No ha dejado de llover en mi vida. Parece que se ha puesto una nube negra encima de mi cabeza. Es lunes, todos están en sus clases. Yo no, por supuesto. Estoy de pie en la cancha con un balón de basquet. Allí esta Mara, que no le presta demasiada atención a su clase de contabilidad pero si a mirarme. No puedo apartar mis ojos de ella. Me acerco a donde esta, saludo a varios conocidos. Camino hasta ella, le doy un cálido beso en la mejilla. Su cara de asombrada es épica, me encanta, dios.
-¿Esta todo bien?- le pregunto, sus mejillas se tiñen de rojo.
–por supuesto, gracias.- Baja la mirada. Es blanca, mucho. Sus ojos son verdes, su cabello hasta los hombros esta ligeramente peinado, su boquita es rosada, su nariz es similar a la mía. El uniforme bien planchado, su letra pulcra, me gusta, si que lo hace. Sigo mirándola, de vez en cuando su mirada se centra en mi. Yo le sonrió. Un hombre llega y ella no presta atención a lo que dice, solo asiente, se levanta y se marcha. Yo me voy de regreso a la cancha y allí esta una morena preciosa lista para mi. Nada serio. Dios no quiera, estoy besándola y pasando un buen rato. Luego ella se aleja un poco, se ríe. Entonces levanto la mirada y allí esta Mara mirándonos con horror. Me voy detrás de ella, estrecho su cuerpo entre mis brazos y hundo mi nariz en su cuello.
–hueles bien.- Confieso, ella solo asiente.
–No soy bueno para ti, lo sabes.-
-Por favor.- Suplica, yo ignoro su petición de soltarla y recorro con mis dedos su rostro, cuando llego a sus labios me detengo.
–Lo siento.- Murmuro y me alejo de ella. Estas mal, Henry. Ella es demasiado pura para ti. Mírate, estas lleno de rencor, de mala vida. Mírala, es tan aplicada, tan buena.