2. Baja de tensión

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No había pasado nada interesante en todo el día... salvo el hecho que Violeta se riera de algo que dije.

¿Desde cuándo me importaba quién se reía?

Bueno... claro que me importaba la cantidad de gente que se reía, pero no quién.

Después del recreo teníamos que ir a una charla estúpida sobre drogas en el salón de presentaciones; un aula grande con aire acondicionado, cortinas oscuras y sillas acolchadas donde siempre había chances de echar un camarón.

Como siempre fuimos de los últimos en entrar –para quedarnos con dominio de la fila de atrás-. Pero me sorprendió ver a Violeta entrar justo antes de nosotros. Empujé a Lele a un lado para quedar justo tras ella, nos obligaron a entrar en orden y en silencio en el salón a media luz, y sin dar chance a sentarnos cómodamente, dio inicio un video proyectado en la pared.

Violeta iba sola, y eso era muy raro- Casi siempre se le pasaba pegada como un chicle a Tania. Ambas contrastaban, no solamente en su manera de hablar sino también en su color de piel. Me quedé pensando en eso porque se veía pálida. Mucho.

Miré al frente. En efecto, Tania estaba sentada con las chicas superputas junto a una silla vacía. Tal vez le tuvieron lástima y le guardaron la silla, pero Violeta ni siquiera parecía de ánimos para caminar hacia allí y buscar a su amiga.

De hecho, ni siquiera parecía tener energías. Se abrazaba a sí misma. Allí la temperatura descendía, pero no era para tanto. Parecía estar mirando más al suelo que el video, y ella solía prestar atención en clase, siempre. No sacó su teléfono. Nada. Parecía una estatua. Me incliné para verle el rostro mejor, y tenía los ojos apretados con fuerza.

― ¿Violeta?

― ¿Ah?

― ¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien?

― No. Voy... a enfermería. –Se levantó de la silla con cierta urgencia. Tuve un impulso incontrolable de levantarme y... se dejó caer.

La sostuve con los brazos, pero no fui tan ágil, golpeé con la pierna una silla del frente. Una chama se volteó a exigir que no la fastidiaran, y terminó gritando al ver a Violeta como una muñeca de trapo.

Sentía su mano apretarme el brazo, y luego nada. Me obligué a no entrar en pánico. Me acomodé y la cargué bien. Peso muerto. La llevé a enfermería sin pedir permiso a nadie.

Dejé a Lele explicar la situación a la profesora, no sentí que fuera prudente perder el tiempo. Unos pasitos apurados iban detrás de mí, era Tania.

En la enfermería nos explicaron que había tenido una baja de tensión, producto del período... Nos recomendaron ir al salón, pero la enfermera era una mujer menuda y muy permisiva, y como no tenía ganas de seguir viendo un video estúpido, me quedé allí en una silla. Dispuesto a revisar el teléfono y perder el resto de la hora viendo pendejadas, noté la mirada de Tania. Estaba molesta.

― ¿Tu qué?

― ¿Por qué la trajiste tú?

La miré. Tania era una chama más o menos fea para mis estándares. Tenía la piel de un color café muy uniforme, ojos marrones, rostro pequeño y como aplastado, tetas grandes y una voz completamente insoportable.

Alcé una ceja y negé con la cabeza, alzando los hombros.

― Porque... la atrapé.

― ¿Qué ibas a hacer?

― ¿Evitar que se diera un coñazo en la cabeza? –su tono no me estaba gustando.

― No ¿Qué le ibas a hacer?

No entendía. Ella alzaba las manos haciendo gestos histéricos.

― ¿La ibas a joder, verdad? Le ibas a hacer algo... toquetearla o algo, eres un asquero... so...

La tomé de la muñeca, obligándome a no apretar de más, mientras ella reducía su voz a un susurro mínimo. Estaba asustada.

― Ni siquiera sugieras esa mierda.

La solté y le empujé el brazo lejos de mí. Tania respiró agitadamente, como buscando qué decir. Yo solo veía la pared. La maldije en mi mente mil veces por acusarme de ser un violador o algo así...

No aguanté más esa mirada y simplemente me fui de allí, a perder el resto de la hora en otra parte.

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Editado el 5 de julio de 2017

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora