6. A New Hope

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El método de cambiar de puestos a todo el mundo en varias clases había dado los resultados deseados... por los profesores.

― Tal vez a Rojas le haga falta compartir el tiempo con Avellaneda. –Dijo el insufrible de geografía.

Miré a Enmanuel, previniéndole de responder algo. Entendió lo que quise decir y se mantuvo callado.

‹‹Exacto, nada de echarle la culpa al más guevón...››

Lo que Violeta menos necesitaba era una nueva oleada de comentarios ladilla, cuando el verdadero culpable de esa incomodidad en el salón fuera un profesor que no tiene idea de cómo controlar una clase o hacerla interesante para que la gente no tuviera ganas de lanzarse por la ventana en vez de escucharlo.

Pero ese método también me ayudaba. Era fastidioso tener que irme al frente de la fila, pero Violeta quedaba junto a mí, a la derecha. Yo pensaba que era bruto para las cosas pero Fabiola tenía otro nivel de déficit de materia gris.

― ¿Para despejar... la equis tiene que estar sola?

― No, despejar es que la equis esté sola...

― No te pregunté a ti- dijo la superputa en un tonito altanero inaguantable a Violeta, que sólo quería ayudar.

― Bueno pero es la tercera vez que preguntas. ¿Cuántas veces vas a seguir demostrando que eres bruta?

Violeta se tapó la boca con ambas manos y se puso roja al aguantar las carcajadas. Fabiola como la propia escandalosa que era, se quejó como si la hubieran golpeado y nos sacaron a Violeta, a ella y a mí del salón, dejándonos sentados afuera en el pasillo hasta que pasara el resto de la hora.

Fabiola se había ido "al baño"... pero realmente se había ido a comer o a putear, me tenía sin cuidado. Violeta estaba sentada en el suelo con las manos cruzadas en el regazo.

― ¿Qué tienes?

― Nunca me habían sacado del salón, y por tu culpa...

Me reí.

― ¡Qué bolas tienes tú! Si estabas riendo también.

― Pero yo no le respondí a Fabiola así...

― Pero te reíste... está bien, no fue mi culpa, fue de la estúpida ésa.

Violeta sonrió, y se le escapó una risita que no logró contener al intentar ser seria.

― No es tu culpa ni mía que Fabiola tenga un maní por cerebro.

Ella se rió, esta vez sin contenerse. La miré.

― Y tú piensas eso también.

― Claro que sí. Pero es injusto, sólo me reí.

― Bueno, acostúmbrate –suspiré-, cualquiera que hace cualquier cosa conmigo es tratado más o menos como un criminal.

― Pero no estuvo bien... fue ella la que empezó.

― Ella ya era bruta de antes.

Se rió de nuevo, tapándose un poco la boca para que su voz no se escuchara dentro del salón.

― Es que no está acostumbrada que le digan nada... lo quiere todo fácil y rápido.

― Por eso se cogió a Cáceres.

La miré, incrédulo. Cáceres era el profesor de Educación Física.

― No jodas.

― El apodo que le pusiste le va de maravilla.

― ¿Es verdad?

No me podía saber más a mierda. Pero estaba teniendo una conversación. Real. Con Violeta. Ella se encogió de hombros.

― Parece que lo es. Me lo creería... me creería cualquier cosa que hiciera una chica ahora por tonterías así. Lo peor es que ella se lleva la peor parte del pastel.

― ¿Cómo es eso? –se volteó para mirarme.

― No creo que lo entiendas.

― Pruébame. Que tan bruto no soy.

Miró al frente, como pensando mejor lo que diría.

― Pues que es muy fácil subirse la falda y conseguir cosas... Pero al mismo tiempo quien le pone la nota o le da el dinero no es criticado. Como ustedes dicen... La mujer que está con muchos es puta, pero el que está con muchas es un héroe.

― ¿"Como ustedes dicen"? –repetí.

― Bah... Para ti también, seguramente.

― ¿Y qué vas a saber tú?

Me miró con reproche.

― Como si no hubieras dicho cosas así y chistes así durante meses y meses como el estúpido que eres...

Apreté los labios un poco y moví la nariz, incómodo y molesto por esa respuesta, pero ella parecía complacida, orgullosa. Con la nariz alzada.

Logré contener mi lengua un momento, hasta que recordé algo.

― ¿Sabes? Hace tiempo le dijiste a Tania una frase... uhm... -volteé a mirarla, ella se giró lentamente, evaluando si estaba entrando en una zona de peligro o no. – Era algo así como... si ha pasado un año desde que me conoces, déjame presentarme de nuevo, algo así...

Ella relajó los hombros y parpadeó un par de veces, bajando la mirada al suelo, sentándose más cómoda en el suelo y dejando sus manos en el regazo.

― Eso... eso significa que... uno está en constante cambio. Seguramente no eres el mismo que eras un año atrás.

La miré esperanzado. Y alzó la mirada.

― Bueno... sí tengo que admitir que estás algo cambiado.

‹‹No joda ¿Algo?›› Me mordí la lengua, y en cambio le tendí la mano.

― Ángel Unai Uribe.

Ella rió tímidamente, y me dio la suya, siguiendo el juego.

― Violeta Avellaneda... pensé que Uber era tu segundo nombre.

― No, Lele se confundió un día, cuando estábamos en cuarto grado... y lo dejaron como apodo, y siempre me llaman así. Incluso mi hermano lo hace.

¡Quería gritar y reírme! ¡Estaba teniendo una conversación normal!

― Al menos tienes una historia de tu nombre...

― Tú... Cualquiera tiene una ¿cuál es la tuya?

― ¿Yo? Ninguna... Vio... Es un apodo aburrido. Y mi papá escogió mi nombre, es todo. A mi mamá no le gusta mucho.

― Yo creo que es... fino. Es un nombre bonito.

La clase terminó. Tal vez la campana la había salvado, literalmente. Me levanté con rapidez, y le ofrecí la mano para ayudarla a levantarse.

Temí que la recharaza... pero la preocupación no duró nada, ella la aceptó. La alcé con facilidad, no pesaba nada. Le sonreí. Eso reforzó mi esperanza de poder algún día... no sé. Llegar a ser algo para ella.

~

Editado el 5 de julio de 2018

Debí haber puesto alguna referencia de Star Wars aquí, tal vez para la próxima edición que tenga menos fundido el cerebro.

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora