Hace frió. Parece que han olvidado las clases porque los pasillos están desiertos mientras la fuerte lluvia golpea las paredes mal pintadas de verde. Quizás azul. Pasan varias mujeres al salón de contabilidad, chillando cuando el agua fría moja su perfecto cabello planchado. Dos de mis compañeros están en la cancha con un balón de basquet, riendo mientras cada uno va cayendo una y otra vez por el suelo mojado. Los profesores toman café, otros fuman, el olor a cigarrillos llena los alrededores de los baños, nadie parece notarlo, nadie dice nada. Mara esta con un chico de su clase, él habla de matemáticas y ella solo asiente, no me mira, sabe que la miro y no lo hace. Doblo la hoja de papel que tengo en mis manos y me levanto. Camino por el largo pasillo tratando de mojarme lo menos posible para llegar a donde ella esta. Él levanta la mirada cuando me ve, ella finge desinterés.
¿Como estas? –Lo saludo y le doy un firme apretón de manos. Él chilla bajito.-
Bien, solo estudiamos matemáticas. –No lo pregunte pero esta tan aterrado que me hace reír. Mara escucha mi risa y eso la hace levantar la mirada. Sus ojos verdes buscan los míos y me mira con rencor. Siento una punzada en el pecho, bajo mi mirada al papel que tengo en las manos y aclaro mi garganta antes de subir la mirada una vez mas y hablar.-
No me odies, mi amor. –Susurro, él hace como que no nos presta atención. Yo tomo una de las manos de Mara entre las mías y deposito allí el papel.-
No quiero nada de ti, Henry.
Espeta con amargura, yo me trago sus palabras y me marcho de allí. No miro atrás mientras me voy, no quiero ver si lanza el papel al suelo. Suena el timbre, entro a clases y me sumerjo en mis pensamientos. No presto atención a la clase, me parece mas interesante aun el color blanco de las paredes. Quiero besarla, dios. Necesito tanto tenerla junto a mi, entre mis brazos. Quiero tocarla, toda, completa. Quiero que seas mía, solo mía para siempre. El profesor da por terminada la clase, recojo mis cosas y me marcho. Mara esta afuera, lleva el uniforme blanco ligeramente sucio. Me mira feo, si señor, no la he tocado y me mira mal. Ayúdame, Dios mio.
Una de tus mujeres me hizo esto, estoy cansada Henry. –Confiesa, llevo mis manos a sus mejillas teñidas de rojo y las acaricio gentilmente. De pronto su mirada se suaviza.
Solo te quiero a ti Mara. Te necesito.
No bajo la mirada en ningún momento mientras lo digo, no termina de creerme. Acerco su cuerpo al mio y meto mi cabeza en su cuello. Siempre huele tan bien, esta temblando. Bajo mis manos a sus caderas y comienzo a dar cálidos besos a lo largo de su cuello. Gime mi nombre bajito, sonrió. Estoy tan emocionado, tan feliz. Sigo una linea de besos desde su cuello hasta su mentón y me detengo en su boca.
Besame, por favor.
Ruega. Estamos tan cerca que cuando lo dice roza nuestras bocas, suspiro. Llevo mis labios a su frente, le doy un cálido beso allí. Me separo un poco de ella, que tiene los ojos cerrados y la boca entreabierta. Entonces me alejo. Camino de prisa lejos de ella. No puedo dañarla, no la merezco. Debo dejarla, debo alejarme.