CAPÍTULO 12

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Clint aún estaba subido al alféizar cuando Natasha giró sobre sus talones y comenzó a abandonar el patio con paso calmado.

Se mantuvo allí unos segundos más, viéndola alejarse, con los brazos completamente pegados al cuerpo y la espalda recta.

Cuando bajó de la ventana, Steve ya se había marchado. Había dejado en el suelo del pasillo los cuerpos sin vida de algunos de los hombres de Madrox que tuvieron la mala fortuna de toparse con él. No podría haberlo logrado sin su ayuda, recapacitó con seriedad. Si Steve no hubiese contenido a los hombres que se encaminaron al pasillo donde ellos se encontraban, no podría haberlo conseguido. Aquello le había dejado libertad para vigilar a Natasha sin preocuparse de nada más. Estaba seguro de que el Capitán hubiese preferido estar allá abajo, en el patio, junto a Natasha, como él también había estado tentado de hacer. Incluso podría haber matado a Madrox desde la distancia con una de sus flechas si se lo hubiese propuesto. No lo había hecho y se alegraba por ello. Natasha necesitaba cerrar aquel episodio más que él. Él podría haber seguido adelante aún sabiendo que Madrox seguiría horadando la tierra. Natasha era otro cantar. Asió con fuerza el arco y emprendió la marcha hacia el piso inferior.

Alcanzó a Natasha antes de que ella abandonara el segundo atrio. Ella se giró justo en el momento en que iba a tomarla del brazo para reclamar su atención.

Las miradas de los dos se encontraron. Clint sintió que era incapaz de retirar su agarre del codo femenino. Si la soltaba, temía no poder controlar el temblor de su mano. Necesitaba estar sujeto a ella para que dejara de hacerlo. Dejó caer el arco a sus pies y, con menos suavidad de la que hubiese pretendido, la tomó de la barbilla, haciendo que levantara el rostro hacia él. Natasha lo miró con ojos brillantes y un poco ausentes. Sus dedos se crisparon sin voluntad sobre la suave piel mientras su otra mano ascendió para retirarle el cabello del rostro, despejando el marco de su cara. Apoyó su frente contra la de ella y cerró los ojos con tanta fuerza que, detrás de sus párpados, se formaron diminutos puntos brillantes. Se sentía sin aire en los pulmones y sólo le valía el mismo que ella respiraba. La tensión le estaba pasando factura. Sus brazos se quejaron. Despacio, los bajó de mala gana. Le dolían por haber estado tensando la cuerda del arco, preparado para disparar, deseoso de acabar con la vida de Madrox antes de que fuera demasiado tarde. La miró de arriba abajo, agarrado de nuevo a ambos brazos, sintiendo el calor de su cuerpo emanar a través de la palma de la mano y devolviéndolo poco a poco a la vida. Se sentía tan aliviado de tenerla frente a él que temió dar con las rodillas en el suelo si se soltaba de ella.

No podía evitar prenderse en aquellos ojos, que lo miraban como si no hubiese nada ni nadie más a su alrededor.

-¿Estás bien? – le preguntó, con un nudo en la garganta que le impedía tragar.

La respuesta de Natasha tardó unos segundos en llegar.

-Sí. Estoy bien – contestó ella, aún cuando su cuerpo parecía tenso y envarado.

Clint la miró de nuevo de arriba abajo, buscando alguna herida o algún indicio que desmintiera lo que ella le acababa de asegurar. La había visto luchar contra Madrox y la había visto resentirse de la herida en el costado. Sólo deseaba tomarla entre sus brazos, abrazarla y ayudarla a deshacerse de aquella losa que parecía tener sobre sus hombros. Una pequeña explosión lejos de ellos hizo que volviera a la realidad de donde se encontraban. Clint sabía que aún no estaban a salvo pese a que Madrox había muerto. Quedaban secuaces de la mujer que, tal vez, aún no se habían percatado de que ésta había sido asesinada. Se agachó a recoger el arco que yacía a sus pies, incorporándose de nuevo.

-Será mejor que nos marchemos de aquí – le dijo, tomándola del codo.

Natasha permitió que Clint la guiara hasta el exterior del reducto. Unos metros por delante, Steve corría hacia el aparato.

ROJO Y NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora