Gato

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Él siempre me miraba. Con esos ojos enormes de color esmeralda. Me juzgaba. ¿Y qué culpa tenía yo?

_El mechón. Siempre el mechón delante de la oreja izquierda, desordenado. _

Siempre.

Me repetía una y otra vez a mi mismo enfrente del espejo, me podían pillar. Se acabaría todo. No podía permitir eso.

El mechón desordenado. Desorden. No me importa. Importar.

Y me seguía mirando.

Estaba sentado justo a mi lado. Me miraba desde su perspectiva gatuna, desde el suelo sus ojos me trasmitía desaprobación. Me inspiraban pena.

—Todo está desordenado. —Me giré hacia Sunday. Ese animal de compañía que Lena tenía desde hacía tiempos inmemorables. Ni siquiera me acordaba de como era la vida sin ese estúpido gato mirándome con esos estúpidos ojos culpables. —Y no me importa.

El animal solo se quedó en la posición y se limitó a no hacer nada. Como siempre hacía.

Pero él me miraba, demasiado, como siempre.

Resopleé y me miré una última vez en el espejo del baño antes de salir a la habitación y ponerme mi pantalón blanco. El gato me siguió.

Solo debía parar de mirarme.

Un. Dos. Tres...

No podía contar.

Estaba el gato.

Le miré.

Cerré los ojos con fuerza y caminé hacia delante sin pensar en lo que estaba haciendo.

Un. Dos...

No.

_Tienes que disimular. Te está mirando. _ Dije para mí mismo.

Abrí el ojo derecho lentamente sin que él lo notara. Rezando para que no me estuviera observando. Pero así hacía.

—Tienes que parar. —Resopleé de nuevo, enfadado por su conducta.

Abrí los ojos bien y miré hacia atrás, habrían unos dos pasos desde donde me encontraba hasta la cama, pero no lo sabía seguro.

Dos y un cuarto. Tenía que medir la distancia entre paso y paso ya.

Salté desde donde me encontraba hasta la cama, sin tocar el suelo, el gato me observaba riéndose de mi con sus estúpidos ojos incriminatorios. Seguro que estaba pensando que estaba loco.

Respiré lentamente, intentando controlar mi respiración e intenté también que el gato no notara mi nerviosismo. No paraba de observarme.

Me situé en el filo de la cama, con los pies descalzos colgando de mi alta cama con sábanas blancas. Suspiré. Tenía que hacerlo. No podía no contar los pasos que habían. Debía hacerlo pero el gato...

Le miré. Sunday estaba en medio de la distancia recta que había entre la cama y el armario, eso significaba tener que hacer más recorrido.

Suspiré. Puse mis pies en el suelo y hice lo que debía hacer.

Un. Dos. Tres.

El gato en medio.

Un. Dos. Y el gato a mi izquierda.

Un. Dos. Tres.

Ocho pasos desde mi cama hasta el armario, con los pies rectos y descalzos. Dos pasos más por el estúpido gato.

Abrí la ruidosa puerta y recogí la caja blanca que siempre se situaba al final del mueble.

La abrí, cogí la cámara, la encendí, vi las fotos. La apagué. La guardé. La cerré en la caja. Guardé la caja blanca en el fondo del armario y volví a cerrar la puerta ruidosa.

El gato seguía mirándome cerca de mí, se hacía el despistado, lamía sus patas, limpiándose, sin mirarme realmente, pero yo sabía que lo hacía, porque siempre lo hacía.

—Tienes que parar. —Le grité desesperado. Yo no quería, pero él se lo estaba ganando.

Un. Dos. Tres.

Tres pasos desde el armario al gato de negro pelaje. Me coloqué justo a su altura, me senté en el suelo delante de sus ojos, esos ojos que me desesperaban. Y le miré.

Acerqué mi mano derecha a su pelaje, primero lentamente, con miedo, era la segunda vez que acariciaba a aquel gato. Y la primera vez que lo hice fue sin querer.

—Shh. —Le hice callar. Él ni siquiera estaba hablando. —Shh. —Repetí más para mis voces que para él.

Toqué su largo pelo lentamente, casi sin rozar su piel. Y después rápidamente, en cuanto mi mano y su cuerpo tuvieron contacto Sunday me miró. Con esos ojos desesperados. ¿Qué le pasaba?

Fue la primera vez que le escuché maullar.

Fue la última vez que me miró con esos ojos color desaprobación.

Senseless #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora