Capítulo 9

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Maratón 2/3

Terminan de arreglar mi cabello, llevo un vestido negro, entallado y largo. Tiene la espalda descubierta y es muy revelador.
Mia insistió mucho por este vestido, y a decir verdad, me siento cómoda con él.

Llevo mi cabello de lado, ya que quiero mostrar mi espalda y mi joyería

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Llevo mi cabello de lado, ya que quiero mostrar mi espalda y mi joyería.

Mi maquillaje es muy natural, y llevo zapatos de tacos color plateado a juego con mi bolso

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Mi maquillaje es muy natural, y llevo zapatos de tacos color plateado a juego con mi bolso. Utilizaré el mismo que usé para otra cena a la que asistí.
Estoy poniendo mis anillos de compromiso y de matrimonio cuando entra Christian al armario. Está elegante, mucho diría yo. Se ve precioso.

-Woo, nena

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-Woo, nena. Te ves hermosa. Lo observo mirar mi espalda de arriba a abajo.
-¿Le gusta lo que ve, señor Grey? Debo decir que usted se ve hermoso.
-Estoy impaciente por quitarte ese vestido, princesa.
-No te escuché llegar, ¿hace mucho estás aquí
-Hace como dos horas, lo que pasa es que la señora ha estado poniéndose radiante durante mucho tiempo. No me dio tiempo de darte ni un beso. Me dice mientras besa mi hombro.
-Hoy andas muy cariñoso. No sé, veo algo en tus ojos que no vi ayer. Se encoje de hombros como un niño pequeño.
-Hoy te amo más que ayer. Me crees si te sigo que de lo único que tengo ganas es de que me abraces hasta quedarme dormido en tus brazos, me siento muy cansado. Me dice apoyando su barbilla en mi hombro.
-¿Te pasó algo, amor? Por lo general soy yo la que tiene sueño todo el día.
-Estoy bien, son solo ganas de que mi esposa me dedique unas horas de caricias y amor, nada más. Pero vamos, se nos está haciendo tarde. Agarra su billetera y su reloj mientras salgo del armario.
Suspira y me da la mano.




Estamos en nuestra mesa junto con Grace, Carrick y Mia. Elliot está fuera de la ciudad por cuetiones de trabajo. También está un señor de edad avanzada, y hay un espacio vacio.
La velada está muy tranquila, hasta que escucho esa voz muy cerca de mi oído.
Veo un par de manos tapando los ojos de mi esposo, y es ahí donde noto a la tal Karen.

-¿Quién soy?
-No lo sé, y antes de que lo haga a la fuerza, retire sus manos de mi cara. Christian se ve totalmente tenso. No le gusta que le toquen.
-Lo siento, Chris. Es que te he extrañado muchísimo, hace años que no te veo.
-¿Karen? Dice sorprendido.
-No creo que conozcas a alguien más linda que yo. No bajes la mirada, Anastasia.
-Hace años que no te veía, se me hizo extraño ver a tu padre solo, siéntate. Por cierto, te presento a mi esposa, Anastasia.
-Tranquilo, cariño. Ya he tenido la oportunidad de conocerla de lo mucho que la nombran. Me dedica una sonrisa falsa.
-Sí, así es. Me enteré que el negocio va muy bien, te felicito.
-La verdad es que ha sido duro, ya sabes, desprenderte de la gran imagen de nuestros padres no es fácil.

Y así paso la mayoría de la velada, viendo risas entre los dos al recordar anécdotas, y discutiendo sobre sus negocios. Al parecer, han sido amigos desde que tenían 10 años, ella tiene 25 años, y tiene una empresa de plásticos biodegradables.
Veo el buen vino que están sirviendo, muchos bocadillos en una mesita apartada de la mayoría de las personas. Y como al parecer, ya no existo, me levanto junto a Mia y nos encaminamos a la mesita.

-Ana, ¿estás bien?
-Estoy bien, Mia. Sólo tenía la boca hecha agua por querer probar estos bocadillos.
-Mis sobrinitos nos están haciendo pequeñas ladronas de bocadillos. Por cierto, tienes que comprar a Christian en la subasta del baile.
-¿Qué?, ¿esta vez son ellos?
-Así es, y esa tipa no le quita las manos de encima a mi hermano.
Volteo a verlos, y Karen tiene las manos de mi esposo entre las suyas.
-Al parecer son muy amigos. Digo pensativa.
-Se conocieron porque eran nuestros vecinos. Mamá le pedía que lo ayudara a estudiar y esas cosas. Ella estaba adelantada dos años en la secundaria, ya sabes, lo que el dinero y un buen promedio logran.
-¿No te cae bien?
-No me disgusta, pero esta noche está siendo una perra totalmente. No le importó en lo más mínimo tu presencia. Así que Anastasia, tienes que ganarle en la subasta.

Miro sus manos entre las de ella, manos que sólo me pertenecen a mí. La veo observar sus labios, labios que sólo me besan a mí.
Pero también veo su postura, su nivel. Somos dos personas totalmente diferentes. Ella es de este mundo, y se ven muy bien juntos. Él parece feliz, y cómodo con ella. De repente me dan ganas de llorar, recuerdo las palabras de la vendedora, y al verlos tan a gusto, me siento como una extraña.

-Sabes, Mia. No voy a participar en la subasta.
-¿Qué diablos acabas de decir?
-Lo que escuchaste. Vamos a ver que tanto da por bailar con él. A fin de cuentas, bailo con él siempre. Le miento a Mia, yo ya tenía mi plan bajo la mesa.
-No te entiendo, Ana. Pero bueno, yo apuesto por tí.

Volvemos a la mesa, y al sentir su aroma, mis niños empiezan a dar pataditas. Las manos de Christian están disponibles, así que tomo su mano izquierda por debajo de la mesa, y la coloco en la parte baja de mi vientre. Lo veo cerrar sus ojos, ajeno a las palabras que Karen le está diciendo, y una pequeña sonrisa aparece en sus labios.
Se inclina a mi oído, y me dice en un susurro sólo para mí.

-Esa es mi princesa. Me acaricia delicioso, al punto de que mi piel se eriza y me hace cerrar los ojos. Estiro mi mano y le acaricio el muslo de la misma manera.
-Mmmm, esa es mi otra princesa. ¿Acaso me quieres matar, hermosa? Entierra su nariz en mi pelo.
En ese momento siento como Christian pega un brinco, Karen "accidentalmente" botó su copa de vino blanco sobre la mesa.

-Oh, lo siento Christian. La veo limpiarle el pantalón con una servilleta.
-Tranquila, yo puedo solo. Inmediatamente se retira y me mira fijamente.
-Te diría que lo ayudarás, pero apenas y puedes caminar, querida.
-Karen, no es necesario que ofendas a mi esposa. Le dice Christian molesto.
-No lo hice con esa voluntad. Discúlpame, Christian.
-Amor, ¿estás bien? Le pregunto, ignorando a esa mujer.
-Sí, sólo estaba distraído. Me dice mientras de limpia el pantalón. Siente mis ojos en él, y me dice que le limpie el reloj y su alianza. Esa mujer prácticamente tiró todo sobre él.
Le entrego sus cosas y me da un beso casto en modo de gracias.
Estoy empezando a molestarme.

Solo quiero hacerte felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora