VI

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Jeonghan estaba a punto de arrojarse al suelo y comenzar a arrastrarse usando sus manos cual zombie sin piernas, aunque su bonita camisa rosa pálido fuera sacrificada en el proceso.

No era porque fuera vago (bueno, tal vez un poco bastante en líneas generales), si no que sus piernas en sí no eran las mejores a la hora de caminar mucho.

Hacía algunos varios años, cuando tendría alrededor de 8 años, había cometido una gran estupidez. En su afán de niño rebelde y audaz, había querido trepar el enorme ficus que se encontraba en el patio trasero de su casa a pesar de las continuas advertencias de su madre que le dijo que no lo hiciera ya que se podría lastimar. Pero como a esa edad realmente no le importaba seguir los dictámenes de su madre (que a pesar de todo tuvo toda la razón) se decidió a treparlo un día mientras ella iba al trabajo.

Subirse a las primeras ramas fue bastante sencillo, si bien necesitó la ayuda de una silla para subirse a la primera ya que no llegaba por su corta altura. Sin embargo, la lluvia de la noche anterior hacía que el tronco siguiera algo resbaladizo y escalar fuera algo un poco más complicado, pero el pequeño Jeonghan continuó sin muchos problemas. Aunque se había llevado varios sustos cuando sus pies patinaban en la corteza.

Pero cuando una madre dice algo, es inevitablemente por una razón muy válida que los hijos al ignorarla, terminan por demostrar su exactitud.

Cuando el pequeño Jeonghan estaba tomando un descanso en una de las ramas más altas, sintió un horrible «crack» que le hizo preguntarse por qué rayos no respetó lo que su madre le dijo.

Lo siguiente que recordó, fue estar en un hospital y con muletas por mucho tiempo, además de enterarse de la existencia de varios clavos de metal a lo largo de sus piernas, arruinadas ahora además por la existencia de varias cicatrices con relieves que con el tiempo, se tornaron de un color sonrosado. Esto provocó que buscara cubrirlas todo el tiempo con pantalones largos y en lo posible, ajustados para que no se subieran y, por supuesto, nada de ir a nadar o usar trajes de baño.

Él, un chico muy activo y al cual le gustaba divertirse, tuvo que abandonar sus tardes de juego por sesiones de rehabilitación para sus jóvenes piernas, e incluso luego de estas, sus extremidades no volvieron a ser las mismas. Aunque la mayoría de sus conocidos, decían que era un niño afortunado porque el accidente no hubiera pasado a mayores.

El hecho de no poder salir a jugar como acostumbraba, le costó varios de sus amigos y con el paso del tiempo, el pequeño Jeonghan se halló a sí mismo bastante solo. Al principios se sintió muy triste, pero luego decidió interesarse por la música y a los once años formó parte de un coro lleno de personas amables, para terminar tomando clases de canto debido al potencial que habían visto en él.

Después de terminar la secundaria, había decidido enfocarse en sus estudios universitarios por lo que dejó sus clases de canto.

Pero, volviendo al presente, debía aceptar que el hecho de estar ahí en ese extraño y nuevo lugar, era más agradable de lo que alguna vez pensó ya que con Jun y Seungkwan, todos los días eran divertidos.

Había decidido tomar un breve descanso en una banca y estirar un poco las piernas mientras estaba sentado, a la vez que apretaba un poco sus muslos para destensarlos. Estaba muy cansado, pero él no se rendiría tan fácil, sintió los bríos renovados y con paso decidido continuó vagando por las zonas cercanas al bosque.

Estar entre tanto verde, con la brisa fresca golpeando su rostro y alejado de la ciudad, le hacía sentirse bien, más relajado, libre, puro. Como si fuera un pequeño pájaro. Animado por la emoción y energía de los árboles, decidió correr lo más que pudiera, aunque pareciera Bambi dando su primer trote.

Sintió el aire entrando en sus pulmones fuertemente, y luego saliendo a toda velocidad, el viento peinando sus largas hebras negras hacia atrás, los árboles pasar rápidamente a su alrededor y una quemazón general en el cuerpo debido al ejercicio. Pero lo último no le importó en lo absoluto, se sentía demasiado eufórico como para hacerlo. Como si tuviera alas propias.

Corrió y corrió hasta que finalmente sus piernas cedieron y lo hicieron caer hacia adelante, por suerte, parte del golpe lo absorbieron sus manos. Y su bonita camisa rosa.

-¡Wow! ¿¡Necesitas ayuda!?- Jeonghan realmente no sabía como era que había alguien ahí, pensaba que estaría desolado y nadie lo habría visto pasar semejante vergüenza. Se había equivocado por mucho.

-Ven, déjame ayudarte ¿Te lastimaste?- preguntó un muchacho de su edad mientras lo ayudaba a incorporarse.

-Gracias, estoy bien sólo tropecé con algo. Mi nombre es Jeong- ¡Ay!

-¡Lo lamento mucho! ¿Te lastimé?

-No, descuida, esto suele pasar cuando me caigo- respondió Jeonghan para a continuación dar unos golpecitos con el canto de la mano en su rodilla que se había "trabado", el dolor desapareció luego de esto.

Jeonghan se tomó unos segundos para mirar al muchacho que lo estaba ayudando, era un lindo chico incluso mirado de forma objetiva. Tenía el pelo castaño claro y tanto una sonrisa felina y suave como sus ojos que, a pesar de tener unas pequeñas bolsitas debajo de los mismos, le daba cierto toque extra de encanto. Era más alto que él y, a pesar de su tierno atractivo, sus facciones eran bastante marcadas pero suavemente masculinas, como las del propio Jeonghan.

-Realmente me asustaste, venías corriendo demasiado rápido y al caer volaste unos metros pero... ¿Por qué estás aquí?- preguntó algo desconcertado el castaño sin nombre -La mayoría de personas no suelen venir por aquí...

-Podría decirte lo mismo... – respondió Jeonghan con una suave risa– ¿Disculpa cuál es tu nombre?

-Oh, lo siento, mi nombre es Jisoo encantado en conocerte. Me gusta venir a pasar el rato, y como dije, no muchos vienen aquí y soy de las personas que tienen un alto aprecio por la soledad. Además, me agrada practicar con mi guitarra a solas... Uhm... ¿Tu nombre cuál es?- preguntó el chico llamado Jisoo al ver que Jeonghan lo estaba mirando como si estuviera absorto en él. O como si estuviera mirando una mosca posada en la pared, las dos opciones eran posibles.

-¿Qué? Oh, sí claro, disculpa estaba soñando despierto. Mi nombre es Jeonghan es un gusto- el pelilargo azabache se sintió bastante estúpido por haberlo estado mirando como cordero degollado, pero no era su culpa seguir sintiendo que su corazón iba a salirse de su pecho incluso luego de dejar de correr. Seguía sintiendo como un subidón de adrenalina que lo recorría entero ¿Tal vez era por aquel muchacho? -Estaba en esto de la búsqueda de los compañeros, pero creo que me desvíe mucho de la ruta a fin de cuentas- se quejó torciendo la boca, resignado. Soltó un quejido  de dolor que murió en su garganta en el momento en que quiso intentar ponerse de pie, cojeando en el intento. Estaría necesitando a Jun en esos momentos o una pequeña mula, cualquiera de los dos serviría.

-Pues yo no diría eso, Jeonghan. Es más, diría que has llegado a la meta- respondió el muchacho con una cálida sonrisa gatuna.

Jisoo arrugó un poco la nariz y el entrecejo, como si algo le produjera picazón o quisiera estornudar y, frente a los ojos de Jeonghan, las marcas negras comenzaron a aparecer como si fueran gotas de tinta esparciéndose por el agua, abarcando sus mejillas, nariz y por encima y debajo de sus ojos y cejas. Luego de unos segundos, las marcas se quedaron quietas ante un pasmado Jeonghan que lo miraba con los ojos y la boca muy abiertos.

-Ahora ¿Crees poder caminar de vuelta a la institución o necesitas que te cargue, pequeño príncipe?- preguntó Jisoo con una sonrisa de lado, poniéndose en posición para cargarlo en su espalda.

Terminado:12/07/2017
Publicado:15/07/2017

Disculpen sinceramente las demoras, pero estoy intentando publicarla desde el 12, sin embargo, nuestro queridísimo Wattpad no me lo permite vaya uno a saber por qué😭💔

Voodoo DollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora