unexpected surprise - parte 1

3.1K 260 73
                                    

Nota: transformé este OS en una historia un poco más larga. Pueden encontrarla en mi perfil.

***

Cuando Norman y yo terminamos decidimos que seríamos amigos, pues como nuestro trabajo implicara que nos viéramos las caras día a día, lo mejor sería tener una relación sana, sin peleas, rencores, ni alborotos. Me vi obligada a ocultar el dolor que la situación me causó. Y es que, fue tan inesperado como doloroso, el momento en el que él decidió dejarme.

Hace dos semanas que Norman había llegado de Francia, de las grabaciones de su última película, y su comportamiento no era el más normal de todos. Estaba más distante, más independiente, más frío. Traté de engañarme, de mentirme, pero, fue él el que terminó por hacerme volver a la realidad, esa noche cuando llegué a su departamento.

—Creo que debemos terminar —Susurró y alcé las cejas, sorprendidas—. Me he dado cuenta de que... no estoy listo para algo serio.

—Si es porque mencioné que me gustaría vivir contigo —Aclaré, titubeando—, no-no me refería a que fuera ahora ya, yo só-sólo...

—Diane me besó —Me interrumpió, viéndome con culpa—. Y yo no la detuve.

Su miedo al compromiso siempre había sido mi pesadilla y pese a que él prometió que nunca intervendría entre nosotros, fue aquello lo que terminó con nuestro amor.

—Entonces, ¿podemos ser amigos? —Preguntó, esbozando una débil sonrisa, mientras yo ahogaba todas las lágrimas que quería soltar.

Me apoyé en el marco de la puerta, viéndole por última vez antes de abandonar su departamento. Quería escapar de ahí, correr y correr, y detenerme cuando el alma me dejase de doler.

—Claro —Susurré, esforzándome a sonar normal—, pero, necesito algo de tiempo, ¿sí?

—Por supuesto, pequeña. Yo te esperaré todo el tiempo que necesites.

Asentí cortamente, a modo de despedida y cerré la puerta. Las lágrimas se deslizaron por mi rostro en ese mismo instante, mientras mis manos temblando buscaron la pequeña cajita que guardaba en mi bolso. El test de embarazo que me había realizado esa misma mañana reflejaba claro su resultado positivo. ¿Qué diablos iba a hacer ahora?

Y pese a que ya habían pasado dos meses de aquel día y yo ya cargaba con casi cuatro en mi vientre, aún no decidía cuál era la respuesta a esa pregunta. Norman aún no estaba enterado de la situación, así como ninguno de nuestros compañeros de trabajo. Tampoco mis padres. Sólo Chantal y Marcus, la pareja de amigos, ambos reporteros del New York Times, con los que vivía, guardaban el pequeño secreto que escondía en mi pancita.

—¿Cuándo piensas decirle? —Chantal me regañó y yo le ignoré, metiendo una gran cucharada de cereal a mi boca—. Ese imbécil debería hacerse responsable...

—¿Qué tal si yo hablo con él y le digo? —Marcus ofreció, al mismo tiempo que se servía una taza de café, y yo negué, violentamente.

—Le diré pronto, lo prometo —Murmuré—. Sólo estoy buscando el momento adecuado.

—¡Lo ves todos los días, por dios, ________! —Mi amiga me regañó.

—No es tan fácil —Me quejé y la pareja me vio con tristeza—. No es como que llegue y le diga "Hey, sé que no quieres ningún tipo de compromiso ahora, pero ¡sorpresa, estoy embarazada!" Probablemente se desmaya.

—¡Vamos, no creo que se vaya a desmayar! —Esta vez fue mi amigo, quien se atrevió a defender a Reedus.

—Oh, yo creo que sí. Podría apostar veinte dólares. —Su novia de burló y él asintió.

—Trato.

—¿Realmente están apostando si Norman se desmaya o no cuando le cuente? —Pregunté, irónicamente, y ambos asistieron.

—Sí, y tienes que decírselo pronto. —Chantal volvió a recordarme y bufé.

—Lo sé, lo sé.

El citófono del departamento sonando interrumpió nuestra conversación y Marcus, quién se encontraba más cerca del teléfono, contestó.

—Hey, Norman, ________ aún está desayunando, ¿qué tal si subes por una taza de café?

Las cosas entre Reedus y yo estaban bien, de todos modos. Él seguía siendo el mismo hombre tierno y cariñoso conmigo; nuestra cercanía era como la de siempre, con la única diferencia de que ahora sólo éramos dos buenos amigos. Continuábamos haciendo muchas cosas juntos, y una de esas cosas que continuaba haciendo, era pasar por mí todas las mañanas, para ir al trabajo.

—Norman subirá a desayunar. Chantal y yo ya nos vamos, así que estarán solos, ya sabes, en caso de que quieras hablar con él... —Insinuó mi amigo.

—¡Basta!, ¡yo decidiré cuándo hablar con él! —Refunfuñé.

—¿Entonces no le dirás ahora? —La mujer con la que vivía se quejó, cuando negué, y luego tomó una gran bocanada de airé. Sonrió—. Está bien, pequeña, respeto tu decisión. Cariño —Miró a su novio, haciendo una extraña mueca—, ¿puedes ir por la cámara?

Ignoré aquello y me concentré en terminar mi desayuno, pero, aquella tranquilidad sólo duraría un par de segundos, pues cuando sonó el timbre y Chantal se acercó a abrir la puerta, no sólo Norman entró al departamento, sino que el caos también lo hizo, junto con él.

—Hola —Saludó a la mujer que le había recibido. Marcus, grabando divertidamente con su cámara, apareció en la habitación y Norman le miró algo cohibido, luego me vio a mí—. Hey, pequeña, ¿cómo estás?

Y antes de que pudiese responderle, Chantal lo hizo por mí.

—Embarazada. Y de ti. ¡Sorpresa!

Mis ojos se abrieron como platos, de impresión. Las cejas del actor se alzaron por si solas, su piel se tornó más blanca de lo normal y, luego de balbucear un par de palabras sin sentido, cayó desplomado al suelo.

Me acerqué con rapidez a él, mientras Chantal miró atentamente a la cámara de Marcus.

—¡He ganado veinte dólares!

Norman Reedus One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora