Capítulo XXIV

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Cachorros.

En otro lugar, y con un mes y medio atrás de todo lo acontecido en la mansión Wayne.

Wally y Dick estaban buscando una casa para su familia, ya que el pequeño departamento los estaba reduciendo demasiado, mientras los dos niños estaban jugando con Conner. La pequeña Mary le estaba peinando el pelo con un cepillo y Thomas lo acariciaba y le jalaba las orejas, el semi lobo tenía que aguantar las travesuras de ambos sabiendo que eran niños pequeños como lo fue Wally en su momento; pero ambos niños dejaron de amedrentarlo cuando vieron pasar a uno de los felinos de la familia, que no dudaron en atraparlo, y comenzar a jugar con el. Siendo Mary la que le termino vistiendo con un vestido de sus muñecas, y Thomas le peinaba el pelo como le jalo la cola.

El pobre gato solo maullaba aterrorizado e intentaba quitarse de encima a los niños, sin lastimarlos. Dick pasó a revisar a los niños al escuchar los maullidos desesperados de ayuda, y estos lo soltaron al ver a su papá llegar a la sala de estar dejando que huyera a la seguridad del guardo de la pareja de adultos, escuchando las risas de la "madre" del par de diablillos por su travesura.

-¿Cómo demonios, el clon puede aguantar esto?-gritó enfurecido e intentando quitarse el vestido, rompiendo un parte en el proceso. Las risas de su pareja solo hicieron que se enfureciera más, cuando por fin se pudo quitar la camisa de fuerza que era ese horrendo vestido rosa chillón.

-Vamos, Jay. Son niños, con el tiempo te acostumbrarás-le dijo con tranquilidad el otro felino, que descansaba dentro de la canasta y solo asomaba su cabeza. El nombrado gruño por lo bajo, y se acercó al lugar donde reposaba el otro gato, con una mirada indecisa de entrar o no, pero eso fue olvidado al sentir una pequeña lamida sobre su nariz-. Tengo frío, entra-con solo esas palabras animaron al antiguo gato callejero a entrar en nido de mantas, siempre con cuidado de no aplastar al menor.

-Y luego me sacaras a patadas, cuando ellos nazcan...-murmuro algo molesto Jason. Mientras le daba un par de lamidas y cariños a su pequeño gatito azabache, que respondía en un perfecto y suave ronroneo mientras su cola se enredaba con la del mayor.

-Por supuesto que no, Jason-le contradijo el menor, parando sus ronroneos y mirando al gato pardo. Como era su costumbre restregó su rostro en el cuello de Jason y al final un lamida en un lado de su rostro, antes de que se acomodara un poco más y se quedarse dormido.

Jason miró como dormía de forma tranquila Tim. Desde así un par de semanas su pequeño gatito, se comportó extraño para todos hasta el punto que quizo cazar varias veces los pájaros que llegaban al pequeño balcón, por solo tener un hambre demasiado excedido, la sorpresa les vino el día en que Dick decidió llevarlos al médico por una revisión con miedo de que su pequeño Tim hubiera enfermado. Ahora, tenía a su pequeño gatito con una panza en aumento, claro tenía cambios de ánimo que lo obligaban a terminar durmiendo con Conner o en su defecto en la cama de sus dueños. Tanto como el can como él, mantenían a raya de que los demonios no se acercaran a Tim en ese estado, con miedo a que lo lastimaran; suspiro cansado para dejar reposar su cabeza entre el cuello y cabeza del azabache, dejándose caer un profundo sueño o eso fue hasta que el menor se levanto de golpe y le bufo molesto:

-¡¿Largo de mi canasta?!-amenazando lo con atacarlo. El gato de pelaje pardo ni corto ni perezoso, salió del lugar y se fue a dormir a la cama de sus dueños, con pesadez mirando con el menor arreglaba mejor las mantas y se volvía acostar.

Es problema de gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora