Capítulo 23

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Respiró aire. Lo lograría, sabía que lo haría.

Siguió caminando un poco más tranquila y entusiasmada.

Fue entonces cuando escuchó un batir de alas. Se dio vuelta y vio a miles de murciélagos yendo hacia ella. Empezó a tirarles flechas, algunos cayeron, pero eran demasiados.

Solo había otra cosa que podía hacer y eso era escapar. Corrió y corrió, trataba de encontrar algo para liberarse de los murciélagos, pero no había nada. No quería seguir gastando más flechas, ya que sabía que tenía una cantidad limitada.

Dio la vuelta en un pasillo y vio que no había salida. Estaba atrapada, tenía que hacer algo.

Los murciélagos se acercaron y la rodearon. Sintió como se paraban en sus brazos y hombros y que sus hocicos se adherían a su piel y le empezaban a succionar sangre. Perdía sus fuerzas... las perdía.

No... no podía parar en aquel momento... no podía. Eso se decía Helena Wood en aquel momento, pero claramente la Voz no se lo iba a poner fácil y ella lo sabía.

Se cayó al suelo. Se debilitaba a cada segundo... se sentía más adormecida y más sueño tenía. Quería dormir y descansar de todo lo que pasaba, quería que todo aquello parara, que todo terminara. Se rendía, se rendía, ya nada más importaba aparte de descansar, de parar el tiempo y poder relajarse. Nada más valía la pena... nada más...

¡No! Tenía que mantenerse fuerte, tenía que salvar a Wilfred Walker, no dejaría que la maldita y desgraciada Voz ganara. Seguiría, continuaría, nunca se rendiría. Tenía que hacerlo por su amada, su vida, su mundo.

Pero descansar un poco no le vendría mal, de hecho no le vendría mal en absoluto. Solo sería pegar los ojos por un poco de tiempo, descansar. Sí, cuanto le gustaría descansar, cuanto le encantaría...

Pero, pero ¿Qué hay de Wilfred? No podía dejarlo allí... ¿O sí? Por primera vez la joven pensó un poco más que lo que haría cuando lo ayudara, pensó en si misma... finalmente.

Wilfred era una persona completamente diferente a ella, no sabía porque le importaba, porque lo quería, pero ella también era importante, ella también se tenía que cuidar de si misma. Ésta sería la segunda vez que le salvaba el pellejo al camarero, ¡Qué una vez se salve él mismo! La última vez perdió su magia por culpa de tratar de salvarlo a él, por culpa del muy inteligente que se había cruzado con un rayo en el camino había perdido algo que los podría habido ayudar un montón. ¡Ugh! ¿Por qué tenía que ser tan inútil y siempre meterse en problemas? ¿Por qué siempre tenía que arruinarlo todo? Ella le había dado demasiado, en cambio él... UNA noche, nada más, ¡Solo le había dado una noche!

Y este sentimiento empezó a expandirse por el cuerpo de la chica. El egoísmo humano y la injusticia se apoderaban de ella y cuando ya estaban expandidos completamente, los murciélagos se alejaron de ella.

Helena se paró y continuó su camino, mataría a los hombres lobo, pero quería cambiar la recompensa...

Abrazos. Ciao S2.

El Restaurante En El Medio De La NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora