Lo descubrí mirándome el trasero.
¿Quién se cree?
Me sentí halagada, y odié eso. Era confuso y desesperante. Me preguntó qué dulce me gustaba, y no dejó que yo pagase toda la compra.
Fuera de la panadería había un área techada y rodeada de plantas, con mesas de metal ancladas al piso para sentarse a comer y conversar. Me abrió una silla, y se sentó frente a mí.
― No tenías porqué...
Se encogió de hombros, sacó una caja con un dulce para mí –Un pie de limón ¿adivinó que son mis favoritos?- y la abrió toda, dándome una cucharita con una mirada expectante. No me había dado cuenta que Uber tenía los ojos claros. Verdes. Eran expresivos, y hasta bonitos. Me sorprendió no haberme dado cuenta antes.
Bueno, no era como si hubiera tenido ganas de mirarlo mucho a la cara durante todos esos años. Miré la cajita de cartón abierta completamente, yo nunca había hecho eso.
― ¿Por qué haces eso?
― ¿Qué, la caja? –Asentí.- Es más fácil para comer.
― No se me había ocurrido, es buena idea.
― Cortesía de mi hermano.- Dijo con un ánimo que se desvaneció en un segundo.
― No sabía que tenías un hermano. ¿Es mayor?
― Sí. Es un idiota.
‹‹Ya comenzamos...››
― ¿Por qué dices eso?
― Porque vende drogas, Violeta.
Me quedé callada evaluándolo, y me miró mientras tomaba su propio dulce y le metía un mordisco. Su mirada no me decía nada.
― No bromees con esas cosas.
― ¿Qué te hace pensar que estoy bromeando?
― Yo... -me tapé la boca con los labios. No sabía qué decir. ¿Cómo pasaba ese tipo de cosas en una familia? Me di cuenta de lo poco que sabía de Uber. Había estudiado con él varios años, pero apenas lo conocía.
No sabía que tenía un hermano, jamás me había interesado en averiguarlo o preguntármelo. ¿Tenía madre, padre? ¿Con quién viviría?
― No sé por qué solté eso... -dijo, entendiendo lo incómodo del asunto.
― Bueno no eres de las personas que piensen mucho antes de hablar.
― Sí bueno, no soy un lucero...
― No es eso... -me reí- Es que parece que no procesaras nada, simplemente sueltas, y después ves cómo actúas.
― Disparen primero y pregunten después.
― ¿Eso no es de...?
― No sé, mi abuelo a veces lo dice... Esta bomba está muy buena ¿quieres?
Pero a mí no me gustan, en cambio le ofrecí de lo que yo comía. Y él también lo rechazó.
― No me gusta el limón.
― ¡Estás loco!
― Sabe a muerto.
Me reí.
― ¿Sabes? Quería dejar de lado por un rato el trabajo... pero me di cuenta de que tienes muy buenas ideas. ¿No se te ha ocurrido desarrollar alguna?
― ¿Desarrollar?
― Escribirlas...
― Si tengo una ortografía de mierda... sin contar la letra.
ESTÁS LEYENDO
Madurez voluntaria (o algo así trágico)
Novela Juvenil¡Disponible en Amazon, Lulu y MercadoShops! A veces tenemos que lastimar a alguien de la peor manera para darnos cuenta que tenemos que cambiar. Ángel (Uber) es el payaso del salón que a veces cae mal, él y su grupo de amigos fastidian a cualquiera...