45. Puntos débiles

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Camilo se había hecho popular: en la radio local dijeron que no se sabía de su paradero. Iba a ser llevado a juicio, pero nadie sabía dónde estaba desde que intentó entrar al edificio de Tania por la fuerza. La comunidad estaba en alerta.

Pero se sabía que no había ido a su colegio desde hacía tiempo. Uno que quedaba lejos al nuestro.

Uber se encogió de hombros por el comentario. Enmanuel también.

― Yo no me preocuparía mucho, debe de estar cagadísimo. -comentó Enmanuel, echándose el cabello para atrás. Le había crecido y le quedaba muy bien. Tomó mi consejo de peinárselo todo hacia un solo lado, y ahora parecía un galán. Un galán de rostro atontado y gigante, pero un galán. Le envió un beso a Carolina, que lo miraba, y ella rió, volviendo la vista a su cuaderno de dibujos.

― ¿Le estás echando los perros a Caro?

― No vale. Es joda.

Huyó a su asiento cuando llegó el profesor de geografía. Uber se sentó a mi lado, echando a Joel de su puesto habitual, quien se fue temeroso a buscar otro pupitre vacío.

― ¿Sabes? Me gustaría visitar a Tania. Acompáñame.

― ¿Y por qué no vino ella? -Uber me ofreció un cuadrito de chocolate, y sonreí al metérmelo en la boca.

― Porque se sentía un poco mal.

― ¿No prefieres llamarla?

― Las relaciones no se dan por Whatsapp, Uber.

― ¿Y si te acompaño a tu casa primero? -le miré, un poco extrañada.

― ¿Por qué?

­ ― ¿No querrás cambiarte?

Si era buena idea, pero ¿Cómo es que había sugerido eso?

― Bueno, sé que no te gusta andar en falda por ahí.

― Tampoco es imposible.

Uber apoyó el codo en el pupitre y la mejilla en su puño, mirándome con una media sonrisa. También él se había dejado crecer el cabello y le cayeron unos mechones sobre la frente.

­― ¿Qué pasa?

­― Es la primera vez que me pides que te acompañe- se metió el resto del chocolate en la boca y lo masticó con cierta fanfarronería.

Me volteé, pero ya me había visto la cara, que sentía que estaba ardiendo. Estúpido.

Enmanuel se fue con Carolina a comprar algunas cosas para la siguiente reunión de la obra de teatro. Ya teníamos bastante trabajo simplemente planificando. Lele, Michel y Claudio fueron a averiguar precios para las cosas del escenario y armar un presupuesto que pudiera pagar todo el curso. Así que todo estaba en orden y había tiempo. Uber me acompañó a mi casa, y luego iríamos a visitar a Tania.

Un chico moreno se nos acercó en el camino, tenía un cabestrillo de tela, pero el brazo parecía tenerlo bien.

― Hey ¿Eres Uribe?

Uber se interpuso entre ambos.

― ¿Quién quiere saber?

― Sooo, toro. -Rió nerviosamente, al ver que Uber no cambiaba la expresión, se enseró nuevamente- Sí, sí eres. Mira, soy Luis.

Uber alzó la ceja, mirándole desde arriba. Era por lo menos quince centímetros más alto que Luis. Y con una evidente ventaja física.

― ¿Luis qué?

― Sé que estuviste con Tania. Camilo me hizo ver algo así.

― ¿Luis? -me asomé de la espalda de Uber. – Hola.

― ¿Violeta? Oh... solamente vine a prevenirlos mientras veía a ver a Tania. Camilo te quiere muerto, hermano. Así que ten cuidado por ahí.

― Yo no le tengo miedo a ése-

― Tania no vino hoy a clases. -Interrumpí. Miré a Luis. Era tal como lo recordaba. Delgado, cabello corto, muy moreno y desprendía un fuerte olor a playa. Bajó la mirada, desanimado.

­ ― Ah... es que quería verla.

― Íbamos a eso, hoy está enferma.

― Oh... bueno... ¿puedes decirle que me escriba?

― Dame tu número, lo perdió.

Después de anotarme su número en mi teléfono y repicar al mío para guardar mis datos, nos despedimos.

― No me gusta que tenga tu número.

― ¿Por qué? Así le paso el contacto, y si pasa algo con Tania...

― No va a pasar nada. Yo te voy a cuidar.

El resto del camino no hablamos mucho. Algo me ponía nerviosa, pero no estaba segura de qué era. Y Uber parecía molesto.

Cuando al fin me había decidido a decirle algo, me volteé. Justo a tiempo para ver una piedra del tamaño de mi mano impactarle a Uber en la nuca.

Editado el 8 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora