Capítulo 3

6.1K 266 4
                                    

Llego a casa, el salón está oscuro. Al igual que mi ánimo.
No he hablado con Christian desde hace una semana, no podemos seguir así, lo extraño, me siento culpable de ser la causa de su desgracia. Todas estas noches, ha dormido en la habitación de arriba, y desde la nuestra escucho sus gritos.
Agregando a mi mal humor, los vómitos y mareos constantes me tienen cansada, me tiene cansada lidear con esto sola.
A veces pienso en irme, irme con mis problemas, con mi hijo, con mi soledad. No sé en qué momento mi matrimonio llegó a esto, pero no quiero darme por vencida.
Christian tiene algo, va más allá de nuestro hijo. Lo veo desanimado, encerrado en su mundo.

Llego a la cocina y me encuentro con Gail.

-Buenas noches señora Grey, ¿quiere que le sirva la cena?
-Hola Gail. ¿Christian ya llegó?
-Sí Ana, está en su estudio. No quiso cenar.
-Gracias Gail, ya vuelvo, sírveme la cena, por favor.

Voy a nuestra habitación y me doy una ducha rápida. Me pongo una bata de seda que me llega hasta las rodillas, y me pongo crema por todo el cuerpo.
Cuando termino de cenar, voy en busca de mi esposo.
Tomo el picaporte de la puerta, y mis manos tiemblan.
Entro y lo veo recostado en su silla, con los ojos cerrados.
No digo nada, solo me acerco a él y me coloco detrás de la silla.

-¿Quieres un té? Le pregunto, poniendo mi barbilla en su hombro
-No Ana, gracias. Solo tengo mucho dolor de cabeza.
-¿En serio? Cariño estás trabajando mucho, y sé que no has dormido bien estos días. ¿Quieres que te dé un masaje? Le pregunto, temerosa a su respuesta.
Él asiente con su cabeza y se acomoda para que pueda poner mis manos en sus hombros. Tiembla cuando siente mi contacto.
-Espera. Le digo mientras me subo a su regazo, quedando frente a frente.
Empiezo abriéndole la camisa, despacio, con miedo a que me rechaze. Meto mis manos por debajo y empiezo a quitar esos grandes nudos de sus hombros.
Christian emite un ronroneo y relaja el rostro.
-¿Te gusta?
-Tú conoces esa respuesta.
-¿En serio? Yo creo que no, mi amor. Le digo con mucha dulzura.
-La verdad es que lo necesitaba. Dice, borrando todo signo de calidez conmigo.
-Sí, estás muy tenso.

No decimos nada más, yo me limito a masajear sus hombros, a inhalar su aroma, sentir su piel en mis manos otra vez. Poco a poco veo que Christian se ha relajado mucho, y su respiración es un suave. Oh, mi amor. Te quedaste dormido.
Lo admiro por mucho tiempo, hasta que lo veo abrir sus ojos. Cómo extraño verlos por la mañana.

-Bebé, por qué mejor no nos vamos a dormir, estás muy cansado.
-No puedo, tengo mucho trabajo. Ve tú, debes estar cansada.
-No quiero irme sin tí. Te extraño. Bajo la mirada
-¿Qué curioso, no? Ahora extrañas lo que antes te sacaba de quicio.
-Nunca me has sacado de quicio. Arquea una ceja.
-Bueno, sí. Pero eso es lo menos que extraño de tí.
-¿Y qué extrañas de mí?
-¿Te digo todo lo que extraño de tí? Asiente con su cabeza.
-Bueno, extraño que seas lo primero que veo cuando me despierto, extraño tu calorcito, extraño tus besos, tus caricias, tus palabras, aunque sean las que no me gustan escuchar; extraño tus detalles, extraño que me digas que me amas, que me lo demuestres, extraño tenerte conmigo aunque no te vea, extraño tus llamadas, tu risa, tu aliento, tu aroma, tocarte, hacerte el café por la mañana, abrazarte por detrás cuando vienes saliendo de la ducha, ayudarte a elegir un traje, extraño salir de nuestra casa sintiendo que al regresar, tengo quien me espere y me reciba en sus brazos; extraño tus celos, tus rabietas, tus correos tiernos y los pasados de tono, extraño tu compañía, extraño sentir que hago feliz a alguien, y que ese alguien se sienta orgulloso de mí; extraño llamarte solo para decirte que te amo, extraño que me despiertes en la madrugada porque tuviste una pesadilla y tienes miedo, poder acurrucarte en mis brazos y decirte que todo estará bien; extraño sentirte mio, y solo mi; extraño poder entregarme a tí. ¿Qué parte de que eres mi vida aún no me has entendido? Extraño a mi esposo, a ese hombre por el que muero y vivo todos los días.
Él solo me mira, puedo ver sus ojos con lágrimas. Pero no dice nada.
-¿Tú me extrañas? Ve hacia el techo, y suspira.
-Anastasia, solo no quiero lastimarte. Todo lo bueno que tengo, siempre lo pierdo. ¿Un hijo? ¿Qué diablos voy a hacer yo cuando nazca? No logro controlarme ni siquiera yo. Sé que te fallé, pero aún no puedo verme como un papá. Cierra los ojos.
-Me siento incapaz de darte lo que necesitas, ocupas a un hombre que no tenga tanta mierda encima. Como esposo te fallo todos los días. Es por eso que ocupo tiempo, estoy en medio de una batalla interna, estoy entre si te dejo ir o me enfrento a mí mismo.
Claro que te extraño, eres como mi aire. Pero no, tengo miedo de castigarte, de cagarla más.
Por ahí escuché que no soy más que un hijo de puta, a quien lo abandonaron al nacer, a quien se le quitó el chip del amor.
Ocupo sacarme eso de aquí adentro. Así que te pido espacio, ocupo pensar, ocupo encontrar fuerzas que ahorita no tengo para enfrentar esto. Pero ahorita estoy debastado, no tengo nada que ofrecerte, excepto por el  saco de mierda que llevo en mi espalda desde que nací.

Se mueve, para que me baje de su regazo, y se va, dejándome sola, con nuestro hijo.

Solo quiero hacerte felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora