fijas las cicatrices se notan aunque las intentes tapar con maquillaje. Además, adelgazaste mucho en poco tiempo y nunca comes en público, siempre encuentras una excusa para escaquearte. No te preocupes, una persona normal no va a notar nada de eso.

Espera, ¿eso quería decir que él no era una persona normal? Su sonrisa me confirmó mis sospechas. No pudimos continuar la conversación porque la gente empezaba a llegar. El DJ se colocó en su posición y la música empezó a sonar. La gente bailaba, fumaba, se tiraba a la piscina. La comido se iba acabando y lo mismo con la bebida. A las seis de la mañana la fiesta se acabó.

Estaba recogiendo un poco el salón cuando Sic se sentó delante mía y me agarró de un brazo empujándome para que me sentara encima de él. No me dijo nada, pasó sus manos por mi cintura y me empezó a besar el cuello. Me bajó la cremallera del vestido hasta quitármelo. Me cogió acostándome con él encima. Se quitó la ropa y empezó a besarme, bajando cada vez más. Llegó a mis pechos, me quitó el sujetador,  y empezó a jugar con ellos con la boca y las manos. Siguió bajando, hasta llegar a mis bragas, también me las quitó. Sentía su respiración en mi sexo y como pasaba sus dedos por él para después meterlos y sacarlos de mi. Los quitó, y el lugar en el que antes jugaban  sus dedos, ahora lo hacía su  lengua. Me corrí en su boca y aprovechó para quitarse los boxers y meterse él por completo dentro de mi. Llegamos al orgasmo a la vez, y nos quedamos dormidos ahí, agotados.

Al día siguiente nos despertamos con la luz del sol, aún estábamos desnudos y abrazados. Supongo que lo quería y no podía luchar contra eso. No podía seguir negándome lo que era evidente ni tener luchas internas porque me sentía peor todavía. Lo mejor era tener los sentimientos claros, y aunque él no lo supiera, yo al menos si. 

Mientras él desayunaba, yo recogía la cocina. Me sentó a su lado y me obligó a comer aunque fuera una manzana. En fin, esto iba a peor, yo no quería comer, no lo necesitaba. Estaba equivocada cuando pensé que el hecho de que él lo supiera me iba a ayudar; jamás pensé que si me entendía me iba a obligar a comer. Ante su mirada de insistencia no me quedó otra que hacerle caso.

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