27. Consejo

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― ¿Qué te pasa, Letta? Te ves rara

― Papá es que... Es que Tania, bueno...

Le expliqué lo que había pasado. Papá siempre ha sido de mis mejores amigos y siempre sabía qué decir. Mientras hablaba, dejó su Tablet de lado y se quitó los lentes.

― ¿Y qué piensas tú?

― ¿Yo? –no me esperaba que me preguntara eso. – Que estuvo mal... Bueno, no sé... Pudo haber tomado precauciones pero... Pero de todas maneras ni siquiera me hubiera escuchado. Ni siquiera sé si considerarla mi amiga.

― No se merece eso, Letta. Eres su amiga, tal vez la única. Pero sé cómo eres tú. Si te dan ganas de ayudarla, hazlo –Sonrió-. Eres de esas personas que hacen la diferencia, porque no se quedan estáticas viendo como los demás hacen las cosas mal.

Me tomó de la mano. Al fin mi mano no parecía la de una muñequita junto a la de un gigante, pero aún se veía muy pequeña en comparación a la de él.

― Cuando te tuvimos, esa moda de las fotos estaba empezando. No sabía que tanta gente lo hacía ya.

― Es estúpido.

― Tal vez... todo lo digital queda para siempre. Especialmente en internet.

― Pero ella no las puso en internet.

― Las pasó a alguien. Ese alguien las pasó a todos, y no puedes eliminar algo así tan rápidamente. Muchas chicas no aguantan con la vergüenza, o las amenazas. Me alegro de que no hayas salido tan... Coqueta como tu hermana.

Me reí, pero estaba algo dolida. Sabía que mi hermana era mucho más bonita que yo, pero...

― ¿Coqueta?

― Tu hermana era muy coqueta a tu edad. Era de tener siempre pretendientes y de hacerles caso. No sabes el alivio con el que vive tu madre desde que ya no vive aquí con nosotros. Mientras nos traiga buenas notas de la universidad, no pasa nada.

― Mamá no parece aliviarse con nada.

Se carcajeó como un camión, ruidoso y golpeándose el pecho con la mano.

― ¡Es verdad! Le molestan mis notas.

― ¡Bah! Tienes diecisiete de promedio, para mí eso está bien. No le hagas caso.

― Es quince, diecisiete fue el año pasado.

― En fin. Tu hermana a tu edad era una tortura, tenía novios siempre. ¿Tú tuviste uno, no?

Enrojecí y me crucé de brazos. Un beso en la mejilla en séptimo grado de un chico llamado Roberto. A eso le había llamado noviazgo.

― Eso no cuenta.

― Esas cosas cuentan. –se rió- ¡Pero eso sí! Preséntame al próximo ¿Ok?

― ¡Pa! –se rió aún más. Cuando volvió a respirar y a escucharme le miré otra vez. –No creo que vaya a tener otro.

― Claro que sí. Será un buen hombre. Tan inteligente como tú. Muy educado, seguramente, muy culto.

Dioste oiga, papá...    

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Editado el 7 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora