37. Testigos

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Cada padre recibió un correo sobre el incidente de las fotos

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Cada padre recibió un correo sobre el incidente de las fotos. Les pedían que nos controlaran el teléfono y cosas así. Mi papá simplemente le instaló un buen antivirus a todos los dispositivos de la casa y les puso métodos de acceso controlados para que no cualquiera pudiera conectarse.

Bueno, tal vez no era algo tan complejo, pero yo no sé nada de eso.

La primera clase del año fue terrible. Nadie hizo caso a la clase, todo el mundo estaba demasiado distraído sobre lo que había pasado con Tania. Y con Uber. Ambos habían faltado ese día. Muchos comentaban que se estaban cayendo a golpes –la estupidez más grande- o que estaban teniendo relaciones –otra estupidez mayor-. Pero sabían que había pasado algo. Sólo que nadie, ni siquiera yo, sabía qué.

La segunda clase fue libre, pues la profesora de química no fue. Me dispuse a seguir leyendo Orgullo y Prejuicio cuando tres personas me rodearon el pupitre.

― ¿Vendiste a Tania? –dijo Fabiola, antes de que terminara de subir la mirada. Se notaban amenazadoras. Puse la expresión más neutra que pude. Cerré el libro y lo dejé en el bolso.

― ¿Qué?

― La vendiste. Porque estás saliendo con Uber.

Sentí que me sonrojé.

― Son unas cobardes. En el grupo del salón ya les había respondido. Pero vienen tres días más tarde. Sólo que ahora los errores ortográficos no se notarán, porque los dirán y no los escribirán. Dan lástima.

No daban lástima para nada. Tenía miedo, pero ya no iba a dejar que me fastidiaran más. ¿Qué eran ellas en comparación al viejo Uber? No eran nada.

Fabiola había comenzado a decir alguna incoherencia, pero no alzó la voz, que le tarareaba, al ver que Michel y Leonardo se reían.

― De pana –dijo Leonardo, acomodándose las rastas a un solo lado de la cabeza.

― Tú cállate que no es contigo –dijo Diana. Me levanté y tontamente me sentí más capaz al ver que la única de mi tamaño era Diana. El salón se quedó en silencio.

‹‹Cálmate. No pasa nada.›› Me obligué a relajarme.

Pero sentía que todos me miraban.

― ¿Qué? ¿Te me vas a alzar? –dijo Vanessa, empujándome con su esquelética mano en el hombro, con poca fuerza.

Deseé que Uber estuviera ahí.

Pero a la vez sentí que no era tan necesario.

Leonardo se acercó y de alguna manera las apartó, interponiéndose. El corazón me hervía, y sentía que podía hacer cualquier cosa. Que podía pegarle en su fea cara de prostituta estúpida.

― Si la tocan mucho la van a contaminar. –Dijo Claudio, que también se había acercado. Me sorprendió verlo ahí también, pero luego recordé que Uber lo había comenzado a incluir en su grupo.

― ¿Contaminar?

― ¿De qué? ¿De belleza? –se burló Diana.

― De putería digo yo.

Diana golpeó a Claudio en la cara con fuerza. Él apenas se movió del sitio. Me interpuse, temerosa de... ¿qué?

― Tú sólo tenías a Tania. Y te quedaste sola. Si es que Tania no se suicida, no te va a perdonar y...

Realmente se merecían algo terrible en ese momento. Pero justo entonces...

― ¿Qué pasa aquí?

El salón mágicamente regresó a su bullicio normal. Claudio se sobó la mejilla enrojecida con la mano, y las superputas regresaron a sentarse en el escritorio del profesor. Un coordinador de bachillerato había interrumpido lo que sea que iba a pasar. Miró a Leonardo, Michel y Claudio con mala cara.

― ¿Qué le iban a hacer a ella?

― ¿A mí? Nada. Me estaban defendiendo.

― ¿De quién?

― De qué, será. De eso. –señaló despectivamente Enmanuel.

Las aludidas armaron un escándalo, y unos minutos después, el coordinador nos llamó a todos a dirección. Menos al grupo de amigas, y a Claudio.

― Espere, mi, mis...

Enmanuel tomó mi bolso y se lo dio a Claudio, que lo cerró. Se adelantaron a mi previsión de que dañaran mis cosas.

Gotcha back, girl... -dijo con una leve sonrisa, y le devolví una de vuelta.

― Gracias.

Y aunque me había ido sabiendo que no le harían nada a mis cosas, estaba nerviosa. Mucho. Nunca me habían llamado a dirección. Pero estaba segura que no estaba tan nerviosa como Uber cuando descubrió el problema en el que estaba.

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Editado el 8 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora