31. El maestro del kanima

9.1K 1K 361
                                    

Tanto Lydia como Peter se habían marchado de la casa Hale tan pronto como pudieron. Sin embargo, yo no pude hacerlo porque Derek quedó inconsciente en el momento en el que lo hicieron. Por si fuera poco, no tenía mi teléfono y tampoco sabía qué hacer para manejar la situación.

Estaba desesperada, casi al punto de morderme las uñas y tener un ataque de ansiedad que no me dejara respirar. Sabía que tenía que controlarme a mí misma porque podría perder el control de mis poderes, pero tampoco podía quedarme completamente tranquila teniendo en cuenta que Peter, el asesino lunático, estaba de vuelta en nuestras vidas.

La última vez que Peter estuvo con vida, nada salió bien. De hecho, fue un desastre que por poco acaba con mi vida.

Por suerte, Deaton apareció unos minutos después para salvar la noche. No sé qué tiene este veterinario, pero ha aparecido como un ángel en esta historia de tragedia. O al menos yo lo vi de esa forma cuando lo vi entrar a la casa.

— No tenemos mucho tiempo para preguntas o explicaciones, Scarlett —dijo antes de que yo pudiera pronunciar palabra alguna.

Mordí mi labio inferior y asentí.

— Solo...ayúdalo, por favor. No sé qué hacer.

— Está bien, Scarlett. Necesitas calmarte. Yo manejaré esto —aseguró.

Me puse de pie y le dejé espacio para que Deaton pudiera ayudar a Derek con lo que sea que Lydia le haya hecho. Estoy segura de que el polvo morado —posiblemente acónito— le afectó mucho más a él que a mí. Además de que pude ver que Peter clavó sus garras en el brazo de Derek y eso tuvo que ver en su resurrección.

— Derek, ¿puedes oírme? Necesito que me respondas. ¡Derek! No tenemos mucho tiempo.

Entonces hizo algo que no esperé. Deaton sacó un silbato ultrasónico para perros y al soplarlo, Derek se levantó de golpe.

— Ese sonido. ¿Qué fue?

Deaton levantó el silbato y sonrió con una expresión inocente. Derek resopló con incredulidad y se puso de pie, aunque sus piernas se debilitaron y casi cae al suelo de no ser por mí.

— Vas a estar débil por unas cuantas horas —le dijo.

Derek dirigió su mirada hacia su antebrazo donde se podían ver las marcas de las garras de Peter y luego miró el agujero de donde salió.

— Sucedió de verdad —susurró para sí mismo.

— No te preocupes. Aún eres un alfa, pero, como siempre, no uno muy competente —habló Deaton, colocándose el silbato alrededor del cuello.

La expresión de Derek no cambió en ningún momento, ni siquiera cuando Deaton le dijo esas palabras tan fuertes. Derek quizá no era el mejor alfa, cometía muchos errores y tenía sus defectos, pero al menos no estaba yendo por las calles matando a inocentes como Peter lo hizo en el tiempo que fue alfa.

— ¿Dónde está?

— No lo sabemos —respondí, aunque la pregunta no fue dirigida hacia mí.

— Entonces, ¿por qué no me dices qué demonios haces aquí y por qué me estás ayudando?

Derek dio un paso al frente, acercándose más a Deaton. Coloqué una mano en su hombro y sus músculos se relajaron considerablemente, pero aún no dejaba su actitud defensiva hacia Deaton.

— Ayudar a tu familia solía ser parte importante de mi vida —expresó el veterinario sin inmutarse por la pregunta del alfa—. Ayudarte a ti fue una promesa que le hice a tu madre.

ENEMY FIRE ▲ TEEN WOLF   ➁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora