CAPÍTULO 9

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CAPITULO 9

Clint se quedó con Natasha todas las noches que ella pasó en el hospital.

Cuando amanecía, Clint abandonaba la habitación. Fury le había ofrecido unos días libres para que se recuperara de sus heridas, pero él lo había declinado amablemente. Necesitaba estar activo, aunque eso le costara estar alejado de Natasha la mayor parte del día. Antes de que el sol se ocultara, Clint regresaba al hospital y a Natasha.

La recuperación de su compañera estaba siendo un éxito. Los médicos estaban encantados, y a su vez sorprendidos, de la asombrosa recuperación de la mujer. No le habían retirado los puntos de sutura a pesar de que la herida había sanado con rapidez, alegando que era el procedimiento normal. La tirantez de éstos hacía que Natasha se sintiera molesta en ocasiones.

El médico le dejó levantarse a los dos días, lo cual Natasha agradeció con una amplia sonrisa. Pese a todo, aún había momentos en los que se sentía débil y decidía volver a la cama sin esperar a que las enfermeras insistieran en ello

Clint sabía que ella no estaba sola todas esas horas en las que él no podía acompañarla. Steve, Banner y Stark había ido a visitarla en un par de ocasiones. También lo había hecho la agente Hill, que se entretuvo en contarle cómo se las estaban arreglando en la organización, ahora que el gobierno les había "ampliado las funciones", como Fury lo llamaba.

La tarde del último día en el que Natasha estaría en el hospital, Clint regresó antes de que el sol se pusiera. Cuando entró en la habitación, Natasha estaba levantada, paseándose arriba y abajo en la habitación, como un animal enjaulado.

Ella se detuvo cuando lo vio entrar.

-Estoy cansada de estar aquí dentro, encerrada. Necesito salir.

Clint le sonrió. Se acercó hasta ella y le dio un beso en la mejilla antes de dejar su cazadora en el sillón.

-¿Has cenado?

Natasha frunció los labios y compuso un mohín, mientras seguía con la mirada los pasos de su compañero por la habitación.

-Si se puede llamar cena a lo que me traen, sí, he cenado.

Clint se sentó al borde de la cama y Natasha anduvo hacia él, deteniéndose a pocos pasos.

-El médico ya te ha firmado el alta, Nat. Sales mañana de aquí. Ten un poco más de paciencia.

Nat unió ambas manos ante sí, estabilizó las caderas y repartió el peso de su cuerpo entre ambas piernas.

-Sabes que soy una persona paciente.

Clint le sonrió, mientras cruzaba los brazos ante su pecho.

-Lo sé. Es cuestión de horas.

Natasha hundió la cabeza entre los hombros y se retiró un mechón de pelo del rostro. La mujer se encaminó hacia la ventana y Clint la siguió con la mirada. Aunque conocía a Natasha desde hacía años y sabía de sus extraordinarias capacidades, no dejaba de sorprenderlo. Cualquier persona normal estaría aún en cama, convaleciente de una operación muy seria, con sus facultades mermadas y lamentándose de su suerte. Ella, en cambio, había sanado mucho más rápido. Era cuestión de poco tiempo que le dijera, a él y a Fury, que quería volver al trabajo lo antes posible, desestimando las recomendaciones de los médicos. Aquello no era una suposición por su parte; ya lo había hecho en otras ocasiones, sólo que aquellas otras ocasiones no habían sido tan graves como la herida que le habían infligido en Panamá.

Afuera todo estaba oscuro y la imagen de la mujer se reflejaba en el cristal. Clint podía ver sus facciones escudriñando atentamente el exterior. Lo cierto era que él tenía tantas ganas como ella de que todo aquello acabara, que saliera del hospital y poder pasar página a la misión de Panamá y a Madrox. Pensar en aquella mujer de ojos oscuros le producía siempre el mismo efecto: una repulsión infinita. Antes de partir hacia el país centroamericano, había leído en el informe cómo se las gastaba aquella persona, los crímenes y las aberraciones que había llevado a cabo. En su larga carrera como agente de S.H.I.E.L.D. había conocido todo tipo de personas deleznables. No recordaba a ninguna tan repugnante como Madrox.

ROJO Y NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora