Capítulo 8

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Al tocar el timbre todo mi cuerpo se estremece.

Me siento muy triste, pero frente a todos seré fuerte, demostraré que ya no soy la mujer que Joseph ha creado, una maldita sumisa, la que no dice ni hace nada. No, esa mujer ya no existe.

Creo que jamás lo fui.

Una muchacha del servicio me abre la puerta y me guía al comedor, donde se encuentra padre, el mismo abogado que estuvo durante la legalización de mi primer matrimonio y otro hombre... Uno que no conozco, pero que sí he visto.

Es él...

Recuerdo la foto que vi de él en internet. Ahora sé todo, sé que Theo y Allen han sido enemigos desde la universidad, sé que se han peleado miles de veces...
Esta mañana, mientras Theo se bañaba investigué a Allen Vianco, el hombre que Theo me había dicho que era su peor enemigo, durante el desayuno le había preguntado, él se puso muy serio pero tras unos segundos me dijo el nombre, hice muchas preguntas, las respuestas siempre fueron cortas, así que mientras él se bañaba, investigué lo que pude.

Sé que Allen nació en Italia, ambos de sus padres crecieron ahí pero pasados los años se mudaron a Chicago y prácticamente aquí tienen su vida. Toda la familia, lo cual es raro. ¿Por qué todos se irían de Italia...?

Me había quedado a dormir con Theo, esa sería la última vez, y debo aceptar que lo disfruté muchísimo. Disfrute del hombre que quiero, y él disfruto de mí. No discutimos nada, era como si ambos hubiéramos perdonado por completo los males que nos habíamos causado; eso me pone feliz, y me da fortaleza en este momento.

-Que belleza-Dice Allen sin disimular un poco su fascinación por mí. 

Ambos se levantan de sus lugares y se acercan a mí.

-Querida, él es Allen Vianco, Allen, ella es...-

-Shailene, claro, estas en todos los periódicos-

Tiene una sonrisa engreída que me molesta un poco.

-Es un placer-Digo fingiendo una sonrisa.

Yo soy fuerte.

-El gusto es todo mío, hermosa-Estrecha mi mano.

Es alto, con ojos muy azules, nariz aguilada, cejas tupidas y largas pestañas. Se nota que hace mucho ejercicio y por lo que ya sé, tiene mucho dinero. Es guapo, no lo voy a negar, pero tiene esa actitud que todo hombre rico tiene, engreído, prepotente y se nota que siempre obtiene lo que quiere, como en este caso.

-Tomemos asiento, tenemos mucho que discutir-Dice padre.

Claro que hay mucho que discutir. Hay demasiado.

Padre se sienta en la cabeza de la mesa, yo a su lado izquierdo y Allen frente a mí, a la derecha de padre.

Las muchachas del servicio nos traen vino tinto, luego se retiran con la cabeza gacha sin decir más.

-Ya sabes como funciona esto, querida-Padre me mira con una ceja levantada.

-De hecho, quiero poner mis reglas-Digo luciendo valiente y relajada.

-Me parece perfecto-Comenta Allen con su maldita y radiante sonrisa.

-Sabes que no...-

-Me voy a casar con Allen, pero esta vez, pondré mis reglas-Espeto callandolo.

Padre me mira enfadado, pero Allen insiste en que yo ponga mis reglas, a lo que padre ya no puede negarse.

-Primero, si yo quiero salir de la casa, lo voy a hacer, no pienso quedarme encerrada todo el tiempo...-

Te odio... Con amor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora